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Al entrar bajo el rocío de la regadera, no puedes evitar que tu mente divague hacia él. Al recordar a Jyn, Baze y Chirrut habían despertado viejos sentimientos con los que creías haber lidiado hace mucho tiempo.

Cassian Andor.

Había sido tu primer amor, la razón por la que tenías un lugar al que ir en Arvala-7, en donde habías conocido a Kuill. Lo conociste después de volverte amiga de Mando, Cassian había suplantado el enamoramiento adolescente que tenías con el mandaloriano.

Había arriesgado su posición varias veces dentro de la Rebelión para escabullirse contigo, robarte besos y... follar al amparo de la oscuridad cuando debería haber estado planeando o preparándose.

El chorro de agua tibia relajó tus músculos, todos menos tu cerebro. Sentías la cabeza cargada de nostalgia y culpa. Solo unas pocas decisiones descaradas te habían impedido acompañar a Cassian, K2 y Jyn a Scarif.

Habías amado a Cassian con todo tu ser. Su aura plateada te había calmado de una manera que no sabías que un aura o una persona podría hacerlo. Cassian Andor hizo que la vida en esta galaxia imperdonable fuera un poco más llevadera desde que tus padres habían fallecido.

Cassian volvió a hacer la vida feliz.

Cuando huiste a Arvala-7 con Kuiil, estabas contenta con vivir el resto de tus días en el desierto bajo el sol abrasador, dejando que tu conexión con la Fuerza se desvaneciera en la nada por un breve momento. Pero sentías que algo que te faltaba y que te completara.

Y luego, te reencontraste con el Mandaloriano y volvió a hacer la vida feliz.

Al salir de la regadera, estiras la mano para agarrar la toalla que habías traído. La envolviste alrededor de tu cuerpo y comenzaste a frotar tu piel, eliminando la humedad que se adhirió.

Suspiras mientras te mirabas a ti misma en el espejo empañado. Habías amado a Cassian con todo su ser, pero no podías vivir y permanecer en el pasado. Tenías gente que valía la pena vivir por ahora.

Al pasar la cortina que conducía a tu habitación, entraste en la oscuridad. Encendiendo el interruptor de luz con tu mente, gritaste y apretaste la toalla contra tu pecho cuando viste a Mando sentado en el borde de tu cama con el Niño dormido en sus brazos sin armadura.

Nunca te acostumbrarías a ver a Mando solo con su camisa y pantalones. Se ponía la armadura todos los días y verlo sin ella se sentía extraño pero reconfortante de ver.

—No dejaba de llorar. Pensé que tu habitación lo calmaría lo suficiente hasta que salieras de bañarte– Mando explicó, manteniendo la cabeza inclinada hacia abajo, mirando al bebé.

Miraste tu cuerpo desnudo mojado y cubierto con una toalla antes de volver a mirar al mandaloriano en tu cama.

—Déjame vestirme y luego me lo llevaré– Dijiste, moviéndote hacia la mochila de la que vivías.

Regresaste apresuradamente al lugar más fresco, te pusiste la ropa al azar y regresaste a tu habitación. Mando miró hacia arriba cuando escuchó tus pies pisoteando el frío piso de metal, volviendo hacia él.

—Apaga las luces mesh'la– dijo. Dudando por un momento, te acercaste y apagas las luces dentro de tu habitación, y esperas a que Mando hablara de nuevo –Ven a la cama.

Caminaste los pocos pasos para llegar a tu cama, encontrándote gracioso que todavía supieras tu camino en la oscuridad después de haber estado fuera por tanto tiempo. Escuchaste a Mando arrastrando los pies, tirando de la funda de tu cama.

Te arrastraste a un lado de la cama y te acostaste, acurrucándote de lado. Dejaste que Mando arrastrara el edredón sobre tus piernas, dejando que la tela se asentara sobre tus caderas, antes de que se inclinara sobre ti y metiera al Niño en tu costado.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora