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Mando iba a matarte cuando descubriera que perdiste al Niño. Siseas escaneando tus alrededores.

Levantas un poco la mano a tu costado y trataste de sentir a través de la Fuerza en busca del bebé. Buscaste y no encontraste nada.

Viste al pequeño diablo verde calle abajo, jugando con un desintegrador viejo. Saliste corriendo cuando el bebé comenzó a llevar la parte del bláster hacia su boquita.

Levantando al bebé, le arrebataste la parte oxidada del desintegrador y la dejas caer al suelo. El niño se rió en tus brazos, mirándote con sus grandes ojos marrones que hacían que tu corazón se hinchara.

Suspiras aliviada y abrazaste al Niño contra tu pecho. Lo alejaste de ti, sosteniéndolo con los brazos extendidos para mirar su rostro arrugado.

—No vuelvas a hacer eso. Tienes que estar cerca de mí o de tu papá– declaras.

Tu papá... Las palabras resuenan en tu mente cuando los oídos del bebé se inclinan hacia atrás. Tu voz áspera y palabras severas deben haber transmitido el mensaje al pequeño.

—Solo queremos que estés a salvo– suspiras. El bebé arrulla como si te entendiera, pero tú lo sabes mejor. Va a hacer lo que quiera cuando quiera.

—Mantén a ese pequeño diablillo lejos de mis cosas– gruñó un hombre de aspecto reptil.

—Lo sentimos– te disculpaste, colocando al niño más cerca de tu pecho, tratando de protegerlo del reptil.

—¡Intentó comerse mis tornillos!– el hombre reptil te gritó, su acento te dejó en silencio.

Te agitó una bolsa llena de tornillos, tuercas y cosas, gritando en un idioma que no entendías.

La ira estalló dentro de ti cuando señaló al Niño con un dedo escamoso.

—No lastimó a nadie. Cálmese– regañaste, tratando de contener tu lengua. Pelear no era una buena opción.

—¡Se comió mis tornillos!

—Te vas a comer mi puño en un segundo– espetaste.

—¿Todo bien aquí?

Esa voz... su voz te hace girar para enfrentarlo mientras tu mano alcanza el sable. El hombre detrás de su puesto del mercado gruñó de nuevo.

—Los cazarrecompensas no son bienvenidos aquí.

—Tampoco lo son los traficantes de esclavos–Dijo el Mandaloriano, acusando al hombre escamoso.

El comerciante reptil gorgoteó algo en su lengua extranjera, lo que resultó en que el mandaloriano respondiera al comerciante.

El comerciante frunció el ceño y arrojó la bolsa de tuercas y tornillos sobre su mesa, gritó llamando la atención de algunos compañeros comerciantes, unos que parecían más aterradores que el anterior.

—Mira, nos vamos– Dijo el Mandaloriano, tratando de calmar la situación.

El comerciante reptil negó con la cabeza, advirtiéndole que no iba a dejar pasar esto. Se había cruzado una línea metafórica.

El brillante destello del fuego láser te cegó unos segundos antes de que sientas las manos del mandaloriano envueltas alrededor de tu cintura, tirando de ti hacia atrás.

Cuando su visión se aclara, ya se está alejando de los comerciantes que ahora lo persiguen. Tus pies se mueven por el suelo, corriendo como si tu vida dependiera de ello... y así fue.

Corriste detrás del Mandaloriano, zigzagueando por las calles de Rodia. La mano del Mandaloriano te agarró el codo, tirando de ti hacia los lados. Juntos, los tres se topan con un callejón oscuro. Jadeando, presionas la espalda contra las frías paredes.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora