Capítulo 49: Hasta las últimas consecuencias

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Macarena había logrado regresar momentáneamente a la realidad cuando una señora se acercó a ella y le preguntó si necesitaba algo. Tal vez sentarse, tomar un poco de agua para calmar los nervios, o que la ayudaran a llamar a alguien. Fue en ese momento que la rubia salió del trance en el que se encontraba y escuchó claramente que alguien hablaba por teléfono con la policía y le informaba sobre el secuestro de una chica joven de cabello negro; Fátima. Maca agradeció a la señora y le pidió agua para ver si eso lograba ayudarla aunque fuera un poco a bajar el ritmo desesperado en el que su corazón latía. La mujer la ayudó a sentarse en una banqueta de concreto cerca de la entrada de la clínica y fue entonces que Macarena pudo prestarle atención al móvil que sonaba con insistencia en su mano. Miró la pantalla y por supuesto se trataba de Zulema, que insistía en hablar con ella. Respiró hondo, tomó valor y contestó la llamada.

—Hola.

—Rubia, coño te he llamado más de cien veces, ¿por qué no me contestabas? —la voz de la morena se escuchaba alterada y llena de nervios. —He recibido una llamada de esa gente, Maca, me han dicho algo muy raro... no sé, me han dado a entender que la mejor venganza contra mí sería hacerles daño a los que quiero. —hubo un segundo de silencio, ni siquiera un segundo completo, en realidad fue una fracción en la que Zulema se preguntó si de verdad estaba lista para escuchar la respuesta a la pregunta que iba a hacer. —¿Todo está bien? ¿Fátima, el bebé y tú están bien? ¿Ya salieron de la cita?

Silencio sepulcral. Incluso la gente que estaba alrededor de Macarena en el estacionamiento entendió que era un momento de tensión en el que la rubia necesitaba poner en orden sus pensamientos. Maca se tomó un instante para analizar si debía darle o no la terrible noticia por teléfono. Pero el sonido de las sirenas de policías y su respiración agitada fue suficiente para delatarla. Su esposa supo automáticamente que algo estaba pasando.

—Maca, dime qué coño pasa, ¿tú y Mateo estáis bien, Fátima está bien? —volvió a preguntar, esta vez con la voz entrecortada, porque algo le decía que absolutamente nada estaba bien, tenía un muy mal presentimiento.

—Zulema, necesitas venir a la clínica donde me hago mis controles... cuanto antes.

—Pero, ¿qué ha pasado?

—Por favor, ven, no puedo decírtelo por teléfono. —el corazón de la rubia latía sin control, estaba demasiado nerviosa, pero no tenía el valor para darle semejante noticia a su esposa por medio de una llamada.

—Ya voy para allá, pero por Dios no me hagas esto, dime que está pasando, me voy a morir de la angustia si no lo haces. —a través de la línea se escuchó que Zulema se excusaba rápidamente con alguien en su trabajo y le decía que tenía que irse, y luego no pasaron ni veinte segundos para que se oyera la puerta de su auto cerrarse. —Estoy ahí en diez minutos. —le dijo al darse cuenta que Macarena no iba a contarle nada por teléfono.

—Acá te espero. —Maca cortó la llamada sintiendo que iba a desmayarse, las manos le temblaban y estaba muy pálida, un policía se acercó a ella cuando otras personas le indicaron lo que había pasado y le dijeron que era la rubia la acompañante de la chica que habían secuestrado.

Otra vez en un trance y desconectada por completo de la realidad sintió que el agente le hablaba. Luego una persona, que supuso era una enfermera de la clínica, se acercó para comenzar a revisar sus signos vitales, ya que parecía haberle bajado la presión. Pero Maca no podía procesar nada, entre lo que acababa de presenciar cuando se llevaron a Fátima, su avanzado estado de embarazo, y los nervios por la reacción de Zulema cuando supiera lo sucedido, sentía que en cualquier momento todo se iba a volver negro.

...
En otra parte de la ciudad, Zulema manejaba lo más rápido que podía para llegar hasta donde se encontraban su esposa y su hija. No tenía idea de qué había pasado, pero por la actitud nerviosa de Macarena, era obvio que algo había sucedido. Eso sin contar la llamada tan extraña que había recibido un rato antes en el horario de descanso de su trabajo. Su móvil había sonado con un número desconocido y tan pronto contestó escuchó que le hablaban en árabe. La llamada duró tan solo unos segundos, pero éstos fueron suficientes para alterarla por completo. La voz masculina que le habló del otro lado le dijo que la mejor venganza para los traidores era darles donde más les duele. Dándole a entender que harían algo en contra de alguien muy importante para ella. Por eso llamó a la rubia inmediatamente, tan solo para encontrarse con la horrible sorpresa de que efectivamente algo malo había pasado. Desde que llegó a su trabajo en la mañana no había podido concentrarse en nada, incluso se equivocó varias veces en algunas transacciones y se le veía muy distante y callada. Su jefe le llamó la atención más de una vez, pero a ella le dio lo mismo, algo no la dejaba estar tranquila, presentía que algo iba a pasar. Y después vino la llamada, y luego la otra con su esposa. Su instinto no se había equivocado, sabía que tarde o temprano todo se iría a la mierda. Solo era cuestión de tiempo para que sucediera. Es que acaso nunca iba a poder estar completamente en paz, se preguntaba mientras se acercaba a la clínica y sentía su pecho subir y bajar con rapidez.

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