11| ¿Y qué te esperabas, qué te dijera que si salíamos?

2.2K 115 8
                                    

Narra Laura





Estaba demasiado feliz en ese momento, me sentía como en una nube de la cual no quisiera bajar nunca. Aún recordaba el beso que nos dimos hace unos instantes mientras mi vista estaba fija en el precioso atardecer. Pero entonces una duda me invadió, ¿qué se supone que pasará a partir de ahora?, ¿seguirá siendo igual a pesar del beso? Sé que para él puede no haber significado mucho pero para mí fue algo demasiafo importante, aún no me lo creía. Pero, aún que me encantaría repetir ese beso una y mil veces más, me asaltaba la duda de que seríamos ahora, no podemos ser amigos porque que yo sepa los amigos no se besan; novios menos, no veo a Marcos queriendo asentar cabeza con una y menos conmigo. Pero, ¿entonces qué somos?, ¿amigos con derecho?

—Marcos —le llamé pero al momento en que sus ojos marrones se posaron en mí me arrepentí de haberle llamado. Pero ya no había vuelta atrás así que respiré hondo y solté tímidamente la pregunta —¿Qué se supone que somos ahora?

El silencio se hizo presente y sentí una pequeña opresión en el pecho, me recriminé por preguntarle. Mordí mi labio inferior y desvié mi rostro a él, el cual parecía pensativo mirando el horizonte.

Pero entonces me mira y, por un segundo, sentí mi corazón pararse. Tragué saliva.

—Nada, solo somos amigos —me respondió tranquilamente con una sonrisa en sus labios.

Y mi corazón se volvió a parar pero esta vez las lágrimas también quisieron hacer de las suyas. Un gran dolor se instaló dentro de mí y, sin querer, comenzé a recordar cada una de las palabras que salieron de sus labios minutos atrás junto al beso. Le miré esperando que dijera algo más pero él tan solo me miraba con una estúpida sonrisa que hace tan solo unos minutos me hubiese encantado. Negué con la cabeza rápidamente.

—¿Cómo que solo somos amigos después de habernos besado? —pregunto atónita levantándome del suelo y sacudiendo mis calzonas las cuales tenían algo de arena.

Él imita mi acto y se levanta colocándose frente a mí. Tuve que alzar la vista ya que él era algo más alto que yo.

—¿Y qué te esperabas, qué te dijera que si salíamos? —preguntó irónico, yo permanecí callada —. Por favor, te creía más lista, peque. Si yo le pidiese a todas las chicas con las que me beso que si salimos, tendría muchísimas novias —me informa mirándome cínicamente.

Aquellas palabras estaban doliendo mucho más de lo jamás hubiese imaginado. Pero, en el fondo, no le culpo; total, aquí quien de verdad tiene la culpa soy yo por enamorarme de él.

—¿Entonces he de suponer que el beso no ha significado nada para ti? —pregunto con un hilo de voz aún sabiendo la respuesta. Mis ojos húmedos y yo tengo ganas de soltar las lágrimas.

Idiota, gritaba una y otra vez una vocecilla en mi cabeza.

—Por supuesto que ha significado algo —me contesta algo ofendido y aquella respuesta hizo que, por tan solo unos segundos, me ilusionase. Pero entonces tuvo que volver a abrir la boca: —... Y es que he ganado mi apuesta —dice orgulloso con una sonrisa victoriosa.

Le miro sin comprender a lo que se refiere, ¿apuesta?, ¿qué apuesta?

—¿Có... Cómo qué una apuesta? —pregunto yo al punto de soltar la primera lágrima.

—Hace dos semanas hize una apuesta con Lorena sobre cuanto tiempo tardaba en hacer que cayeras rendida a mis pies —me explica con una sonrisa hipócrita la cual desearía quitarle de un golpe —. Y me ha costado menos de lo que me imaginaba, ¿sabes? Pero bueno, ahora Lorena me debe un favor —me dice pícaro, algo dentro de mí se revuelve. Veo como se acerca a mí —. ¿Enserio te has creído que yo podría salir contigo? —pregunta divertido poniendo una de sus manos en mi mejilla, pero yo la aparto en seguida.

Enamorada de un gilipollas #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora