22| La beca

1.5K 91 7
                                    

Narra Laura








Después del día de fin de año tan solo nos quedamos dos días más antes de volver de nuevo; aunque sin muchas ganas, hecharía de menos el jacuzzi. Durante esos dos días, entre Marcos y yo, conseguimos que los demás se arreglasen por lo que volvemos a ser las tres parejitas felices de siempre y eso me alegra; lo que no me alegra tanto es descubrir que Laura no es la única que grita como una posesa cuando lo hace, aunque no se cual se las dos es peor. Mira que pensaba que yo hacía ruido cuando lo hacía con Marcos, pero es que ellas dos me superan con creces; si no fuese porque sabían que lo estaban haciendo hubiese pensado que estaban dando a luz al mismo tiempo y a trillizos.

Por desgracia todo lo bueno se acaba acabando y las vacaciones de invierno no se libran. Mañana empezaban de nuevo las clases y no tenía ganas, quería quedarme en la cama calentita viendo una película o salir con Marcos a cualquier lugar. Pero por desgracia no tengo ninguna máquina del tiempo para volver ql primer día de las vacaciones ni tampoco conozco a algún político importante para hacer que durante más.

Y aún sabiendo que mañana entraba a las ocho a clase me quedé hasta las dos de la mañana hablando con los chicos por un grupo de Whatsapp.

La alarma de mi móvil es la que me despierta después de tanto tiempo y las ganas de tirarlo contra la pared y volver a dormir me invaden, pero no lo hago; lo haría, pero mis padres no me iban a comprar otro así que me toca aguantarme. Resignada me levanto de mi cama y comienzo con el ritual de todas las mañana, solo que más temprano de lo normal. Mientras espero a que los cereales se hagan miro el calendario para ver cuando son las siguientes fiestas, bufo al ver que aún queda bastante, pero viendo el lado positivo..., ¡pronto es mi cumple! Bueno, pronto, pronto, no, aún quedan tres meses, pero ya queda menos.

Me tumbo en mi cama, sin importar que mi falda se haya subido dejando ver mi ropa interior que se puede apreciar a través de las medias que a pesar de ser gruesas se ven y me pongo a enredar con el móvil. Me meto en galería y no puedo evitar sonreír al ver las fotos que tengo con Marcos tanto en la nieve como meses atrás; tengo incluso en la playa, antes de discutir con ellos. Observo las doscientas cincuenta y ocho fotos que tengo solo en cámara; con cada foto, una sonrisa aparece en mi rostro. Me olvido incluso del impresionante sueño que tengo; aunque algunos bostezos salen de mi boca. Sigo mirando las fotos hasta que Marcos llama al timbre, no me levanto y espero a que entre. Mis padres esta semana entran de mañana y hace unos veinte minutos que se han ido a trabajar por lo que estoy sola. Escucho la puerta principal abrirse y luego cerrarse, mientras yo sigo enredando con el móvil, pero esta vez en vez de en galería en Instagram.

No presto atención cuando Marcos entra en mi habitación ya que estoy viendo que mi última foto en Instagram ha llegado a los trescientos me gusta y tiene cincuenta comentarios; algunos de gente que ni conozco, pero que aún así respondo. Abro los ojos como platos al sentir como Marcos se coloca entre mis piernas, lo que me obliga a dejar el móvil en la mesilla de noche e intentar bajar mi falda; aún, después de tanto tiempo, me da palo que me vea desnuda. Es estúpido, lo sé, y solo se me pasa cuando la cosa se calienta un poco más.

Observo como Marcos se coloca mejor, posa una de sus manos en mi muslo y la otra la colocó al lado de mi rostro para sostenerse.

—Me gustan estos recibimientos —susurra sobre mis labios, rozándolos.

Mordió mi labio inferior y yo cerré los ojos, como hacía siempre. Mis juguetonas manos comenzaron a acariciar el pecho de Marcos, cubierto por la chaqueta del chándal ya que supuestamente el uniforme le da alergia. Pero me detengo por unos largos segundos cuando sus labios se unen a los míos de una forma lenta y cariñosa, que poco dura ya que enseguida el ritmo sube a uno más rápido y fogoso. La mano que tenía sobre mi muslo fue subiendo hasta agarrar con fuerza mi nalga, mientras yo bajaba la cremallera del chándal y metía las manos por debajo de la camiseta, también del chándal.

Enamorada de un gilipollas #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora