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La mano del bebé estaba extendida, sujetando el Mudhorn hacia atrás para que el Mandaloriano pudiera rematarlo. El Mudhorn se elevó en el aire mientras rugía tratando de acabar con ustedes tres.

Tropezando con sus pies, el Mandaloriano miró a la bestia, antes de volver a mirar a ti y al Niño. El Mudhorn se soltó y sorprendió al Mandaloriano. En su estado de sorpresa, el Mandaloriano apuñaló al Mudhorn con tu sable de luz, matándolo. La bestia y Mando se estrellaron contra el suelo embarrado, poniendo fin a su batalla.

Te enfocaste en el Niño. Yacía completamente desmayado por el esfuerzo. Usando tu propia energía, levantas una mano y revisas al bebé para ver si tenía alguna lesión. Cuando no encontraste ninguna, envías algo de tu fuerza vital al bebé para ayudarlo a recuperarse más rápido.

El mandaloriano se puso de pie y clavó el sable profundamente en el cuello del Mudhorn, antes de girar la hoja para quitarlo. Sosteniendo tu sable de luz a su lado, el Mandaloriano se dio la vuelta lentamente para mirarte a ti y al Niño. Cojeó lentamente hacia ustedes dos. Mirando al duende verde dormido, el Mandaloriano permaneció en silencio.

—Él te salvó la vida– jadeas mientras bajas la mano.

Podrías sentir que se enfría más y probablemente se vea más cansado de lo normal. Compartir Fuerza Vital entre especies siempre fue un asunto complicado y agotador, y rara vez se hacía.

El Mandaloriano te miró.

—Solo está dormido. Él usó toda su energía, así que le di la mía– agregaste.

El mandaloriano se alejó cojeando de ti y se dirigió hacia la cueva. Minutos después regresó con el Huevo que querían los jawas.

*

El cazarrecompensas se centró en el bebé mientras dormía a tu lado. Todavía no podía creer que el bebé le salvó la vida, y no podía creer que tú también le salvaste la vida, incluso cuando te iba a entregar al Cliente cuando su nave volviera a estar en orden.

—¿Sigue durmiendo?– preguntó Kuiil.

—Si– respondió el Mandaloriano.

—¿Estaba herido?

—No creo, no físicamente– respondió.

—Explícamelo de nuevo. Todavía no entiendo lo que pasó– Dijo Kuiil.

—Yo tampoco.

—¿Maia lo entendió?– Preguntó Kuiil.

—No estoy seguro. Ella dijo que le dio su energía, pero no sé qué significa eso– respondió el Mandaloriano.

—Cuando se despierte debes preguntarle. Ella no usa sus poderes para cualquiera. Ya no al menos– Dijo Kuiil.

El mandaloriano tarareó pensando. Tal vez por eso no le habías dicho, cuando te conoció no tuvo sospecha de que tuvieras ese tipo de habilidad y tampoco vio que portabas un sable.

—Y ella no comparte su sable de luz. Debes ser... importante para ella– Dijo Kuiil.

El mandaloriano no dijo nada mientras te miraba, antes de volver la mirada hacia el sol poniente.

El viaje a casa fue largo y tranquilo, lo que a nadie pareció importarle. Dormiste casi todo el camino, y solo te moviste cuando sentiste la mirada del mandaloriano sobre ti.

De vuelta en la nave de Mando, tus ojos se abrieron como platos ante el estado de desorden en el que se encontraba. Los Jawas realmente hicieron un número en ella. Saliste del remolque y caminaste bajo el timón de la nave, estudiando los restos.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora