Capítulo 58: Nuestro pequeño escorpión

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Cada nuevo día compartiendo la vida con Mateo era una aventura absoluta. Para Zulema y Macarena estaba siendo una experiencia increíble. Llena de retos sí, pero también de maravillosos momentos que no cambiarían por nada, a pesar del agotamiento físico y mental que sentían a diario. Todo valía la pena por esa personita diminuta que pesaba apenas unos pocos kilos, y a su vez valía más que todo el oro del mundo. Cada instante era un desafío, y cada pequeña tarea que lograban juntas como madres era definitivamente una victoria en esta nueva etapa de sus vidas.

Un reto para todas las madres primerizas es el primer baño del bebé en casa. Siempre genera un poco de inseguridad y miedo de no saber hacerlo bien, y de lastimar al pequeño durante el proceso. Por supuesto Maca y Zulema no fueron la excepción, la primera vez que les tocó emprender la aventura de bañar a Mateo en su bañerita estaban literalmente temblando de los nervios. Tenían todo listo, su pequeña bañera, un par de esponjas suaves, pañitos, el agua tibia, su jabón especial y todo lo demás que hiciera falta. Solo faltaba atreverse a dar el paso.

—Joder, no sé hacer esto, se me va a caer. —protestó Zulema mientras intentaba alzar un poco a Mateo para que la rubia enjabonara su espalda con la esponja. —¿Por qué mejor no lo sostienes tú y yo le pongo el jabón? —cuestionó.

—Coño, Zulema, eso fue lo primero que te sugerí cuando comenzamos y me dijiste que no porque tenías miedo de frotarle la piel muy fuerte y lastimarlo. —resopló Maca ya un poco tensa, no directamente con su esposa, pero con la situación, ella también tenía miedo de lastimar a su hijo.

—Lo sé, pero es que me da miedo dejarlo caer. —lo recostó de nuevo en la bañerita y notó como Mateo las miraba con ojos muy abiertos a las dos, como si estuviera diciendo qué coño hacen estas dos conmigo. —Lo siento, mi amor, mamá y yo apenas estamos aprendiendo, perdónanos por ser tan gilipollas. —le dijo a su hijo como si pudiera entenderle.

—Vamos a intentarlo otra vez. —dijo Macarena. —Esta vez no lo levantes completo, solo la espalda, como si lo estuvieras sentando.

—Vale. —Zulema hizo lo que la rubia le indicó con un poco de miedo, ya que apenas de tocar al bebé sentía que lo lastimaba, él era tan pequeño y delicado, y ella se sentía como la persona más torpe del mundo en ese momento.

—Ya casi terminamos, Mateo. —le explicó Maca al niño, increíblemente para ser su primer baño, y aun con lo perdidas que se encontraban ellas sin saber muy bien qué hacer, él se encontraba tranquilo y hasta el momento no había llorado. —Estás siendo un niño muy bueno eh. —le dijo con voz suave mientras le enjabonaba la pequeña espalda con cuidado.

—Eso es porque nuestro escorpión no tiene miedo y sabe que llorar no vale para nada. ¿Verdad, Mateo, que eres valiente como mamá? —le preguntó acariciando su cabecita.

—¿Hablas de ti o de mí? —quiso saber la rubia.

—De mí obvio, tú lloras de que te miren. —bromeó.

—Eso no es cierto. —protestó la más joven.

—El otro día lloraste porque no encontrabas las medias azules de osito de Mateo, rubia. Estaban en el armario. —se burló.

—Creí que las había dejado en el hospital, y fueron de las primeras cosas que compramos cuando nos enteremos que esperábamos un niño, son especiales. Además, es culpa de las hormonas, todavía estoy sensible, no es mi culpa. —diciendo esto sus ojos se humedecieron.

—Ya ves. —sonrió al ver sus ojos, Maca dejó escapar un par de lágrimas. —Rubia, lo siento. Que era una broma, no llores.

En ese momento Mateo también comenzó a llorar, tal vez porque empezaba a darle frío, o porque su madre estaba llorando. No lo supieron con exactitud, pero retomaron la tarea de bañarlo para terminar lo más pronto posible. Cuando le echaron un poco de agua en la cabeza para lavarla, el llanto del niño se intensificó, ya no le estaba gustando tanto el baño.

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