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Tae metió las manos en los bolsillos del impermeable y se apoyó en la cerca contra huracanes que marcaba el borde del recinto donde pasarían los dos días siguientes; la fresca brisa de esa mañana del mes de octubre traía la esencia del invierno.

Brady se acercó a él.

—Tienes un aspecto horrible.

—Bueno, tú no pareces estar mucho mejor.

—Mujeres —bufó Brady. —No se puede vivir con ellas, pero tampoco sin ellas.

Tae ni siquiera logró esbozar una sonrisa. Puede que Brady tuviera problemas con Sheba, pero al menos su relación con Heather iba viento en popa. Pasaban mucho tiempo juntos, y era un entrenador más paciente que nunca. Algo que daba frutos, porque las actuaciones de Heather habían mejorado sustancialmente.

_____ y él habían regresado diez días antes y todos se habían dado cuenta de que a _____ le pasaba algo malo. Su esposa ya no se reía ni rondaba por el recinto con su coleta rebotando al viento. Era educada con todos —incluso ayudaba a Heather con los deberes, — pero todas las cualidades especiales que la hacían ser como era parecían haber desaparecido. Y todos esperaban que él tomara cartas en el asunto.

Brady cogió un palillo del bolsillo do su camisa y se lo puso en la boca.

—_____ no parece la misma.

—Son los primeros meses de embarazo, nada más.

Brady no pareció convencido.

—Echo de menos cómo era. Bueno, no echo de menos que meta la nariz en mis asuntos como solía hacerlo, eso te lo aseguro, pero sí que añoro la manera en que se preocupaba por todos. Parece que ahora sólo le interesan Sinjun y los elefantes.

—Lo superará.

—Supongo.

Observaron en silencio cómo un camión descargaba heno. Tae miró cómo _____ lavaba a Puddin. Le había dicho que no quería que siguiera trabajando, pero ella le respondió que se había acostumbrado a hacerlo. Luego había intentado que se mantuviera alejada de los elefantes a excepción de Tater, temiendo que alguno le hiciera daño. _____ lo había mirado sin responder y había hecho lo que le vino en gana.

Brady se cruzó de brazos.

—Creo que deberías saber que anoche volví a verla dentro de la jaula de Sinjun.

—¡Maldita sea! Te juro que la esposaré para que se mantenga alejada de la jaula de ese tigre.

—Me asusta cómo está. Odio verla así.

—Bueno, pues no eres el único.

—¿Por qué no haces algo?

—¿Qué me sugieres? He hecho traer uno de mis coches desde Seúl para que no tuviera que desplazarse en la camioneta, pero me dijo que le gustaba la camioneta. Le he comprado flores, pero las ignora. Intenté que nos trasladáramos a una caravana nueva y de último modelo, pero casi le dio un ataque cuando se enteró, así que lo dejé pasar. Ya no sé qué hacer. — Tae se pasó una mano por el pelo. —Pero ¿por qué te cuento todo esto? Si supieras algo de mujeres no andarías detrás de Sheba.

—No pienso discutir contigo.

—_____ se pondrá bien. Es sólo cuestión de tiempo.

—Puede que tengas razón.

—Te aseguro que la tengo.

Si se lo repetía lo suficiente, tal vez se convertiría en realidad. La echaba de menos. Ahora _____ ya no lloraba. Aquellas lágrimas repentinas que habían sido parte de ella como el aire que respiraba, habían desaparecido; era como si se hubiese anestesiado para no sentir nada. Recordaba cómo solía lanzarse a sus brazos desde la rampa del camión, su risa, cómo le acariciaba el pelo. La necesitaba como nunca había necesitado a nadie... Y para colmo, la noche anterior había tocado fondo.

Ángel | KTHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora