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El tigre estaba en la franja de hierba que había entre la casa de fieras y la parte trasera del circo. La puerta de su jaula estaba abierta; se había roto una de las bisagras. El animal tenía las orejas levantadas y sus profundos ojos negros se habían clavado en algo que estaba a menos de tres metros de él.

La pequeña de las mejillas sonrosadas. La niña se había separado del resto de la clase y había sido su penetrante grito lo que había captado la atención de Sinjun. La pequeña chillaba despavorida aunque permanecía quieta; la mancha que se le extendía por el babi del jardín de infancia indicaba que se había hecho pis.

Sinjun respondía a los gritos, revelando sus afilados y letales dientes, curvos como cimitarras, diseñados para mantener inmóvil a su presa mientras la despedazaba con las garras. La niña volvió a soltar aquel chillido penetrante. Los poderosos músculos de Sinjun se tensaron y _____ palideció. Sintió que el tigre estaba a punto de saltar. Para Sinjun, aquella niña que agitaba los brazos y gritaba sin parar era uno de sus más amenazadores enemigos.

Neeco apareció de la nada y corrió hasta Sinjun. _____ vio la picana en su mano y dio un paso adelante. Quería advertirle que no lo hiciera. Sinjun no estaba acostumbrado a las descargas. No se acobardaría de la misma manera que los elefantes, sólo se enfurecería más. Pero Neeco estaba reaccionando de manera impulsiva, con la intención de contener al tigre de la única manera que sabía, como si Sinjun no fuera más que un elefante revoltoso.

Cuando Sinjun le dio la espalda a la pequeña, girándose hacia Neeco, Tae se acercó con rapidez por el lado contrario. Se acercó a la niña y la cogió entre sus brazos para llevarla a una zona segura.

Y luego, todo pasó en un instante. Neeco presionó la picana en el hombro del tigre. El animal se revolvió enloquecido, rugió lleno de furia y lanzó su enorme cuereo contra Neeco, tirando al domador al suelo; Neeco soltó la picana que rodó fuera de su alcance.

_____ nunca había sentido tanto terror. Sinjun iba a atacar a Neeco y ella no podía detenerlo de ninguna manera.

—¡Sinjun! —gritó desesperada.

Para sorpresa de la joven, el tigre alzó la cabeza. _____ no sabía si había respondido a su voz o a otro tipo de instinto. Se acercó a él, a pesar de que le temblaban tanto las rodillas que apenas podía mantenerse en pie. No sabía qué iba a hacer. Sólo sabía que tenía que actuar.

El tigre permaneció encorvado sobre el cuerpo inmóvil de Neeco. Por un momento _____ pensó que el entrenador estaba muerto, pero luego se dio cuenta de que permanecía quieto a la espera de que el tigre se olvidase de él.

Ella oyó la tranquila pero autoritaria voz de Tae.

—_____, no des un paso más.

Y luego la de su padre, más chillona.

—¿Qué estás haciendo? ¡Regresa aquí!

_____ los ignoró a los dos. El tigre se giró ligeramente y se quedaron mirando fijamente el uno al otro. Los dientes afilados y curvos del animal estaban al descubierto, tenía las orejas aplastadas contra la cabeza y la miraba de una manera salvaje. _____ sintió que estaba aterrorizado.

—Sinjun —dijo ella con suavidad. Pasaron unos segundos. _____ vio un destello de pelo rojizo entre Sinjun y la carpa principal; era el pelo llameante de Sheba Park. La dueña del circo corría hacia Tae, que ya había dejado a la niña en los brazos de la maestra. Sheba le dio algo a Tae, pero _____ estaba demasiado aturdida para deducir lo que era.

El tigre pasó por encima del cuerpo de Neeco y centró toda su feroz atención en ella. El animal tenía todos los músculos tensos y preparados para saltar.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora