72- Noche Mágica

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La espera había acabado, nos encontrábamos en las vísperas de navidad, a unas pocas horas de una de las 'más grandes y bellas noches de todas' según mis compañeras de cuarto, las chicas de Beauxbatons, mamá, padrino, los profesores y, en fin, todos los presentes. Hacía como tres horas había desayunado con los chicos, nos levantamos tarde, no lo niego, lo cual había sido un gran problema porque como habíamos acordado desde hacía días, saldríamos a Hogsmeade a comprar nuestros obsequios, ¿brillante? No. ¿Tonto? Si. Pero bueno, la vida continúa. No vi a Hermione en el comedor, los únicos presentes habían sido Harry y Ron, imaginaba que se había levantado temprano (porque a como era Hermione, dudaba seriamente que estuviera durmiendo). Sin embargo, pregunté por ella a Harry y me comentó algo sobre que se había distanciado un poco de él y Ron, no había entendido muy bien, la verdad, el azabache no se supo explicar.

En fin, en estos momentos me encontraba en Honeydukes comprando golosinas para rellenar los regalos de los chicos y por los de Harry y Ron, enserio esperaba que a ese pequeño (ya no tan pequeño) pelirrojo le duraran los chocolates que le había comprado, el año pasado se los había tragado muchísimo más rápido de lo que vuela una snitch ¿se imaginan? En fin, aún debía pasar a y Equipamiento Mágico de sabihondos por la parte grande del regalo de Hermione y los de mamá y padrino, a la peluquería mágica por el de Ginny, y a Spintwitches por el de Harry, los de los gemelos ya estaban listos, un set completo de bromas especial de Zonko, nada mejor, esperaba enserio que les gustara. Luego de completar con éxito el regalo de Ron lo taché de mi lista y seguí con las demás tiendas hasta que dio el medio día y me reuní con los chicos en las tres escobas para almorzar, todos intentando ocultar de la mejor manera nuestros obsequios, lo que fue difícil ya que, como siempre Orión, de pendejo, comenzó a husmear entre las bolsas asi que tuvimos que separarnos muy rápidamente. Cuando estuve lista con el de Ginny y Harry me fui a por los tres restantes, y mientras estaba en la tienda de Equipamiento de sabihondos, una bola de cristal llamó mi atención, era pequeña, calzaba exactamente bien en mi mano, si bien no la abarcaba completamente, caía perfecta en esta, la miré con mucha atención, algo me llamaba a hacerlo, algo me decía que lo hiciera, sentía que debía seguirla viendo, y entonces pasó, la neblina se apoderó del interior de la bola, un chispazo de luz se hizo presente haciéndome cerrar los ojos por la claridad, y luego, apareció un perro, negro y gigante, de inmediato lo reconocí del libo que utilizamos para expresar las figuras que s encuentran en la adivinación: El Grimm, y no puedo explicar el susto que sentí en ese momento, mis manos se enfriaron, escalofríos sucumbieron mi cuerpo, los vellitos en este erizaron mientras que sentí como el frío se apoderaba de mí.

Me mantuve durante mucho tiempo respirando con los ojos cerrados hasta que al fin había conseguido calmarme, miré la bola que había colocado en el estante, sin dudarlo la tomé y junto al regalo de Hermione las llevé al mostrador, luego tomé unos binoculares, un mapa Lunar, un globo de la Luna y unos frascos de vidrio y los coloqué junto a las otras cosas, el dueño lo puso todo en otra bolsa y procedí a pagarlo, tomé las cosas apresurada, tenía tres bolsas bien grandes conmigo, pero como no era mayor de edad aún, debía cargar con estas como una muggle. Cuando pude arrastrar todo hacia las tres escobas miré la hora, casi me muero al ver que eran casi las tres de la tarde, el tiempo se me iba como una snitch y yo había acordado encontrarme con Hermione a las cuatro para alistarnos en su cuarto, el baile comenzaba a las siete por lo que teníamos el tiempo contado para vestirnos, peinarnos, hacernos algún retoque e irnos de ahí, tragué en seco, Hermione iba a matarme cuando supiera en donde me había metido, bueno, ella y mamá que me estuvo recordando como a cada rato la hora, hasta me había enviado una lechuza con un recordatorio en la mañana cuando desperté. Apurada, arrastré por última vez las bolsas hasta que vislumbré la cara de Orión y pegué el grito

– ¡Phineas Pollux Nigellus Orión Black no te quedes ahí parado!

¿Que si mi madre iba a matarme? Sí, era probable. Apenas me escuchó, Orión vino corriendo con una sonrisa burlesca en mi dirección ¡ah, iba a matarlo!

La señorita Mcgonagall no es perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora