09| La playa (2)

2.3K 127 9
                                    

Narra Laura




Los rayos de sol entran por la ventana y me maldigo internamente por no acordarme a noche de bajar la persiona. Suspiro y me remuevo para darle la espalda a la ventana. Entonces me doy cuenta de que algo va mal. Me doy cuenta que a noche, cuando me dormí, no tenía unos brazos en mi cintura ni un cuerpo pegado al mío y algo presionando mi trasero. Abro los ojos al segundo, siento mi cuerpo húmedo por el inmenso calor que tengo. Bajo la vista encontrándome con un brazo musculoso y peludo rodeando con firmeza mi cintura, como si no quisiese soltarme. No hace falta que me dé la vuelta para saber quien es el dueño del brazo y de lo que está presionando en mi culo.

Despacio, para no despertarle, intento separarme, pero su brazo en mi cintura ejerce una fuerza mayor a la cual no puedo enfrentarme. Aún así lo vuelvo a intentar y fracaso estrepitosamente. Pero esta vez él se remueve un poco, apegándome aún más a su cuerpo, y murmura algo que soy incapaz de comprender. Por un segundo mi sádica mente se imagina una escena, años más tarde, en la que Marcos y yo nos levantamos juntos todos los días, de esta manera. Siento mi corazón latir a un ritmo desmesurado y me odio por ello y también por permitirme pensar en eso. Entonces, importándome una mierda si le despierto, me giro para quedar frente a él. Y en seguida me doy cuenta que ha sido mala decisión porque al segundo estoy mucho más cerca que antes de él y con su cara apoyada en mis pechos.

Ahogo un gemido por la sorpresa y rápidamente comienzo a empujarle lejos de mí. Marcos abre los ojos poco a poco, se soba estos con el dorso de su mano y me mira, con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa, peque? —cuestiona con voz ronca.

—Tú tenías la cabeza en mi —señalo la zona de mis pechos. Mis mejillas están sonrojadas y mi respiración es agitada —... Y luego tu —señalo su entrepierna en la cual se puede discernir algo abultado —... En mi culo.

Marcos me mira durante unos segundos, luego baja la vista mis pechos y paulativamente hacia su entrepierna, dándise cuenta de la erección. Regresa la mirada a mis ojos y esboza una pequeña sonrisa.

—Eres afortunada, muchas chicas, en tu lugar, no abrirían la boca. Bueno, sí, para mamar...

—Lo he entendido, no sigas —le interrumpo llevándome las manos a los oídos para no escucharle más.

Veo como gatea por la cama de matrimonio hasta arrodillarse frente a mí y, tomándome de las muñecas, aparta mis manos de los oídos.

—Mamármela —susurra divertido y, aprovechando que estoy entada, le doy una patada en la barriga.

—¡Guarro!

Me levanto de la cama y me alejo de él mientras éste se ríe por mi reacción. Por supuesto que sé que es una mamada y, algún día, yo también la haré, pero no quiero saber que le hacen otras chicas a Marcos en la intimidad porque me da asco y porque tampoco le gusta. Los malditos sentimientos encontrados renacen de nuevo.

Comienzo a caminar por la habitación en busca de mi móvil, pero antes coloco las cortinas para que el sol no me moleste más; y de paso para que no haga más calor en la habitación. Me abanico con la mano, mi frente y cuello están perlados por gotas de sudor; es asqueroso, pero, según biología, la única manera que tiene el cuerpo para mantener una temperatura corporal estable.

—Laura, ¿puedo hablar contigo? —pregunta mirándome fijamente. Me pongo un poco nerviosa, pero asiento con la cabeza.

Camino hacia la cama y gateo por ella hasta colocarme de rodillas frente a Marcos quien está sentado a modo indio. Curiosa, le pregunto sobre que quiere hablar conmigo. Parece que el asunto es más serio de lo que creo por que se coloca más recto de lo que ya estaba y se aclara la garganta. Durante los segundos que dura esas dos acciones yo no pierdo el tiempo y fijo mi mirada en sus abdominales bien marcados. La tentanción de pasar la mano sobre ellos es grande, pero mantengo las manos alejadas.

Enamorada de un gilipollas #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora