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Tae clavó los ojos en la puerta por donde acababa de desaparecer Heather, luego miró a su esposa.

—La tuya ha sido la peor actuación que he visto en mi vida. ¿De verdad has dicho que le vas a impedir que te robe el marido o me lo he imaginado?

—Heather se lo ha creído y eso es lo único que cuenta. Después de lo que le has dicho era necesario que alguien la tratara como a una mujer adulta.

—No pretendía herir sus sentimientos, pero ¿qué querías que hiciera? No es una adulta. Es una niña.

—Te ha ofrecido su corazón, Tae, y tú lo has rechazado como si no valiera nada.

—No sólo me ha ofrecido su corazón. Un poco antes de que llegaras me dejó bien claro que su cuerpo también iba incluido en el lote.

—Está desesperada. Si hubieras aceptado, se hubiera desmayado del susto.

Él se estremeció.

—Una quinceañera no está en mi lista de perversiones favoritas.

—¿Qué clase de perversiones...? —_____ se mordió la lengua. ¿Cuándo iba a comenzar a pensar antes de hablar?

Tae le brindó una sonrisa enloquecedora que le puso la piel de gallina.

—Será más divertido que lo vayas averiguando poco a poco.

—¿Por qué no me lo dices ahora?

—Espera y verás.

_____ lo observó.

—¿Incluye algo con...? No, claro que no.

—Estás pensando en los látigos otra vez.

—No, por supuesto que no —mintió.

—Bien. Porque no tienes por qué preocuparte de eso. —Tae hizo una pausa significativa.

—Si lo hago bien no duele en absoluto.

_____ abrió los ojos de par en par.

—¡Deja de hacer eso!

—¿El qué?

La expresión inocente de Tae no la engañó ni por un instante.

—Deja de plantar todas esas dudas en mi cabeza.

—No soy yo quien planta dudas en tu cabeza. Lo haces tú sólita.

—Sólo porque tú sigues diciendo esas cosas. No me gusta que me tomes el pelo. Sólo tienes que responderme sí o no. ¿Alguna vez le has dado latigazos a una mujer? —¿Sólo sí o no?

—Eso he dicho, ¿no?

—¿Sin ninguna aclaración?

—Sin ninguna aclaración.

—Bueno, entonces sí. Sí, definitivamente le he dado latigazos a una mujer.

—Vale, será mejor que me lo aclares —dijo ella débilmente tragando saliva.

—Lo siento, cariño, pero ya te he respondido. —Con una amplia sonrisa, él se sentó detrás del escritorio. —Tengo mucho trabajo que hacer, quizá sea mejor que me digas para qué querías verme.

Pasaron varios segundos antes de que Daisy lograra recordar lo que la había llevado hasta allí.

—Se trata de Glenna.

—¿Qué pasa con ella?

—Es un animal grande y su jaula es muy pequeña. Necesita una nueva.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora