Enamorada de un gilipollas #1

28| Adiós

Narra Laura

Mi cabeza duele, no sé identificar si es acausa de los tres Malibú con piña -que aún que parece poco, os aseguro que si los bebes muy deprisa puede ser mucho -, o por todo lo que lloré ayer. También estoy algo deshidratada, pero eso si lo puedo asociar con la cantidad de agua perdida ayer. Los recuerdo de a noche me golpean como un bate de metal, pero al instante los mando lejos; ya bastante lloré a noche, no quiero volver a repetirlo. No quiero levantarme de la cama porque eso significaría dar comienzo a otro día; un día en que él ya no es parte de mi vida y eso duele. Por suerte aún es finde semana, no sé como podría afrontar el hecho de estar, durante seis horas, en la misma clase y, para colmo, sentada a su lado. No podría, simplemente es superior a mí; por eso quiero irme.

Me levanto de la cama sin muchas ganas y salgo de mi habitación. La casa está en completo silencio, lo que significa que mis padres ya se han ido a trabajar. Camino sin mucho animo hasta llegar al baño, pero ni dos pasos doy cuando siento que me mareo y una fuerte arcada llega a mi garganta. Tapo con una mano mi boca para retener la bilis lo máximo posible mientras con la otra me apoyo en la pared. El mareo pasa a los pocos segundos y es cuando corro hasta el baño. Levanto la tapadera y comienzo a vomitar mientras con mis manos improviso una coleta que termina siento un moño mal hecho. Expulso todo y cuando lo hago me siento más aliviada, pero a asquerosa; mi aliento apesta a vomito. Tiro dde la cadena dejando que el agua se lleve la sustancia marrón, de olor espantoso y de aspecto sumamente asquerosa.

Durante un cortos minutos me apoyo contra la pared que está casi pegada al inodoro. Cierro los ojos, suspiro, y un millón de recuerdos, pensamientos y preguntas invaden mi cabeza produciéndome un insoportable dolor de cabeza. Algunas lágrimas resbalan por mi mejilla, pero brucamente las limpio con la palma de mi mano.

Me levanto del suelo decidida a dejar de autocomparecerme. Me acerco al lavabo y miro mi reflejo en el espejo. Diría que estoy horrible, pero sería quedarse muy corto. Chorretones de rimel caen desde mis ojos hasta mis sonrojadas mejillas. El pintalabios está completamente corrido, se podría decir que tengo más pintalabio en los alrededores de los labios que en los labios en sí; y lo que queda estará en la almohada junto al rimel, de tanto restregar mi rostro en ella. Tengo unas importantes ojeras bajo mis ojos, los cuales, a su vez, están inyectados en sangre de tanto haber llorado.

Abro el pequeño armario empotrado a la pared que está justo a mi izquierda -a mi derecha está la ducha -, y saco el paquete de toallitas desmaquilladoras. Cojo una y guardo el paquete de nuevo en su sitio. Mojo un poco la toallita, está algo seca, y la restriego por mi rostro para quitar cualquier rastro de mquillaje. Esta tarea me lleva unos cinco minutos, pero finalmente consigo un rostro limpio de maquillaje. Tiro la toallita a la pequeña papelera que hay al lado del inodoro y regreso al lavabo para poder echarme un poco de agua en la cara. Seco mi rostro y finalmente salgo del baño.

Camino por el pasillo de vuelta a mi habitación, seguramente a seguir llorando por Marcos, patético, lo sé. Pero antes de que pueda si quiera abrir la puerta mi estómago gruñe. Toco mi vientre, dándome cuenta del hambre que tengo. Cambio el rumbo y camino a la cocina. Al entrar lo primero que veo es el salón, ya que la cocina y el salón son de concepto abierto, separados tan solo por una barra americana. Llego a la cocina y mi vista va directa al trozo de papel que hay en la nevera, sujeto a esta por un imán. Recorro los pocos pasos que me separan de la nevera y tomo la nota entre mis manos. La leo:

Mama:

Cariño, papá y yo ya nos hemos ido a trabajar. No te hemos despertado porque se te veía muy agusto durmiendo.

Ya he llamado al colegio, te vas mañana por lo que ve haciendo la maleta. Espero que estés muy segura, no hay vuelta atrás.