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«¿Cuánto tiempo más debo esperar antes de poder sacar a la mocosa de aquí?»

Kim Taehyung echó un vistazo a su reloj. Otros cinco minutos más, decidió. Observó cómo el sirviente que pasaba con la bandeja de bebidas se paraba a adularla.

«Disfrútalo, señora. Pasará mucho tiempo antes de que puedas volver a hacerlo.»

Mientras MinHo le mostraba al juez un jarrón antiguo, Tae contempló las piernas de su nueva esposa, expuestas ante todo el mundo gracias a eso que ella llamaba vestido de novia. Eran delgadas y bien proporcionadas, lo cual le hizo preguntarse si el resto de ese cuerpo femenino, oculto a medias por la chaqueta, sería igual de tentador. Pero ni siquiera el cuerpo de una sirena lo compensaría de tener que casarse a la fuerza.

Recordó la última conversación que mantuvo con el padre de la novia.

—Es maleducada, atrevida e irresponsable -había dicho Hwang MinHo -Su madre fue una mala influencia para ella. No creo que sepa hacer algo útil. Por supuesto, no es todo culpa suya. Mi hija estuvo pegada a las faldas de su madre hasta que murió. Es un milagro que no estuviera a bordo del barco la noche que se incendió. Tienes que tener mano dura con mi hija, Tae, o te volverá loco.

Lo poco que Tae había visto de su nueva esposa hasta ahora no le habían hecho dudar de las palabras de MinHo. La madre, Lani, había sido una modelo famosa hacía treinta años. Como los polos opuestos se atraen, Lani y MinHo habían tenido una aventura amorosa cuando él comenzaba a destacar como experto en política exterior; _____ era el resultado.

MinHo le había asegurado a Tae que le había propuesto matrimonio a Lani cuando ésta se quedó embarazada inesperadamente, pero ella se había negada a sentar cabeza. No obstante, Minho había insistido en que siempre había cumplido con su deber de padre hacia su hija ilegítima.

Sin embargo, todo indicaba lo contrario. Cuando la carrera de Lani había comenzado a desvanecerse, se había convertido en asidua de fiestas y saraos. Y donde quiera que Lani fuera, su hija la acompañaba.

Al menos Lani había tenido una profesión, pensó Tae, pero la muchacha no parecía haber hecho nada útil en la vida.

Mientras miraba a su esposa con más atención, observó algún parecido con Lani. Tenían el mismo color de pelo, oscuro como el ébano, y sólo las mujeres que no salían de casa más de una vez al día podían tener esa tez levemente tostada. Sus ojos eran de un café inusual, no claros, tampoco oscuros. Pero ella era más menuda -también parecía más frágil- y no tenía los rasgos tan marcados. Por lo que recordaba de viejas fotos, el perfil de Lani había sido casi masculino, mientras que el de su hija era mucho más suave, especialmente en la nariz y en aquella boca absurdamente dulce.

Según MinHo, Lani tenía un carácter fuerte, pero era corta de entendederas, otra cualidad que la pequeña cabeza hueca con la que se había casado parecía haber heredado. No era exactamente la típica chica bonita y tonta -era demasiado culta para eso, -pero a él no le costaba imaginársela como el caro juguete sexual de un hombre rico.

Tae siempre había elegido con cuidado a sus compañeras de cama, y aunque le atraía ese pequeño cuerpo, prefería otro tipo de mujer, una que fuera algo más que un buen par de piernas. Le gustaban las mujeres que fueran inteligentes, ambiciosas e independientes y que no se guardaran nada para sí mismas. Podía respetar a una mujer que lo mandara a la mierda, pero no tenía paciencia con lloriqueos y pataletas. El mero hecho de pensar en eso hacía que le rechinasen los dientes.

Al menos tenerla bajo control no sería un problema. Miró a su esposa y curvó una de las comisuras de la boca en una sonrisita sardónica.

«La vida tiene maneras de poner a las pequeñas chicas ricas y mimadas en el lugar que les corresponde. Y, nena, eso es lo que te acaba de pasar.»

Al otro lado de la habitación, la muchacha se detuvo delante de un espejo antiguo para mirarse. Lo hacía por costumbre, no por vanidad. Para Lani, la apariencia lo era todo.

Vio acercarse a su novio por el reflejo del espejo. Compuso una sonrisa educada y se dijo a sí misma que todo saldría bien. Tenía que ser así.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora