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Mando sabe que algo va mal en el momento en que regresa a Razor Crest.

Todas las luces están apagadas y el barco está en silencio, lo que significa que el generador de energía estaba apagado y lo había estado durante algún tiempo.

Abre la rampa del Razor Crest y se mete dentro, alejándose del fuerte viento. Al entrar en la bodega de carga, Mando puede ver lo oscuro que está. O en realidad no puede ver, pero su casco lo ayuda.

El interior de la nave no es mucho más cálido que el exterior, lo que confirma sus sospechas de antes.

La energía de Razor Crest había estado apagada por algún tiempo. Su corazón da un vuelco cuando recuerda que te dejó a ti y al niño aquí hace dos días.

Mando asciende por la escalera hasta la cabina del piloto y te encuentra acurrucada en la silla del capitán, con el Niño bien sellado dentro de su cuna.

Tus rodillas están dobladas hasta tu pecho, mientras que tus brazos se empujan debajo para mantenerlos calientes. Una mirada pacífica se posa en tu rostro, haciendo que el mandaloriano entre en pánico... ¿Estaban muertos?

Se quita el guante y presiona sus dedos contra tu cuello, buscando el pulso. Segundos más tarde lo encuentra, débil y lento, pero ahí está. Mando suspira aliviado. Nunca se perdonaría a sí mismo si murieras bajo su vigilancia.

Él revisa al Niño y ve que le has dado todos los artículos de tela de la nave espacial, manteniéndolo caliente y a salvo del frío que consume la nave y el planeta entero. Cerrando el capó de la cuna para mantener el calor que se ha ido acumulando, Mando vuelve hacia ti.

Se da cuenta de cómo no tiemblas por el frío que obviamente te está afectando. La piel de gallina en tu piel revela que tienes frío, y la forma en que tu piel se ve opaca lo asusta, ¿cómo se había perdido esto? Estabas muerta de frío. ¿Cuánto tiempo llevas sin calefacción?

Te levanta y camina desde la cabina hasta su habitación. Dejándote suavemente en su cama, te mira fijamente. Apenas te mueves, lo que lo asusta más.

—Oh mesh'la... ¿qué hiciste?– murmura el mandaloriano, sabiendo que no puedes oírlo.

Te quita la ropa y te deja la ropa interior para darte un poco de pudor. Una vez que estás semi desnuda, se quita la armadura y la ropa, quedándose en calzoncillos y casco. Se cierne sobre ti, inseguro de sus movimientos.

¿Realmente iba a acurrucarse contigo, piel con piel después de años de no conocer el toque íntimo de otra persona?

Las respiraciones superficiales que das y tomas le recuerdan que esto no es algo íntimo, sino una necesidad. Te estás muriendo de frío y él también lo estará si no comparten el calor de su cuerpo.

Se arrastra sobre ti, acurrucándose en la cama con su hombro casi tocando la fría pared de metal. Estás casi encima de él, pero todavía hay espacio entre ustedes dos. Su corazón martillea en su pecho, preparándose para sentir tu piel suave contra la suya, para sentir el peso de ti encima de él, presionando completamente contra él. Él se acerca a ti, envolviendo sus brazos a tu alrededor.

Tus senos presionan contra su pecho, tu estómago contra el suyo. Tus piernas se enredan y el mandaloriano no está del todo seguro de cómo reaccionar. Tu piel es más suave de lo que él imaginaba. Tu cabello le hace cosquillas en el cuello, tus suaves y superficiales bocanadas de aire fantasman sobre sus clavículas, haciéndolo temblar debajo de ti.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora