Capitulo 50

1.9K 82 29
                                    

-4

— ¡Deja tus manos quietas!—la regañó Alex

— Pero Alex... amor... no creo que sea... aún tenemos que hablar de muchas cosas y... y... y tu vuelo sale en... en...—Lucía sabía que por la mirada de hambre que tenía su novio no iba a convencerlo, pero de todas maneras tenía que probar y hacer el mayor esfuerzo posible por no entregarse al tierno e inocente Alex que cuando tenía a Lucía desnuda enfrente de alguna forma se transformaba en un idiota, engreído y dominador que realmente a la castaña no le importaba que apareciera de vez en cuando, al contrario, le gustaba—Amor... por favor...—Intentó besarlo para calmarlo pero Alex no quiso nada de eso, alejó la cara de Lucía y apretó aún más sus agarres y dejó que sus manos toquetearan todo lo que él quería tocar del cuerpo de Lucía. La empresaria no hizo más que cerrar sus ojos y tratar de recordar como carajo había llegado desde estar muerta de cansancio por culpa de un incómodo hospital a haber pasado lo que restaba de la noche teniendo sexo con el hombre de su vida. La arena que aún quedaba entre sus dedos se lo recordó el momento crucial. La playa.

Había vuelto de la playa prácticamente entregada en los brazos de Alex, no solo por la desesperación que tenían ambos de seguir tocándose y de no poder separarse, sino también porque hacía un año casi que no había tenido relaciones y tener de vuelta el gigante miembro del ojiverde dentro de ella sumado a la presión que el agua del mar había ejercido, había sido toda una hazaña. Hazaña que se duplicó cuando Lucía quiso pararse y volver a su casa por su cuenta, sencillamente sus piernas se aflojaron.

La empresaria no podía culpar a Alex. Por más que el tatuador fue tan gentil como su misma desesperación se lo permitió, Lucía no pudo evitar haberse sentido virgen de nuevo. Después de la cuarta vez que le pudo seguir el ritmo a Alex, Lucía solo decidió entregarse a lo que su novio quisiera hacer con ella dentro del agua. Su cuerpo, alma y mente ya estaban sobre la luna, no había nada por hacer más que gozar el placer que el tatuador le estaba regalando.

Lo que la castaña nunca se esperó es que aún después de las largas horas haciendo el amor dentro del mar, aún de la caminata que Alex había tenido que hacer con Lucía en sus brazos, al llegar al dormitorio el pene de Alex siguiera tan vivo y coleando como lo sintió apenas su novio se ubicó en su espalda una vez que se adentró al mar. No había otra opción, a Lucía no le había quedado otra que sacar sus habilidades empresariales y negociar con su novio un par de minutos de sueño a cambio de varias sesiones posteriores de sexo desenfrenado. Minutos en los cuales Lucía aprovechó para dormir mientras que Alex solo miraba los números del reloj cambiar y con sus dedos llevaba la cuenta de cuanto faltaba para volver a sentir la vagina de Lucía apretando su pene.

Tantas eran las ganas de recuperar el tiempo perdido que tenía el tatuador que apenas la alarma de Lucía anunció el fin de su descanso, las manos de Alex ya estaban explorando el sexo de la castaña en busca de la humedad requerida. De más está decir que esa fue la única siesta que Lucía pudo tomarse, y tampoco está de más recordar, que Lucía negociando enfrente de un "rarón" levantado y poderoso acompañado de una tierna cara torcida, no tiene los mismos resultados que detrás de su poderosa silla de oficina. Alex ganó cada una, por no decir todas, de las batallas.

La castaña sufría una clara derrota en su campo de experiencia que la tenía exactamente ahora, a las siete de la mañana, a una hora de que el vuelo de Alex saliera de vuelta a New York para que el pelinegro pudiera rendir su examen, en la cama, acostada en el pecho de su novio, con sus piernas abiertas y atrapadas por las piernas del tatuador, y luchando para que el mismo dejara libre sus manos para cubrir su sexo expuesto y libre de las torturas de su novio.

— ¡Que te quedes quieta digo!—Alex atrapaba nuevamente con una de sus manos los brazos de Lucía para llevarlos arriba de su cabeza. Sus piernas ya estaban ocupadas evitando que las de la castaña se cerraran y solo una mano libre y su boca, era lo que le quedaba para disfrutar de Lucía a su antojo.

𝑵𝒐 𝒔𝒐𝒚 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒊 - Lucialex (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora