Capítulo 54: Después de la tormenta

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Esa noche por supuesto Zulema no durmió, enterarse que Fabio se encontraba trabajando en la prisión le había borrado cualquier rastro de sueño existente. Se la pasó la madrugada entera escondida debajo de las sábanas preguntándose si ese gilipollas sabría que ella se encontraba allí. Y no es que tuviera miedo de toparse de frente con él, no le temía en lo absoluto. Pero estaba segura que un encontronazo entre ellos traería problemas. Mismos que no necesitaba en estos momentos. Ahora lo único que le importaba era salir libre y regresar con su familia. Pero era inevitable que la presencia de Fabio no le trajera angustia. Pues su principal preocupación era que se enterara del embarazo de Maca e intentara un acercamiento con ella o el bebé. O peor aún, que quisiera reclamar un derecho que no le pertenecía. Bueno, quizás sí, pero solo en teoría, en ADN, porque de ahí en fuera, él no tenía el menor lugar en sus vidas. Y de todos modos, el amor y el cariño pesan más que la biología. Zulema no llevaba a Mateo dentro, ni lo había engendrado. Pero para ella, ese bebé era su hijo. Así lo había decidido en su corazón. No por obligación, no por compromiso, no por cumplir con Macarena. Sino porque quiso, porque con el tiempo su corazón se fue llenando de ilusión con la idea de comenzar una nueva vida con la rubia y criar al niño a su lado, formar una familia y tener el hogar que nunca tuvo. Y no iba a permitir ahora que un idiota como Fabio tratara siquiera de romper con la vida que tenían, y que a él no le correspondía. El niño era suyo y de Maca, de nadie más.

...
La alarma que sonaba todas las mañanas en la cárcel la recibió muerta del sueño. No había dormido nada, y por lo mismo el cansancio la vino a atacar cuando llegó la hora de ir a las duchas antes del desayuno. Y si no se levantaba le iban a poner un parte, y al tercero a aislamiento. Cosa que no le convenía justo ahora. Así que se obligó a levantarse de la almohada y sentarse al borde de la cama mientras pensaba en lo mismo que no la había dejado dormir en toda la noche.

—¿Sabes hasta qué hora dura el turno de los guardias de la noche? —preguntó Zulema a Rizos viéndola tomar sus cosas para irse a los baños.

—Eh, no estoy segura. —frunció el ceño. —¿Por qué?

—Me dijiste que Fabio tiene problemas de drogas y alcohol. ¿Por qué lo han vuelto a contratar entonces? —cuestionó ignorando la pregunta de la chica.

—Pues porque Palacios es un tonto que no se cansa de darle oportunidades y cree que va a dejar esa mierda algún día. —la miró e hizo un mueca de no entender sus preguntas. —¿Y tú por qué me estás preguntando tanto por Fabio, tía?

—Yo que sé, curiosidad. —mintió.

—Anoche después de que te dije que se había reintegrado al trabajo se te quedó una cara más blanca que el papel del váter. ¿Qué pasa, que tienes deudas pendientes con Fabio y tienes miedo que te reviente o algo? —le preguntó Rizos con su típico tono de dar la nota.

—Qué me va a reventar a mí el gilipollas ese, primero lo reviento yo a él. —su voz sonó más cabreada de lo que habría querido y esto llamó la atención de la otra mujer.

—¿Qué rollo te traes tú con este tío?

—¿Que te importa? —recogía sus pertenencias para irse a las duchas. —Y no me hables como si fuéramos amigas, porque no lo somos.

—Gracias a Dios, tía, yo ni en sueños quisiera ser amiga tuya.

—Me contó Maca que estuvo hablando contigo un rato ayer. ¿Qué tal te la pasaste con mi esposa? —su voz estaba cargada de celos y era evidente.

—Muy bien, fíjate, a la próxima solicito un vis a vis íntimo. —se burlo. —Por aquello de recordar viejos tiempos, ya sabes. Ex novias, su primera novia, de hecho, todo ese rollo.

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