Capitulo 33

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— ¿Te sirvo otra?—un típico cantinero de bar le preguntaba a cierto ojiverde que llevaba ya varias horas bebiendo en la barra del lugar. En realidad no había tomado mucho, sino que los vasos le duraban bastante tiempo, usualmente solo era dos o tres o menos si la golpiza llegaba antes.

Alex asintió y corrió su copa para que el hombre pusiera el líquido que fuera dentro del recipiente, no le importaba mucho que bebía siempre y cuando fuera fuerte e hiciera mucho más ameno el momento de recibir los golpes.

Una vez que tuvo la copa llena miró al bar donde había llegado después de caminar por varias horas. No estaba tan lleno como los que solía entrar con más frecuencia, pero al menos había bastantes grupos que le podían ser útiles. Alex le dio un trago a su bebida y el alcohol blanco le quemó la garganta. Agitó la cabeza y se la aguantó, después de todo era lo mínimo que merecía por hacer lo que hizo, el fuego que le quemaba la boca no era nada comparado con lo que le había hecho a Lucía.

— ¡Mierda!—Alex golpeó la barra llamando la atención del cantinero y de algún que otro solitario borracho—¡Mierda!—volvió a pegarle.

— ¡Oye amigo!—el cantinero tenía cara de poca paciencia—El que rompe paga—le advirtió ante las botellas y copas que el ojiverde hacía temblar con cada golpe.

Alex ni siquiera miró al hombre. Puso los codos en la barra y su cabeza entre sus manos. A pesar de que había caminado durante horas no lograba sacarse la culpa que llevaba en el pecho. No entendía cómo fue tan estúpido de arruinarle la vida a Lucía de esa manera. Alex sabía que él no era inteligente y que necesitaba más tiempo que los demás para decidir y pensar las cosas, sabía que de lo único que podía opinar era de dibujos, pinturas, tatuajes y aún así prefería abstenerse de cualquier tipo de conversación para no pasar vergüenza. Tan solo no se consideraba digno de ser escuchado, o al menos cuando era pequeño el silencio era lo único que lo llevaba a algún lugar. El pelinegro siempre era el preferido de la gente que regenteaba a los niños de la calle, el tatuador simplemente bajaba su cabeza y hacía lo que le pedían y cuando algo no le gustaba huía y por eso pasaba tan poco tiempo formando parte de los grupos. Alex no era inteligente pero era lo suficientemente sabio para saber que si te quejabas, las "sustancias del sí", como le llamaba él a las drogas que les inyectaban para que no se armaran rebeliones, venían y eso a Alex no le gustaba. El ojiverde no era inteligente pero era lo suficientemente perspicaz como para hacer lo que la señora del hogar que abusaba de él le pedía. Alex ya sabía que la mujer iba a hacer lo que se le diera la gana con o sin su consentimiento. De hecho más de una vez se había quedado sin poder sentarse varias semanas por culpa de negarse a colaborar y eso a Alex tampoco le gustaba, así que simplemente agachaba su cabeza y hacía lo que se le pedía hasta que algo pasaba y él podía huir del lugar o tal vez tenía la suerte e iba a parar a la cárcel o al hospital y lograba que lo cambiaran de hogar.

Pero ahora sí que se había pasado, ahora sí que su estupidez había tocado fondo, ahora sí que Alex había arruinado lo único hermoso que le había pasado en la vida. Alex había dejado embarazada a Lucía—¡Mierda!—volvió a golpear la barra

— ¡Oye! ¡Es la última vez que te lo advierto!—le gritó el cantinero.

Alex lo volvió a ignorar, no era que no quería simplemente que estaba acostumbrado a hacer lo que a él le parecía. Estaba acostumbrado a actuar por instinto. Alex era como un animalito que siempre está atento a no caer en una trampa. Al principio se mantenía alejado, luego se iba acercando de a poco, si algo le olía mal se alejaba y si no terminaba por acercarse. Esos eran sus principios básicos, así había crecido y así había logrado mantenerse sano y salvo, claro que para las personas que le veían usualmente la cara esto último no lo estaba cumpliendo. Pero básicamente el pelinegro hacía lo que le parecía, y eso hizo con Lucía, lo que le pareció. Alex nunca debería haber tenido que dejar de usar protección por más que no le gustara hacerlo. Debería haber pensado en Lucía, debería haber cuidado a Lucía como si la castaña fuera la última gota de agua sobre el planeta tierra. Alex debería haber protegido a lo más importante que él tenía. Pero no lo hizo, se dejó llevar por el placer, si la hermana Jane se enterara la iba a matar y si la hermana Ana se enterara la iba a decepcionar. Alex sacudió la cabeza pensando en las mellizas, fueron ellas dos las que le habían enseñado al ojiverde la importancia de la protección en las relaciones sexuales y ahora Alex no les había hecho caso y lo había arruinado.

𝑵𝒐 𝒔𝒐𝒚 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒊 - Lucialex (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora