Cuenta atras

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Ya habían acabado las vacaciones de Navidad, había vuelto a clase, contenta, mucho más feliz, con más energía. Ya sabía lo que era tener un amigo, alguien con quien jugar y pasarlo bien. Quería volver a sentirse así.

Durante la media hora de descanso estaba lloviendo a mares, así que la tuvieron que pasar dentro del aula. Un grupo de niñas se puso en la pizarra a jugar al ahorcado; otros niños se sentaron en círculo, juntando las puntas de sus pies, mientras jugaban a zapatito blanco, zapatito azul; otras tres niñas estaban jugando a juegos de mano mientras cantaban "en la calle de la bomba"; otros estaban sentados en las mesas jugando a hacer dibujos y ver quien lo hacía mejor...

Raquel, con sus botas amarillas a juego con la diadema que le habían regalado durante las navidades, se dispuso a unirse a alguno de ellos. Fue grupo por grupo, preguntando si podía unirse, pero siempre había una excusa: O ya eran demasiados o ya habían empezado el juego.

Raquel nunca había jugado con ellos, pero no era tonta. Había visto como otras veces cuando algún niño pedía unirse lo aceptaban, le hacían un hueco entre todos y seguían por donde estaban, sin importar nada más. Había pillado la indirecta. Se sentó en su sitio y se puso a dibujar.

Se puso a dibujar un mundo mágico mientras las ideas pasaban por su mente.

—¿Qué estás haciendo Raquel? —le preguntó su profesora al fijarse que estaba apartada del resto de sus compañeros y mientras le cogía el dibujo.

—Dibujar —y empezó a hacer otro en otra hoja de papel.

—¿Y por qué no juegas con los demás niños de la clase?

—Porque prefiero dibujar —se limitó a mentir, por la experiencia que había tenido con sus padres, sabía que ningún adulto la entendería.

—Y cuéntame, ¿qué estás dibujando? ¿Son de algún dibujo animado?

—No.

—¿Y qué son? —preguntó curiosa mientras examinaba como la hoja estaba dividida en seis partes y como cada una parecía parte de una historia.

—Nada.

—Parece una historia, ¿me la vas a contar? ¿Dónde la leíste?

—En ningún lado, me la estoy inventando.

—Eso es bastante sorprendente —dijo mientras le devolvía la hoja que le había quitado —, aprovecha los quince minutos que quedan para que te dé tiempo de acabarla —comentaba con una sonrisa mientras se acercaba a mirar qué seguían haciendo los demás niños.

Y el curso siguió avanzando. No consiguió hacer amigos, pero tampoco podía decir que no lo había intentado. Se empezó a dedicar a mirar el calendario, a calcular cuánto tiempo quedaba para que llegaran las vacaciones de navidad, para poder ver a su amigo.

Iba al colegio todos los días. Atendía en clase, hacía las tareas, aprobaba los exámenes con notas bastante buenas. Los profesores la veían como una alumna ejemplar, y sus padres estaban orgullosos de ella. Durante los descansos se dedicaba a ir a la biblioteca, se ponía a inspeccionar todos los libros que había, a leérselos todos uno a uno, hasta que empezó a pedirle a sus padres que le compraran alguno para que ella tuviese algo con lo que entretenerse los fines de semana.

Terminó el curso, acabó el verano y empezó otra etapa: tercero de primaria. El primer día que entró en el aula se puso a examinar a sus compañeros uno a uno. No había ni uno nuevo, eran todos los mismos que los del curso pasado. Eso la deprimió bastante. Otro curso más avanzaba, y continuaba haciendo lo mismo que en el anterior, pero esta vez lo supo sobrellevar mejor.

Tú eres mi princesa y yo tu caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora