36 | contenido explicito

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Taehyung inclinó aún más la cabeza y cubrió los labios de ella con los suyos. Los dos se estremecieron. ¡Santo Dios, qué dulces eran! Su esposa debía de haberse comido una de las ciruelas maduras que había en una bolsa sobre el mostrador, porque él podía saborear la fruta en su boca.

La joven entreabrió los labios, pero el movimiento fue titubeante, como si aún no hubiera tomado una decisión. A él le resultó muy excitante esa aceptación tímida e insegura. En ese momento decidió que no le daría más tiempo para pensar, y la estrechó contra su cuerpo.

Fuera del pequeño mundo de la caravana, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia, que golpearon el techo metálico con un ligero y agradable repiqueteo. El sonido era hipnótico y tranquilizador. El ruido de la lluvia los aislaba, los apañaba del resto del universo y los llevaba a un lugar íntimo y acogedor.

_____ suspiró contra los gentiles y pacientes labios de su marido. La medalla esmaltada que colgaba del cuello masculino se rozaba contra ella y, cuando él le pasó la punta de la lengua por la sensible superficie interior del labio inferior, una oleada de calor le atravesó las venas. En ese momento todos sus principios morales se evaporaron, y cualquier idea que hubiera tenido de rechazarlo se esfumó. Ella había deseado eso desde el principio y ya no podía reprimir la fuerza que la impulsaba hacia él.

Se rindió y separó los labios, dejándole entrar.

Él se tomó su tiempo y, cuando le invadió la boca, el beso fue completamente arrebatador. _____ respondió con fervor y él le permitió indagar todo lo que quiso.

Ella introdujo la lengua entre los labios de Tae, besando las comisuras de esa boca dura, explorando el interior una y otra vez. Rodeó los hombros de su marido con los brazos y se puso de puntillas para mordisquearle la oreja. Le dejó la marca de los dientes en la curva de la mandíbula antes de regresar de nuevo a su boca.

Entraba y salía.

Se retiraba e indagaba.

Y dentro otra vez.

Se sentía cada vez más excitada, una excitación alimentada por la respiración entrecortada del contrario y por la sensación que le provocaban sus manos, estrechándola con fuerza: una en la cintura, otra magreándole las nalgas. ¿Cómo podía haber tenido miedo de él? La imagen de los látigos guardados bajo la cama apareció en su mente, pero ella la ignoró. Tae no le haría daño. No podría.

La joven lamió el dulce camino entre el cuello y el pecho de su marido y hurgó con la punta de la lengua el torso hasta llegar a la piel de debajo. La respiración de Tae era ahora más rápida y, cuando habló, su voz sonó ronca.

—Si es así como besas, ángel, no quiero ni pensar en cómo... —gimió cuando ella encontró la tetilla.

_____ le subió los brazos al cuello y uno de los dedos se le quedó atrapado en la cadena de oro que sostenía la medalla esmaltada. Esos besos ardientes y esas caricias tentadoras eran tan deliciosos que no tenía suficiente. El cuerpo de Tae era ahora suyo para explorarlo a placer, y ella ansiaba conocer cada centímetro de él.

—Quiero quitarte la toalla —susurró.

Tae le hundió los dedos en el pelo. Ella alargó el brazo hacia el nudo, pero él le atrapó la mano.

—No tan rápido, cariño. Primero enséñame tú algo.

—¿Qué quieres ver?

—Lo que tú quieras.

—Con este maillot no dejo nada a la imaginación —Aun así quiero verte más de cerca.

Ella sabía que el sexo podía ser excitante, pero no había esperado el sensual tono provocador en la voz de Tae. De repente pensó que quizá debería decirle que era virgen, pero entonces él creería que era un bicho raro. Y lo cierto es que Tae nunca lo sabría si ella no se lo decía. Al contrario de lo que decían los libros románticos, los frágiles hímenes no sobrevivían a veinticuatro años de exámenes médicos y ejercicio físico.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora