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—¿Por qué tenemos que ir a Chaaktil? Es el borde exterior, cualquiera podría reconocer al niño o a ti, en un abrir y cerrar de ojos– Mando discute contigo, pero no extrañas la forma en que dice "nosotros" en lugar de "tú". Y ciertamente no extrañas el tono de preocupación que intenta esconder detrás del codificador de voz.

—Necesito encontrar a alguien– semi-respondes y semi-evitas la pregunta de Mando, con la esperanza de que no presione más.

—Eso no responde a mi pregunta– afirma, acercándose a ti, invadiendo tu espacio personal.

Se para justo afuera de tu puerta, afuera de tu espacio. No ha estado dentro de tus aposentos desde que casi te desangraste en tu estantería improvisada. Todavía necesitaba arrancar esos estantes y comprarte una cama de verdad. No un catre, te merecías una cama de verdad.

No puede dejar de ver esta habitación, tu habitación, sin verte cubierta de sangre mientras tu vida se va drenando lentamente de ti.

Y luego lo llamaste por su nombre, que no había escuchado en años. Él había soñado con que dijeras su nombre todas las noches que los dos estaban en Sorgan, cuando los dos estaban alojados en diferentes lugares dentro del pueblo.

Pero ahora que ustedes dos y el Niño estaban confinados en el Razor Crest nuevamente, y la mente de Mando estaba literalmente consumida con el pensamiento de ti.

Lo miras fijamente, su pecho casi tocando el tuyo mientras inhalas. Puedes ver cómo desaparece en algún lugar de su mente, sus hombros se retraen ligeramente y su casco se inclina hacia adelante, más cerca de tu cara. Su pecho se mueve más lento mientras se toma su tiempo para inhalar y exhalar.

—¿Mando?– le preguntaste, colocando tu mano en su hombro.

Su mano agarra tu muñeca con brusquedad, impidiendo que te acerques a su casco. Tus ojos se abren un poco, sorprendidos por lo rápido que puede moverse con una armadura tan pesada, pero no tienes miedo. Que te agarre del brazo es solo un reflejo natural después de años de evitar que otros le quiten el casco a la fuerza en contra de su voluntad.

—¿Donde irias?– preguntas, tu voz suave mientras lo miras con ojos grandes.

—¿Hm?– Mando tararea, confundido por tu pregunta.

—¿Qué estabas pensando?

—Tú– responde honestamente mientras su casco se inclina ligeramente hacia los lados.

—¿Yo?– le preguntas, reflejando sus acciones.

Su mano no te suelta la muñeca, por lo que te ves obligada a mantener la mano presionada contra su hombro. Pero no le importa el contacto, de hecho le da la bienvenida.

Desde que te despertaste durante esa tormenta en Sorgan, con sus labios presionados contra tu cabello, envueltos en sus brazos, anhelabas su toque más que nada... pero luego él compartió lo sagrado que era su juramento y aplastó cualquier esperanza que tuvieras, de tocarlo así de nuevo.

—¿A quién necesitas ver en Chaaktil?– pregunta, evitando tu pregunta como si estuvieras tratando de evitar la suya.

Tus ojos se encuentran con su visera mientras inhalas, tratando de reunir el valor para decirle la verdad. Y en el tiempo que habías estado con el Mandaloriano, nunca le habías mentido, y no estabas a punto de empezar a mentirle.

—Si puedo encontrar un viejo amigo, él puede darme indicaciones para llegar a un conocido que pueda llevarme hasta un contrabandista de cristales kyber, uno que solía trabajar para el Imperio. Y si puedo encontrarlo, entonces puedo construir un nuevo sable de luz.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora