Capitulo 38

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En la cita de Soledad y Mariana

— Soledad... Sol...—Mariana llevaba por lo menos quince minutos tratando de que Soledad se bajara del auto, pero no conseguía moverla de donde se había quedado. Apenas llegaron al estacionamiento del restaurante la bailarina se bajó entusiasmada pero cuando vio que Soledad no la seguía, fue hasta la puerta del conductor y la abrió con suavidad. Soledad estaba quieta, mirando fijamente hacia adelante y sus nudillos estaban blancos de la fuerza con que agarraba el manubrio del coche—Sol... me encanta el lugar que elegiste, es mi preferido, vamos—la animó

Soledad agitó la cabeza en negativa—No puedo Mar, no puedo hacerlo. Lo voy a arruinar y no vas a querer ser ni siquiera mi amiga—le dijo

— Si puedes Sol... vamos—intentó agarrarle la mano pero Soledad la rechazó

— No puedo—volvió a agitar su cabeza—Lo siento, no puedo hacerlo. Prefiero que volvamos a casa y que estés enojada conmigo un par de días pero que después me puedas hablar. Si hacemos esto seguro lo arruino todo y después no me vas a querer ver más y yo no voy a poder soportar eso Mar. Por favor no me obligues a hacerlo, no puedo perderte—dijo todo sin mirarla.

Mariana se quedó por unos minutos mirando fijamente a Soledad. Luego suspiró y cerró la puerta del conductor para darle vuelta al auto y así poder volver a su asiento.

Soledad miraba a la castaña alta caminar resignada. Supuso que Mariana se había cansado de tratar con ella y llevó una de sus manos al contacto para arrancar el motor del auto justo cuando su acompañante ocupaba el lugar de su derecha.

— ¿Puedes apagar el motor por favor?—pidió suavemente la bailarina

— Pero Mar... yo... pensé que... pensé que nos íbamos a ir y...

— Apaga el motor Sol—ordenó esta vez de tal forma que a Soledad no le quedó otra que hacerle caso—Y dame las llaves—agregó

Soledad giró los ojos e hizo caso. Resignada apoyó su cabeza en el volante luego de soltar un suspiro—Mar yo...

— Sé que tienes miedo Sol—afirmó Mariana interrumpiendo lo que seguramente iba a ser una excusa más del miedo de la morena

— No tengo mied...

— Si lo tienes—no dejó lugar a duda—Y tienes que dejar de mentirme, siempre sé cuándo lo haces, te conozco demasiado y no me gusta que lo hagas, me hace sentir tonta—era cierto, nadie la conocía mejor que Mariana, ni siquiera Lucía llegaba a tal punto.

— Perdón, nunca quise que te sintieras así—se disculpó sinceramente

Mariana acarició el cabello de Soledad—Lo sé. Pero no tienes que avergonzarte de tener miedo, yo... yo también lo tengo—confesó agachando su cabeza y escondiendo la mano de vuelta

Soledad levantó su rostro de inmediato y la miró sorprendida—¿Tú tienes miedo? Pero Mar tú nunca tienes miedo—se sabía, entre el grupo de amigos, que Mariana era la más valiente de todos. Nunca le temía a enfrentarse a nada ni nadie.

— Sol...—Mariana suspiró y la volvió a enfrentar—Voy a contarte algo y quiero que no te atemorices más por lo que voy a decirte. Al contrario, quiero que lo veas como si yo te estuviera contando algo que solo lo sabe una persona—Soledad iba a preguntar de quién se trataba pero era obvio que Mariana hablaba de Lucía. De todas formas asintió dándole paso a lo que venía.

Mariana tomó aire—Yo siempre he estado enamorada de ti Sol—una declaración de amor no era usual para empezar una primera cita, pero nada en la bailarina lo era, así que para ella estaba bien. Mariana levantó la mano cuando vio que la boca de Soledad se iba a abrir para decir algo—Déjame hablar por favor—le pidió—Yo siempre he estado esperándote, desde que teníamos quince años y tú me diste nuestro primer beso aquella vez en tu habitación ¿Recuerdas?—Soledad asintió con una sonrisa triste—Desde que hicimos por primera vez el amor, desde que nos mudamos aquí, desde que enfrentaste a Daniel en el estudio de tatuajes. Siempre he estado esperando—reafirmó—Siempre esperaba este momento. El momento donde me dijeras "Mariana ¿quieres salir conmigo?" pero nunca pasaba—Soledad agachó la cabeza avergonzada—Siempre que te veía salir noche tras noche con distintas chicas o inclusive chicos era como si el espíritu de mi saliera de mi cuerpo y se fuera conmigo, porque yo me quedaba echa un fantasma prácticamente—contó—Lucía me decía que no te esperara más, que yo valía demasiado, que solo me estabas usando entre otras cosas, pero yo te seguía esperando—afirmó—Te esperaba porque nada es lo mismo si no lo comparto contigo Sol—le dijo sonriente—Porque a lo mejor el corazón me dolía toda la noche cuando te ibas por ahí, pero cuando tú volvías a mis brazos, o cuando al otro día amanecía y me llevabas el desayuno a la cama, mi corazón volvía a latir más fuerte que nunca y eso lo compensaba todo—Mariana volvió a alzar la mano para depositarla en la mejilla de Soledad.

𝑵𝒐 𝒔𝒐𝒚 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒊 - Lucialex (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora