74 - Segunda Prueba

463 32 1
                                    

Los días pasaban, pero el presentimiento que había sentido en Hogsmeade no se había ido. En cada momento que podia, sola o con mis compañeras, intentaba leer la bola, pero cada vez el tiempo que debía invertir en ella era mayor, no era una cosa de cinco minutos, necesitaba más tiempo, mayor silencio y una concentración absoluta, así fue, como en las vísperas de la segunda prueba me había refugiado en el despacho de mamá, al inicio no la encontré por ninguna parte hasta que apareció apresurada por la puerta por la que yo había entrado hacía unos minutos, extrañada por su comportamiento le pregunté por este, pero ella solo pasó de mi pregunta mirándome muy atentamente colocar mi bola de cristal y su posadera en su escritorio.

Mamá me miraba sin poder dar crédito de lo que veía, su hija, una bruja normal, común y corriente que no ha llevado muchos cursos de adivinación portando una bola de cristal e intentando leer el futuro, de hecho, sí que era divertido esto porque mamá juraba que mis intereses iban hacia las pociones, las transformaciones y las criaturas mágicas, nunca se imaginó que algo como la adivinación pudiera figurar como un interés o que pudiera ser una materia que con bastante facilidad pudiera pasar. Asi que me burlé junto a Crazy en silencio por la postura de mamá, al mismo tiempo que colocaba todo en su respectivo lugar, luego de un rato ella simplemente se encaminó hacia su otra habitación y de ahí no salió. Durante un tiempo no aparecía nada en la bola de cristal, sin embargo, no perdí la esperanza, no fue así hasta que mi peludo amigo decidió tirar la bola de su posadero, haciendo que esta callera al suelo.

– Ah no inventes ¡estoy trabajando aquí, un poquito de respeto!

Decía mientras corrías por todo el salón de encantamientos a por la bola, cuando me volteé con dirección al escritorio de mamá, la vi a ella en la puerta que se dirige hacia su habitación, sonriéndome.

– No he hecho ningún ruido – comentó aun sonriéndome y guiñándome el ojo, solté un bufido.

– Llevo días intentando leerla. – Y alcé la bola de cristal. – No tienes ni idea mamá, que hay personas viendo, que no puedo concentrarme, que no tengo tiempo, que hay mucho ruido. – Puse la bola en su lugar mientras Crazy se acostaba alrededor de ella. – Siento que hay algo que necesito ver, te lo juro, desde el día en que me enteré de que Harry aún no tenía ni idea de lo que su segunda prueba significaba...

– ¿Harry qué? – preguntó alarmada. Hice un ademán para que se calmara.

– La profesora Trelawney dice que cuando siente un presentimiento y consulta su bola esta le muestra algo, ¡sin embargo yo no he podido ver nada!

Mamá me miró con ternura al ver lo exasperada que estaba y me abrazó por unos segundos.

– ¿Mejor?

Yo asentí con una pequeña sonrisa, ella besó mi mejilla, me dio las buenas noches y se fue a su cama no sin antes recordarme a la hora que debía marcharme de su despacho, que esta vez no me daría ningún papel justificando mi caminata a altas horas de la noche. Asi que después de un tiempo caminando por la estancia pensando tomé una bocanada de aire y decidida me dirigí al escritorio de mamá, acaricié a Crazy y al ver que no se despertaría lo corrí con cuidado, me senté en la silla y suspiré, acerqué la bola junto a su posadera a una distancia cómoda y luego pasé mis dedos suavemente por su superficie y mirando a cada lado de esta. Luego de un rato, la niebla en su interior se comenzó a disipar, trayéndome una imagen bastante divertida, era Harry acostando su cabeza en una mesa junto a una lámpara y de un pronto a otro, aparecía un elfo doméstico sacudiéndolo. Emocionada comencé a pasar más deprisa mis dedos por la superficie circular como intentando hacer que las imágenes corrieran con más prisa. En la siguiente imagen aparecía una mano muy pequeña y rosada, con algo de color verde que se veía gelatinoso y asqueroso, la siguiente imagen a esa fue como un alejamiento de la escena, Harry, el elfo y la cosa gelatinosa se iban alejando, mostrándome así, el lugar en el que se encontraban hasta que la puerta de este se cerró en mi cara ¡La biblioteca!

La señorita Mcgonagall no es perfecta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora