07| Adrián

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Narra Laura





Cuando llegué a mi casa mis padres habían salido con los de Marcos, como no, así que me fui a la cocina y me calenté los macarrones con queso que me había hecho mi madre, los cuales son mis preferidos. Mientras se calentaban los macarrones en el microondas yo fui a cambiarme de ropa ya que el uniforme es de todo menos bonito y cómodo. No me compliqué mucho a la hora de elegir conjunto y me puse unas calzonas negras con una camiseta de tirantes blanca por la que se transparentaba un poco mi sujetador, pero al fin y al cabo estoy en mi casa y nadie me ve; y una camiseta vaquera sin abrochar por encima. Decidí no ponerme nada en los pies ya que hace calor y prefiero ir descalza.

Una vez que ya estuve cambiada, me fui al baño y me lave las manos ya que otra cosa no pero la higiene de mis manos la llevo muy enserio. Cuando terminé fui a la cocina, saque los macarrones, los cuales ya estaban calientes, y comenzé a comérmelos.

Casi una hora después -me gusta comer con calma -, terminé de comer así qué llevé el plato al fregadero y le eché agua para que el tomate no se compactara en el plata por que luego cuesta mucho quitarlo. Algo aburrida me tumbé en el sillón y me puse a ver la telenovela Abismo de pasion ya que no hay otra cosa y que amo las telenovelas. Mi madre, desde muy pequeña, me estuvo poniendo telenovelas y, en vez de cogerles asco, me envicié a ellas. Que puedo decir, soy de vicio fácil.

Estaba tan concentrada viendo la televisión que ni cuenta me di que ya eran las seis de la tarde, tan solo hasta que mi padre no apareció por la puerta del salón que no me digné a mirar la hora.

—Hola, princesa —saluda mi padre mientras me daba un beso en la frente.

Sonrío, mi padre siempre tan cariñoso; lastima que no pueda tener ese cariño todos los días.

—Hola, papi —le saludo y fue cuando caí en la cuenta de que me faltaba alguién —. Papá, ¿y mama dónde está? —pregunto curiosa.

Mi padre rodó los ojos y eso me dio una ligera idea de donde y con quien estaba mi madre.

—Se ha quedado hablando con Carolina, ya sabes como le gusta hablar a tu madre pero imaginó que ahora subirá —me responde mi padre resoplando, cosa que me hizo gracia, mientras se apoyaba en una ventana de la cocina y se ponía a fumar.

Nuestro salón y cocina están unidos ambos por lo que para acceder a cualquiera de los dos no tienes más remedio que entrar por la puerta del salón. Es algo bueno, porque si te entra hambre y estás en el salón tan solo tienes que dar unos pocos pasos hasta llegar a la cocina.

—Qué bien os lleváis con los padres de Marcos, ¿no? —curioseo en tono casual, intentando ocultar la curiosidad mientras veia la tele.

No es que no me alegre porque mis padres hagan nuevos amigos, al revés, así no están tan encima de mí como de costumbre. Lo que ocurre es que justamente el hijo de sus amigos no me agrada porque me hace sentir mal cada vez que le veo con alguna chica.

—La verdad es que sí, son muy simpáticos —afirma mi padre mientras hechaba la ceniza del cigarro en el cenicero.

No le pregunté nada más, tampoco había mucho que preguntar. Seguí viendo la televisión hasta que alguien más entró en el salón interrumpiendo la paz que se había creado en el ambiente. Desvié la mirada hacia la mujer de pelo corto y estatura baja, al igual que yo, la cual me dio la vida hace catorce años.

—Hola, cariño —saluda mi madre alegremente.

Sonrío.

—Hola, mami —saludo yo en el mismo tono.

Enamorada de un gilipollas #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora