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_____ tragó saliva.

—¿Quieres que me desnude?

Sabía que parecía idiota, pero Tae la había cogido por sorpresa. ¿Qué quería decir exactamente con que «se sentía violento»?

Miró al otro lado de la caravana el látigo que él había dejado enrollado sobre el brazo del sofá. Sabía que le había asustado muchísimo al decirle que lo amaba, pero ella no se había esperado esa reacción. Aun así, sabiendo que aquél era un tema delicado para Tae, debería haber imaginado que reaccionaría de manera exagerada.

—Deja de perder el tiempo. —Tae se quitó la camiseta. Los vaqueros le caían a la altura de las caderas, haciéndole parecer oscuro y peligroso. Estaba medio desnudo y mostraba esa flecha de escaso vello que le dividía el estómago plano en dos y que indicaba el camino del peligro con la misma sutileza que un letrero de neón.

—Cuando dices que te sientes violento... —Quiero decir que es el momento de mostrarte algo diferente.

—Para ser sinceros, no creo que aún esté preparada para eso.

—Pensaba que habías dicho que me amabas, _____, demuéstramelo. —Definitivamente Tae la estaba retando, y _____ contó mentalmente hasta diez. —No soy de esos hombres románticos que regalan flores. Lo sabes. Me gusta el sexo. Me gusta practicarlo a menudo y no me gusta contenerme.

«¡Dios! Sí que le había asustado.» _____ se mordisqueó el labio inferior. A pesar de lo que ella había dicho antes, Tae no era previsible, así que debía ser cautelosa. Por otra parte, Tater y sus compañeros le habían ensenado una regla básica para tratar con bestias grandes. Si retrocedes, te aplastan.

—Muy bien —dijo. —¿Qué quieres que haga?

—Ya te lo he dicho. Desnúdate.

—Te he dicho que quería hacerte el amor, nada más.

—Quizá yo no quiera hacer el amor. Quizá sólo quiera coger.

Era un cebo; uno que, evidentemente, Tae quería que picara. _____ tuvo que morderse la lengua para no caer en la trampa. Si perdía la calma le estaría siguiendo el juego, que era justo lo que él quería. Tenía que hacerle frente de alguna manera y tenía que ser ella la que dictara las normas. Lo amaba demasiado para dejar que la intimidara.

Consideró sus opciones, luego se levantó de la cama y comenzó a desnudarse. Él no dijo nada; se limitó a observarla. _____ se quitó los zapatos y se deshizo del maillot, pero cuando se quedó en bragas y sujetador, se detuvo indecisa. Tae estaba muy excitado, un hecho que revelaban los ceñidos vaqueros, y su estado de ánimo era tan volátil que ella no sabía qué esperar. Quizá lo mejor sería distraerlo. Puede que de esa manera lograra ganar un poco de tiempo.

Desde la charla que había mantenido con su padre, _____ no había tenido oportunidad de hablar con Tae sobre su asombroso origen. Si ahora sacaba el tema a colación, puede que le pillara desprevenido. Una conversación sobre sus orígenes familiares podría calmar el imprevisible humor de su marido.

—Mi padre me ha dicho que tu padre era un Joseun.

—Quítame los vaqueros.

—Y no cualquier Joseun. Me ha dicho que eres el nieto del emperador Sunjong.

—No quiero tener que repetírtelo.

Tae la miró con tal arrogancia que no le resultó difícil imaginarlo sentado en el trono de mientras le ordenaba a alguna de las obstinadas mujeres Hwang que se lanzara al vacío.

—Dice que eres el heredero de la corona.

—Calla y haz lo que te digo.

_____ contuvo un suspiro. «Señor, qué difícil estaba siendo.» Parecía que no había nada como una declaración de amor para que se lanzara al ataque. A _____ le costó trabajo sostenerle la mirada con algo de dignidad cuando sólo llevaba puesta la ropa interior y él parecía tan alarmantemente omnipotente, pero lo hizo lo mejor que pudo. Estaba claro que ése no era el momento adecuado para obtener las respuestas que deseaba de él.

