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Maratón 2/3

El mandaloriano sabía exactamente a quién necesitaba para conseguirte el regalo de cumpleaños perfecto, solo esperaba que estuviera aquí. Takodana era el hogar de la reina pirata y eso fue exactamente a quien encontró el Mandaloriano.

La cantina se quedó en silencio cuando el mandaloriano entró. Había estado aquí antes, hace muchas, muchas lunas, y sin embargo, de alguna manera, todo parecía igual que antes.

—Los cazarrecompensas no son bienvenidos– gruñó el tabernero.

—Estoy buscando a alguien– respondió el Mandaloriano.

—Afuera. Los mandalorianos no son bienvenidos– repitió el barman.

—Tonterías Gar'ek– dijo la mujer que estaba buscando el cazarrecompensas.

Todos los ojos estaban puestos en el cazarrecompensas cuando la reina pirata se le acercó. Sus pequeños ojos marrones como perlas miraron a la Mandaloriana mientras se quitaba las gafas. Una suave sonrisa se extendió por sus labios anaranjados.

—Ven conmigo– habló la reina pirata.

El Mandaloriano siguió a la reina pirata, ansioso por alejarse de las miradas indiscretas que acechaban cada uno de sus movimientos.

—Sé por qué has venido– Dijo Maz Kanata.

—¿Entonces tienes lo que busco?

—La savia del árbol uneti es rara. Y de Ahch-to
... es aún más raro– Maz dijo mientras conducía al Mandaloriano más profundamente en el sótano de la cantina.

—¿Qué tienes a cambio?– preguntó Maz mientras comenzaba a hurgar en varias cajas, buscando la pequeña vil savia que estaba buscando.

—Mi armadura. Un trozo– Aclaró el Mandaloriano.

Sabía que notarías una pieza faltante de su beskar inmediatamente. Eras tan observadora, y eso... esa era parte de la razón por la que el mandaloriano estaba enamorado de ti.

—¿Tu beskar?– preguntó Maz mientras se volvía para mirarlo –Ella debe ser importante– Maz soltó una risita.

—Lo es.

Maz se giró hacia las cajas y sacó un pequeño frasco redondo, que se arremolinaba con savia ámbar. Sus manos acunaron el frasco, mirando desde la savia hasta el cazarrecompensas que tenía delante.

El mandaloriano se quitó la cadera y se la extendió a Maz. Maz aceptó el beskar y lo examinó. Con un zumbido de satisfacción, Maz le entregó el frasco de savia sagrada.

—Dime...– preguntó Maz, todavía sosteniendo el frasco.

El Mandaloriano la miró, esperando que continuara.

—Si la amas, como dices que lo haces... ¿estás dispuesto a dejar que sea ella misma? Ella es de herencia Jedi. El mismo Jedi que luchó contra los mandalorianos.

—No importa de dónde venga– fue su respuesta instantánea.

—En ese caso...– dijo Maz, soltando el frasco –Deséale un feliz cumpleaños para mí.

Mientras el mandaloriano regresaba al Razor Crest, no podía sacarse las palabras de Maz Kanata de la cabeza.

¿Estaba dispuesto a amarte de verdad a pesar de tu ADN?

La respuesta inmediata fue sí. Y la respuesta más complicada, después de rondas y rondas de intentar razonar que no te amaba por tu lugar de origen, finalmente fue sí.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora