Capítulo 61: Deseo

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Macarena y Zulema no veían la hora de que sus invitados se fueran para poder estar a solas. Ya era noche, y se podría decir que estaban pasando un rato agradable con toda la familia, pero en el fondo lo único que podían pensar era en que querían que todos se marcharan por fin para entregarse a sus deseos de una vez. La morena estaba desesperada, había compartido algunos besos con su esposa durante la tarde que la habían dejado muy tentada. Su hija había accedido a cuidar a Mateo, y ella ya había recogido todo lo que el niño necesitaba para pasar la noche fuera de casa, y lo había metido en su bolso de bebé. Solo faltaba que los invitados entendieran que ya era una hora pertinente para irse. Porque claro, no pretendían echar a nadie a la calle, ni modo que les dijeran largaos, que queremos follar. Por suerte a eso de las nueve de la noche los papás de Lucas se despidieron, y justo después de ellos Saray y su familia hicieron lo mismo. Cada vez se encontraban más cerca de estar solas y ser libres para amarse.

—Ya me voy, mamá. —avisó Fátima entrando a la caravana con Mateo en brazos. —Lucas ya colocó el asiento de Mati que estaba en tu auto, en el suyo, y guardó en el maletero la cunita portátil. Solo necesito que me des las cosas que tengo que llevarme.

—Aquí está todo. —dijo Zulema mostrándole el bolso con las pertenencias del niño. —Pañales, ropita de dormir, pañitos, y todo lo que necesita. También te acabo de poner la leche que Maca se sacó, para que se la des. Acuérdate de ponerle la cremita para que no se le irrite la piel cuando le cambies el pañal. —en ese momento entró Lucas y le dio a él el bolso. —¿Instalaste bien el asiento en tu coche? —le cuestionó al chico.

—Sí, ya lo dejé listo para irnos.

—Por favor, nos llaman cualquier cosa, vale, si se pone muy inquieto o algo nos avisan y vamos por él. —agregó Macarena.

—Que no, tranquilas, Mateo se va a portar bien. —dijo Fátima. —¿Verdad, Mati, que te vas a quedar tranquilo con nosotros en casa? —le preguntó al niño y este la miró con ojos curiosos y luego mostró una pequeña sonrisa, era increíble, quien lo viese diría que entendía todo. —Dice que sí. Y no se preocupen, que no las voy a llamar a menos de que sea totalmente necesario. Así que relájense y no piensen en nada hasta mañana, vale.

—Dámelo, que me despido de él antes de que os vayáis. —Zulema tomó a Mateo de los brazos de Fátima y lo llevó a su pecho para abrazarlo, Maca se acercó a ellos para llenarlo de besos.

—Mi niño chiquito, hermoso de mamá. —comenzó a decir la rubia. —Te portas bien con tu hermana eh, no la molestes mucho en la noche. Mañana mamá y yo vamos por ti, vale, ¿sí? —le dio un beso en la frente y otro en la mejilla.

—Te voy a extrañar, mi escorpión. —la morena lo abrazó con fuerza y llenó de pequeños besos su carita.

—Es solo por una noche, ma, no me lo estoy llevando por un siglo. —bromeó su hija.

—Pero es la primera noche que va a dormir lejos de nosotras.

—Fátima, le sacas los gases luego de darle la leche por favor, que si no le da dolor y luego no puede dormir. —le pidió Maca.

—Sí, lo sé. —fue por el bebé y prácticamente lo arrancó de los brazos de sus madres, pues si no se lo llevaba de una vez, ellas no lo iban a soltar. —Ya nos vamos, diles adiós a las mamis, Mateo. —movió la manita del niño en dirección a las otras mujeres en un gesto de despedida.

—Adiós, bebé, nos vemos mañana. —se despidió la rubia mientras Lucas, Fátima y el bebé salían de la roulotte.

—Chao, mi niño, te amo. —Zulema le dijo adiós y los siguió afuera.

Ambas mujeres fueron tras los más jóvenes y se aseguraron que lo colocaran bien en su asiento protector en el auto.

—Maneja con cuidado, chaval. —le pidió Zulema con voz seria a Lucas, él asintió de inmediato, pues las palabras de su suegra eran prácticamente órdenes, aún la mujer mayor lo intimidaba bastante a pesar de que ya existía más confianza entre ellos.

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