—Y cuando me quites los vaqueros, hazlo de rodillas —le dijo Tae con desdén. «¡Estupido insufrible!» Él apretó los labios.

—Ahora.

_____ respiró hondo tres veces. Nunca hubiera imaginado que él la presionaría de esa manera. Le sorprendía cómo reaccionaba un hombre bajo los efectos del miedo. Y ahora tenía intención de presionarla para que ella retirara aquella declaración de amor. ¿Cuántos tigres tenía que domesticar en un día?

Al estudiar los arrogantes ojos entornados de Tae, la llamarada insolente de sus fosas nasales, _____ sintió una inesperada oleada de ternura. Pobrecito. Se enfrentaba al miedo de la única manera que sabía y castigarlo sólo lo pondría más a la defensiva. «Oh, Tae, ¿qué le hizo el látigo de tu tío?»

Lo miró a los ojos y se puso de rodillas. La inundó una oleada de sensaciones al ver lo excitado que estaba. Ni siquiera el miedo podía evitarlo. Tae cerró los puños.

—¡Maldita sea! ¿Y tu orgullo?

_____ se sentó sobre los talones y miró aquella cara dura e inflexible; esa combinación de pómulos marcados y profundas sombras, así como las pálidas líneas de tensión que le enmarcaban la boca.

—¿Mi orgullo? Está en mi corazón, por supuesto.

—¡Estás permitiendo que te humille!

Ella sonrió.

—Tú no puedes humillarme. Sólo yo puedo rebajarme. Y me arrodillo ante ti para desnudarte porque eso me excita.

Un traidor silencio se extendió entre ellos. Tae parecía muy torturado y a _____ le dolió verlo así. Se inclinó hacia él y apretó los labios contra aquel duro abdomen, justo encima de la cinturilla de los vaqueros. Le dio un ligero mordisco, luego tiró del botón hasta que cedió bajo sus dedos y le bajó la cremallera.

A Tae se le puso la piel de gallina.

—No te comprendo en absoluto. —Su voz sonó áspera.

—Creo que a mí sí. Es a ti mismo a quien no comprendes.

Tae la agarró por los hombros y la hizo ponerse en líe. Sus ojos parecían tan oscuros e infelices que ella no podía soportar mirarlos.

—¿Qué voy a hacer contigo? —dijo él.

—¿Quizá corresponder a mi amor?

Tae respiró hondo antes de cubrirle la boca con la suya. _____ sintió su desesperación, pero no sabía cómo ayudarle. El beso los capturó a los dos. Los envolvió como un ciclón.

[CE]

_____ no supo cómo se despojaron de la ropa, pero antes de darse cuenta estaban desnudos sobre la cama. Una sensación cálida y ardiente comenzó a extenderse por su vientre. La boca de Tae estaba en su hombro, en sus pechos, rozándole los pezones. La besó en el vientre. Ella abrió las piernas para él y permitió que le subiera las rodillas.

—Voy a tocarte por todas partes —le prometió él contra la suave piel del interior de sus muslos. Y lo hizo. Oh, cómo lo hizo. Puede que no la amara con el corazón, pero la amaba con su cuerpo, y lo hizo con una desenfrenada generosidad que la llenó de deseo. La joven aceptó todo lo que él quiso darle y se lo devolvió a su vez, usando las manos y los pechos, la calidez de su boca y el roce de su piel.

Cuando finalmente él se hundió profundamente en su interior, ella lo envolvió con las piernas aferrándose a él.

—Sí —susurró la chica. —Oh, sí.

Las barreras entre ellos desaparecieron y mientras buscaban juntos el éxtasis, ella comenzó a murmurar:

—Oh, sí. Me gusta eso. Me encanta... Sí. Más profundo. Oh, sí. Justo así...

Siguió susurrando aquellas palabras, guiada, por el instinto y la pasión. Si dejaba de hablar, él trataría de olvidar quién era ella y la convertiría en un cuerpo anónimo. Y eso no podía consentirlo. Era _____. Era su esposa.

Así que habló, se aferró a él y juntos alcanzaron ti éxtasis. Finalmente, la oscuridad dejó paso a la luz.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora