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Dos horas más tarde, _____ regresaba a la caravana acompañada de su enorme mascota cuando vio a Heather practicando con los aros cerca del campo de juego. Ahora que ya no estaba tan cansada, _____ había podido recordar con claridad lo sucedido la noche en que había desaparecido el dinero y pensó que era el momento apropiado para hablar con la chica.

Heather dejó caer un aro cuando ella se acercó, y mientras se agachaba para recogerlo, miró a _____ con cautela.

—Quiero hablar contigo. Heather. Vamos a sentarnos en las gradas.

—No tengo nada que hablar contigo.

—Estupendo. Entonces hablaré yo. Muévete.

Heather la miró con resentimiento pero respondió a su tono autoritario. Después de recoger los aros, siguió a _____, arrastrando las sandalias.

_____ se sentó en la tercera fila y Heather lo hizo una fila más abajo. Tater localizó un lugar cerca de la segunda base y comenzó a revolcarse en el lodo, que es lo que hacen los elefantes para enfriarse.

—Supongo que vas a largarme un rollo por lo de Tae.

—Tae está casado, Heather, y el matrimonio es un vínculo sagrado entre un hombre y una mujer. Nadie tiene derecho a intentar romperlo.

—¡No es justo! No te lo mereces.

—No eres quién para juzgar eso.

—¿De verdad eres tan santurrona?

—¿Cómo voy a ser santurrona? —dijo con voz queda. —Soy una ladrona, ¿recuerdas?

Heather se llevó los dedos a la boca y comenzó a morderse las uñas.

—Todos te odian por haber robado ese dinero.

—Ya lo sé. Pero eso no es justo, ¿verdad?

—Por supuesto que es justo.

—Pero las dos sabemos que yo no lo hice.

Heather se puso tensa y permaneció un largo segundo en silencio antes de contestar.

—Sí que lo hiciste.

—Tú estuviste en el vagón rojo esa noche después de que Sheba comprobara la recaudación; antes de que yo cerrara el cajón.

—¿Qué más da? ¡No robé el dinero y no puedes acusarme de nada!

—Hubo una llamada para Tae. Respondí el teléfono y mientras estaba distraída, metiste la mano en el cajón de la recaudación y robaste los doscientos dólares.

—¡No lo hice! ¡No puedes demostrarlo!

—Luego te colaste en nuestra caravana y escondiste el dinero en mi maleta para que todos pensaran que había sido yo.

—¡Mientes!

—Debería haberme dado cuenta de inmediato, pero estaba tan cansada por intentar acostumbrarme a todo esto que se me olvidó que habías estado allí.

—Mientes —repitió Heather, aunque esta vez con menos vehemencia. —Y como le vayas con el cuento a mi padre, lo lamentarás.

—No puedes amenazarme con nada peor que lo que ya me has hecho. No tengo amigos, Heather. Nadie quiere hablar conmigo porque piensan que soy una ladrona. Ni siquiera me cree mi marido.

La cara de Heather era la viva imagen de la culpa y _____ supo que tenía razón. Miró a la adolescente con tristeza.

—Lo que has hecho está muy mal.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora