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Maratón 1/3

Takodana fue uno de, si no los planetas más bonitos que jamás hayas pisado. Una exuberante vegetación cubrió el planeta, solo para ser interrumpida por lagos brillantes que se extendían por millas y millas a través de la superficie del planeta.

Este deslumbrante planeta era un punto de partida para aquellos en el Borde Interior, por lo que era un punto intermedio perfecto asentado en el Borde Medio para contrabandistas, fugitivos y exploradores.

Takodana les ofreció a los que abandonaban el Borde Interior una última muestra de la gran vida a la que se habían acostumbrado tanto, y para aquellos que se aventuraban hacia el interior desde el Borde Exterior... bueno, les dio una idea de cómo era la vida dentro del Borde Interior.

Habías estado en Takodana una vez, hace mucho, mucho tiempo con tus padres. Antes de comenzar a entrenarte, te llevaron en todas sus excursiones a pesar de que eras una niña. Y uno de los primeros lugares a los que viajaron fue Takodana para reunirse con la Reina Pirata.

Y el Castillo que pertenecía a la Reina Pirata era uno de los lugares más seguros de la galaxia. Había una regla que todos tenían que seguir, y era sin violencia de ningún tipo, lo que significa que ningún cazarrecompensas podía entrar al edificio para cobrar una recompensa, y a los que tenían un precio por su cabeza se les ofrecía ayuda por un día. Y si querían quedarse más tiempo, el precio para permanecer en el Castillo era alto.

Tan pronto como bajó la rampa, el niño se tambaleó por la losa de metal, caminando ansiosamente hacia el lago Nymeve. Si no estuvieras tan distraída con la vista, tendrías que perseguir al Niño para evitar que se alejara demasiado.

Te quedas en el umbral, mirando el lago Nymeve. Sus aguas cristalinas brillaban bajo el sol alto en el cielo igualmente claro. Los pájaros y los insectos gorjeaban mientras una suave brisa flotaba entre los árboles. A pesar de no poder recordar mucho de tu época de niña con tus padres, la vista se ve y se siente familiar.

—Es hermoso, ¿no?– Mando preguntó desde tu lado, haciéndote saltar un poco. Tu cabeza se movió a regañadientes para mirarlo en lugar del paisaje que te roba el aliento.

—Sí, pero apuesto a que tú eres más– dijiste antes de que pudieras siquiera pensar.

Te congelaste y mantuviste tus ojos enfocados en el Niño mientras caminaba por la hierba. Los nervios comenzaron a arder en tu pecho, haciéndote sentir como si estuvieras en combustión en cualquier momento.

Con los ojos muy atemorizados, echas un vistazo al mandaloriano a tu lado y le rezas al creador para que no acabaras de estropear la extraña relación que tenías con él. Tus palmas comenzaron a sudar mientras permanecían en silencio, mirándose el uno al otro.

Los chillidos de alegría del niño atravesaron el aire, dándote el escape que necesitabas. Rápidamente descendiste por la rampa, abriéndote camino hacia donde estaba el niño.

—¿Cómo pudiste haber sido tan estúpida? ¿No pensaste antes de abrir la boca?– te siseaste a ti misma mientras te acercabas al niño.

Te inclinaste, dándole al Mandaloriano una vista perfecta de tu trasero, y levantaste al Niño del suelo mientras intentaba agarrar un insecto. Él arrulló de alegría cuando lo subiste a tu cadera.

—Si, no pensé– dices, hablando contigo misma mientras miras al Niño.

Chirría como si te estuviera respondiendo. Sus grandes ojos marrones te miran fijamente mientras busca tu mano libre, sus pequeños dedos agarrando la tuya.

 𝖳𝗁𝖾 𝗋𝖾𝗐𝖺𝗋𝖽 | Din Djarin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora