77- Secretos

225 20 4
                                    

Aún podía recordar con total claridad todos los eventos ocurridos durante la última semana en Hogwarts.

Después de que hospitalizaran a Harry; mamá, padrino y me atrevería a decir que hasta Severus habían estallado en cólera al saber que Barty Crouch Jr. un prisionero de Azkaban, mismo que había visto incontables de veces en mis pesadillas, había muerto gracias al beso del dementor por el ministro de Magia. Bajo mi criterio la idea no sonaba tan mal como para que se pusieran de ese modo, pero luego de escuchar a padrino decir que el convicto ya no podría dar su testimonio sobre lo que había hecho, las cosas se habían tornado muchísimo más claras para mí y había mirado al ministro con una expresión de incomprensión total.

Nuestros planes grupales para el verano habían variado en sobre manera, el profesor Lupin, ex profesor de DCAO y tío de Orión, le daría asilo a Sirius y a mí amigo durante todo el verano, eso hasta que padrino fuera a ver... lo que sea que fuese a ver, él no había sido tan explícito cuando se los había dicho ya que había muchos curiosos, y por muchos nos refiero a Miles, Jake, yo, la señora Weasley, Bill, Ron, Hermione, Harry y Severus. Sí, a esos chismosos me refiero, y aún peor había sido cuando le encargó a este último lo que le encargó, podía sentir cómo una increíble curiosidad me había picado, pero, algo me decía que esperara, que mi lugar estaba con Harry y los chicos para terminar de escuchar el chisme que se estaba formando.

Padrino nos había pedido a los chicos y a mí que nos fuésemos cada uno a nuestras casas, posó especialmente su atención en mí, como también queriendo hacer constar de que debía irme a la casa Mcgonagall con Tutzie y mamá, ninguno comprendió porqué, pero luego, lo más bajito que pudo para que solo nosotros cuatro escucháramos, había dicho: Denle tiempo al tiempo para que este llegue al momento prudente.

Podía jurar que a todos nos daba vueltas lo que había dicho cuando nos quedábamos en silencio y reflexionando, apostaba por que las palabras de Don Barbas de pistache penetraban lentamente en cada uno.

A la mañana siguiente a eso, la incómoda advertencia de padrino a todos los estudiantes de que no le preguntáramos a Harry nada sobre lo que había vivido me afligía bastante, no era como si quisiera saber lo que había pasado, pero ¿Qué tan mal pudo haber sido como para que padrino lo hubiera pedido? Pero claro, un bombillito alumbró verde en mi cabeza y lo recordé.

Voldemort. Eso había pasado.

Después de que padrino me hubiera mandado a llamar y habláramos, la profesora Trelawney había aparecido a los pies de la gárgola ofreciéndome a tomar té con ella, lo único malo de eso había sido que Jake había estado esperando por mí desde no sabía cuánto tiempo tambien en la gárgola por lo que me había dado pena ya que no sabía si estaría dispuesto a esperar fuera del aula de adivinación o adentro, y aquí entre nos, cualquiera de las dos sonaba bien mal.

– Oh, ustedes están saliendo.

Había dicho la profesora Trelawney acomodándose sus gafas y viéndonos con una mueca de curiosidad en su rostro, Jake y yo no sabíamos en dónde meternos, si bien nuestros familiares sabían que éramos pareja, el que una profesora lo dijera con tanta naturalidad me había hecho sonrojar lo que activo el mecanismo de defensa más conocido por todo el mundo mágico y muggle: La timidez.

Al llegar al aula la profesora nos hizo pasar en seguida a ambos, luego nos dio té y un par de biscochos para acompañarlo. Después de haber dado su primer sorbo, la profesora nos comenzó a hablar sobre los astros y las constelaciones para luego abrirse paso con los signos del Horóscopo. Uno a uno, nos los fue relatando, contándonos lo bueno y lo malo de cada signo, así como su información básica que como había dicho ella, todos sus estudiantes deberían saber, era algo así como cultura general.

La señorita Mcgonagall no es perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora