73- Otro regalo

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Había llegado en la pura madrugada del 25 a mi cama después del baile, Jake y yo nos habíamos quedado hablando con algunos chicos de Durmstrang que eran amigos de Víctor Krum junto a algunas chicas de Beauxbatons que habían sabido, visto o conocido durante mi estadía en el colegio. Luego de eso nos habíamos quedado bailando las piezas románticas que sonaban de fondo, tomábamos ponche, robábamos algún bocadillo de la mesa de comidas. No entendía cómo, pero cada vez que íbamos nos encontrábamos más comida, como si la siguieran rellenando, los elfos trabajaban muy duro en Hogwarts.

Los primeros en irse fueron Luna y Miles, si bien se quedaron casi que, hasta el puro final con nosotros, ambos se encontraban cansados por lo que, como un buen caballero, el cobrizo acompañó su pareja hasta su sala común, de haber sido Luna, estaría fascinada con él. Más tarde, Jamie y Orión se despidieron de nosotros y luego quedamos solo Jake y yo. Algo que fue realmente sorprendente fue cuando vimos a Ginny y su pareja bailar a altas horas de la madrugada en donde solo los más grandes se quedaban, en fin, increíble. Cuando la oportunidad se dio, le levanté mis pulgares a la pelirroja y le guiñé un ojo, ella solamente se medio sonrojó y luego continuó bailando.

Después de eso, Jake y yo nos mantuvimos bailando un rato más hasta que decidimos robar por última vez comida e irnos a nuestras camas, durante todo el camino pasamos cogidos de la mano, nos dimos bocadillos en la boca y nos besamos cuando deteníamos la caminata, sin duda alguna había sido una noche mágica, sentía que volaba, sentía que flotaba, sentía que nada malo podía pasar, sentía que todo era tan pero tan hermosos que no quería salirme de ahí. Cuando por fin se nos habían acabado los bocadillos llegamos a la sala común, con un beso nos despedimos el uno del otro prometiendo vernos al día siguiente. Cuando entré a mi habitación me encontré a Jamie poniéndose el pijama, nos miramos durante unos segundos hasta que ella soltó una risilla nerviosa y luego soltó un:

– Tú amigo besa muy bien, Torum.

A lo que yo desencajé mi mandíbula. Me quité con su ayuda el vestido y luego me puse el pijama, Crazy yacía dormido en mi cama desde hacía no se cuánto por lo que me senté en la cama de Jamie para escuchar todo y con lujos de detalles, al final, yo tambien le había contado lo románticos que habíamos sido Jake y yo, todo y con detalles; después de eso ambas –con sonrisas tontas– sucumbimos al cansancio y nos dormimos. Algunas horas después, casi todos los gryffindors que se habían quedado se encontraban abajo deseando una feliz navidad y abriendo los regalos que les habían mandado, este había sido el año en el que por primera vez había infinidades de regalos en la sala común, con mis pantuflas había bajado y junto a los chicos, había buscado mis regalos de entre la multitud, enserio, eran muchos.

Crazy aún seguía con su vestimenta de la noche anterior por lo que atrajo muchas miradas y caricias, qué hurón más vago tenía... Luego de abrir mis regalos, morirme de la emoción por ellos y agradecer por estos, tuve que ir de Weasley en Weasley para gradecer por el abrigo que la señora Weasley me había hecho, Fred y George al verlo lanzaron exclamaciones de asombro y me sonrieron.

– ¡Felicidades chica brownie, ya eres toda una Weasley! – había dicho George, lo que causó la risa de todos.

El suéter era verde con una T bordada de color naranja, y me quedaba genial, no había esperado ni un segundo para ponérmelo. Hermione me había regalado un mapa astral, el cual le agradecí en toneladas, Harry me envió todo un paquete de golosinas de Honeydukes, mientras que los chicos me dieron regalos en conjunto con sus papás, así como yo y mamá lo hicimos, ya saben: De Minerva y Torum Mcgonagall para Jake. Y así, fue con Orión y Miles. Entonces la familia de Jake me regaló un kit para el mantenimiento de mi escoba, muy importante, la de Miles un par de accesorios de origen griego, así como los fabulosos que utilizó este hacía unas horas, y Orión y su papá me regalaron un globo Lunar.

La señorita Mcgonagall no es perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora