15| Demuéstrame que me quieres

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Narra Laura





Nunca pensé que podría dormir tan bien y más si era sobre el pecho de un hombre que no fuese mi padre. Desde pequeña me gustaba dormir sobre el regazo de mi padre con la cabeza apoyada en su pecho, escuchando sus rítmicos latidos del corazón y con eso era capaz de dormir tranquila. Con el paso del tiempo y al hacerme mayor dejé de hacerlo, pero siempre conservaré esos gratos recuerdos; al igual que recordaré cuando mi madre no me quería comprar algo y era mi padre quien, a las espaldas de mi madre, me consentía con cualquier capricho. Y ahora, años más tarde, me encontraba en la misma situación solo que con un hombre distinto; aunque a los dos los quiero con locura, a mi padre por ser tan bueno y comprensivo conmigo cuando me entraban los arrebatos de niña de cinco años y a Marcos por enseñarme lo que es el amor, en este caso, el amor a primera vista. Sin duda, y cada vez que durmamos juntos, Marcos será mi almohada o mi osito de peluche; un osito buenorro y amoroso que me colma de besos y moratones en el culo de tanto tocarlo.

Me despierto extrañamente temprano, tan solo son las nueve y cuarto, pero yo no puedí seguir durmiendi asi que decidí que lo mejor sería levantarme. Con cuidado me aparto de él, intentando a toda costa no despertarle, pero viendo como duerme haría falta una orquesta para que se despertase. Le observo por última vez y me dirijo a la cocina a desayunar y donde están, para mi sorpresa, Laura y Carmen. Ambas tenían una cara de zombie muy parecida a la que seguramente yo tenga, pero en Laura había un brillo especial en los ojos y solo pude pensar en una cosa: que no hayan hecho cochinadas en MI cama. Estaban empezando a desayunar cuando yo llegué así que me preparé un café, cogí unos mini-donuts de chocolate con pepitas de chocolate blanco, lo sé, muy sano, y me senté en la mesa junto con mis amigas.

—¿Qué tal habéis dormido? —pregunto curiosa mientras hecho la tercera cucharada de azucar en mi café, me gustan las cosas dulces.

—Muy bien, eso de tener una cama grande para ti sola está muy bien —me respondió Carmen mientras cojía una magdalena.

Y mis predicciones se hicieron reales cuando terminó aquella frase. Como me lo había supuesto, Carmen no permitió que Alan durmira con ella en la misma cama al igual que hizo Laura cuando estuvimos en la playa. Pero no le vi durmiendo en el sillón asique..., ¿dónde coño ha dormido? No jodas que...

—¿Y Alan? —preguntamos Laura y yo al unísono.

—Pues le dije: «o duermes en el suelo o te vas de aquí» y él me respondió: «vale, vale, dormiré en el suelo». Y así hemos dormido —explicó tan natural que nos hizo reír a Laura y a mí. —. ¿Y vosotras qué tal? —pregunta curiosa y le da un sorvo a su vaso de ColaCao.

—Muy bien, he estado toda la noche abrazada a Gabi —responde Laura con una sonrisa tonta en su rostro mientras coge un cruasán de chocolate.

—Yo igual, Marcos es como un oso de peluche..., y que oso de peluche —respondo poniendo la misma cara que pone Homer Simpson cuando piensa donut.

La verdad es que después de probar a Marcos ya entiendo lo que siente Homer por un donut. Es una atracción física, solo que lo suyo acaba cuando se acaba el donut mientras que lo mío permanece intacto. Marcos es tan..., tan todo y yo soy tan..., tan infantil e inmadura que no entiendo que hace conmigo. Estoy segura que hay cientos de chicas mucho mejores que yo y que le pueden dar lo que él necesita mientras que yo aún soy una inmadura que encima es virgen, pero no entiendo como chavalas de mi edad pueden haber perdido la virginidad con cualquier extraño; yo no soy así, mi primera vez quiero que sea especial y con alguien a quien yo quiera, y claro está que la otra persona también me quiera.

—Que pervertida —dicen Carmen y Laura al unísono y yo ruedo los ojos dándole un sorbo a mi café.





Narra Marcos.

Enamorada de un gilipollas #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora