Raquel entra en el cuarto de Marcos bien abrazada a Suny. Tuvo que ir primero a casa de sus abuelos a cambiarse porque había acabado empapada tras la batalla campal, la mejor hasta la fecha de hecho. Ahora llevaba su pijama amarillo con unos calcetines de lana bien mullidos que no dejaban que escapara el calor.
Marcos estaba esperándola sentado en la cama mientras leía un libro. Cuando la escuchó entrar lo tiro al suelo, la abrazó y empezó a llorar. Raquel se quedó en blanco, no sabía qué decir ni qué podía hacer para consolarlo.
—Es mi mamá... —dijo entre sollozos.
—¿Qué le pasó? —preguntó como si no supiera nada aunque en el fondo lo sabía todo y más.
—No va a poder venir... —respondía mientras dejaba de abrazarla y se apartaba un poco para mirarla a los ojos.
Se sentaron en el suelo junto a la pequeña mesa en la que también solían leer. Marcos apoyó sus brazos en ella y se llevó las manos a la cabeza. Raquel seguía sentada a su lado, abrazando a su peluche cada vez más y más fuerte debido a los nervios.
—Ya no está, se ha ido... —consiguió articular finalmente entre lágrimas y lágrimas que rebotaban en el borde de la mesa hasta el suelo.
—Lo siento... —no sabía que más podía decir en una situación.
—Ya no la volveré a ver, no vale, es súper injusto...
—No sé qué decir para ayudarte a sentir mejor... —le susurró muy sinceramente.
—Nada, no se puede decir nada... —levantó la cabeza, se secó las lágrimas con las manos y la miró —. Vuelvo mañana a la ciudad, es el entierro y mis abuelos quieren que vaya, dicen que eso me ayudara a aceptarlo y que así podré decirle adiós.
¿Se va? Sí, lo había oído bien, su amigo la iba a dejar antes de lo previsto y probablemente no lo volvería a ver, o sí si volvía en las vacaciones al pueblo. Pero ahora no podía centrarse en eso, más que nada porque era egoísta, quien estaba mal era él. Sí, le dolería despedirse sin saber si habría un reencuentro, pero tenía que aceptarlo.
—¿Y qué quieres hacer hoy?
—No lo sé, es mi último día aquí, así que deberíamos aprovechar, pero por otro lado no quiero hacer nada.
—Podemos ver una peli. En el fondo es como hacer nada, solo tenemos que estar tirados en el sillón y comer palomitas, creo que cuadra bastante bien.
—¡Por eso eres mi mejor amiga! —gritó mientras se levantaba e iba corriendo al salón a pedirle una película a su abuela.
Al final "ver una película" se acabó convirtiendo en ver un maratón de casi todo lo que Disney había sacado hasta el momento, desde La Sirenita, pasando por Aladdin y terminando con Hércules, de entre otras. Les dejaron comer palomitas, sándwich con nocilla, golosinas y todo lo que se les antojó.
Se quedaron fritos en el sofá cama que habían abierto para poder estar más cómodos y ahí los dejaron hasta el día siguiente. Cuando se despertaron los abuelos de Marcos ya estaban con las maletas hechas y colocadas al lado de la entrada y se estaban tomando un café.
—¿A qué hora te vas? —le preguntó extrañada al ver que estaban preparados desde tan temprano.
—Temprano, tenemos que ir en autobús porque los pasajes de avión estaban muy caros y son como unas cuatro o cinco horas —se limitó a responder mientras se incorporaba.
—¡Buenos días dormilones! —exclamaba el abuelo —. Marcos, metete en la ducha y vístete que en nada tenemos que ir saliendo. Y Raquel, si quieres quédate a desayunar algo, tus padres seguramente estén durmiendo y dudo que te puedan abrir la puerta.
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Tú eres mi princesa y yo tu caballero
Teen FictionRaquel es una joven adolescente tímida, callada y reservada. Durante las vacaciones de Navidad viaja al antiguo pueblo de sus abuelos, en donde los recuerdos la empiezan a inundar y esa armadura con la que se protege se empieza a desvanecer. ¿Será c...