Capítulo 8: Jugando con fuego

1.7K 119 118
                                    


Cuando Maca abrió la puerta de su departamento y esperó a que Zulema entrara antes de hacerlo ella, la morena frunció el ceño y se giró para mirarla.

—¿Qué hacemos en tu casa? —le preguntó a la rubia mientras alzaba una ceja.

—Vinimos a tomar algo. —le respondió quitándose el abrigo y lanzándolo sobre el sofá.

—Cuando me preguntaste si quería ir a tomar algo contigo, no me dijiste que sería en tu apartamento. —dijo con expresión divertida. —Yo creí que iríamos a un bar.

—¿Qué pasa, Zulema, te pone nerviosa emborracharte como la otra noche y acabar besándome de nuevo? —Maca tenía una sonrisa socarrona en los labios; dos podían jugar al juego de la morena, sabía que Zulema disfrutaba provocándola y molestándola siempre, así que por qué no darle un poco de su propia medicina.

—No será más bien que me trajiste aquí precisamente con esa intención, rubia. —se acercó a ella lo suficiente como para que sus respiraciones se volvieran una sola y sus labios quedaran a escasos centímetros de encontrarse. —Porque si querías un beso solo tenías que pedírmelo. —le dijo en un tono muy bajo, casi susurrando, y esto provocó que la respiración de la mujer más joven se entrecortara.

—¿Y por qué me besarías tú a mí sin estar borracha? Dijiste que fue una estupidez el beso que nos dimos esa noche.

—Y lo fue. Pero algo me dice que tú... —la señaló tocándola con la punta del dedo índice en la piel que cubría el hueso de su clavícula. —Te quedaste con ganas de más. —la rubia tembló ante el contacto y Zulema sonrió satisfecha.

—Ya empezaste a decir tonterías. —se rio intentando armarse de fuerza interior para no lanzarse sobre los labios de Zulema y darle el gusto de saber que era cierto que se moría por besarla.

—¿Segura que son tonterías? —lo mora sonrió y se acercó un poco más provocando que sus labios rozaran ligeramente.

—Zulema... —Maca iba a pedirle que se alejara porque no quería perder la poca fuerza de voluntad que le quedaba, pero antes de que lo hiciera, la morena dio un paso hacia atrás y separó su boca de la suya dejándola con una sensación de abandono.

—Bueno, ¿piensas darme algo de tomar? ¿O a qué vinimos? —le preguntó dejándose caer sobre el sofá y fingiendo una indiferencia que no sentía, se había alejado de la rubia para no perder la compostura y besarla como tanto se moría por hacerlo, era demasiado orgullosa para aceptar que deseaba terriblemente saborear los labios de la otra mujer.

—¿Quieres una cerveza o prefieres algo más fuerte? —Macarena se dirigió a la cocina e intentó ignorar la excitación que se había formado entre sus piernas con apenas el ligero contacto de su boca con la de Zulema.

—Una cerveza está bien, rubia.

Maca sacó un par de cervezas de la nevera y regresó a la sala, le entregó una botella a Zulema y se sentó junto a ella en el mismo sofá, pero lo más alejada que pudo de su cuerpo.

—¿Ese chico, el de tu curro... es tu novio? —la pregunta se escapó de los labios de la rubia como si su lengua tuviera vida propia y fuera incapaz de controlar lo que decía.

Zulema dejó escapar una gran carcajada antes de tomar un sorbo de su cerveza. Luego de tragar el líquido amargo rio un poco más y negó con la cabeza.

—Yo no tengo novio, rubia, no me gustan los compromisos. Me lo follo cuando quiero, pero de ahí en fuera no me interesa en lo absoluto. ¿Por qué? —hizo un mueca con los labios y levantó una ceja. —¿Celosa?

—Y dale con lo mismo. Se te va la pinza, tía, no estoy celosa. Era simple curiosidad.

—Ah ya, entiendo. —sacó del bolsillo de su pantalón una cajetilla de cigarrillos y colocó uno entre sus labios. —¿Quieres? —extendió la mano para ofrecerle uno a ella.

SOCIEDAD LIMITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora