Capítulo 17: El atraco

1.3K 98 141
                                    


Para estar más cómodas se habían mudado de la mesa de comedor donde Zulema había sentado antes a la rubia, al sofá donde ahora se encontraban tumbadas. La morena estaba encima de Maca besando, mordiendo y succionando cada rincón de su cuello, dejando a su paso pequeñas marcas mientras la escuchaba gemir y repetir su nombre entre jadeos. La ropa pronto comenzó estorbarles y fue quedando esparcida por toda la sala. Ya estando completamente desnudas retomaron las caricias íntimas y se tocaron mutuamente sintiendo la humedad entre las piernas de la otra. Luego de algún tiempo de jugar con sus dedos, Zulema decidió que quería ir más allá. Sin necesidad de decir una palabra se incorporó para luego ser ella quien se acostara en el sofá y hacer que Macarena se sentara sobre su rostro con sus rodillas a cada lado de su cabeza. De esta forma la rubia podría bajar con su boca hasta su propio coño y darle el mismo placer que ella tenía planeado regalarle. Maca gimió al sentir el cambio de posición, pues era la primera vez que se encontraba en la postura del conocido 69 con una mujer. Pero esto no la detuvo para que posicionara su rostro entre las piernas de Zulema y comenzara a jugar con su lengua en el coño de la mujer mayor mientras sentía que ella hacía lo mismo en el suyo.

—Dios... que bien sabes, rubita. —Zulema rodeó los muslos desnudos con sus brazos y colocó sus manos en el trasero de la más joven mientras la saboreaba en toda su extensión.

—Tú también, Zulema. —dijo Maca entre gemidos mientras la escuchaba a ella jadear con la misma intensidad.

El placer que se regalaban era mutuo y las dos lo estaban disfrutando muchísimo. Tanto que ya ni se acordaban que habían discutido esa misma tarde y que hace apenas unos minutos se habían dicho que después del atraco no querían volver a verse. En el fondo las dos sabían que eso era una vil mentira, sin embargo, intentaban convencerse de que a partir de ese día tomarían caminos separados. Pero en este momento no estaban pensando en nada, pues simplemente no tenían cabeza para otra cosa que no fuese disfrutar. Zulema enterró sus uñas en las nalgas de la rubia y alzó un poco su cabeza para que su lengua entrara casi por completo en su estrecho canal. Macarena gritó de placer al sentir la invasión del sinhueso dentro de su vagina, y como recompensa tomó el clítoris hipersensible de la morena con sus labios y lo succionó con fuerza provocando que la mujer mayor se deshiciera en gemidos.

—¡Joder! —gruñó Zulema notando como todo su cuerpo se tensaba avisándole que el orgasmo no tardaría demasiado en llegar; como no quería que la rubia se quedara atrás usó un par de dedos para penetrarla mientras seguía estimulándola con su lengua.

Maca gimió sin soltar el botoncito hinchado que succionaba con sus labios; podía sentir su propio clímax muy cerca, sabía que en cualquier estallaría y quería hacerlo junto a Zulema. No pasó demasiado tiempo cuando un gemido agudo se escapó de sus labios y todo su cuerpo se sacudió sobre el de la morena. Segundos después la mayor también se dejó ir temblando debajo de la rubia. Ninguna de las dos detuvo las caricias hasta que sintió que la otra ya no lo soportaba más y sus pequeños gritos y gemidos de placer inundaron toda la sala. Fue ahí que por fin bajaron la intensidad de sus toques, pero permanecieron en la misma posición un par de minutos besando suavemente la zona y usando sus manos para acariciar sus cuerpos mutuamente.

—Mueve el culo, rubia. —le dijo Zulema tratando de incorporarse, Maca sonrió y se bajó del cuerpo de la morena pensando en que la sutileza no era un rasgo predominante en ella.

—¿Tienes un cigarrillo que me des? Los míos se acabaron. —comentó Macarena colocándose su camiseta de dormir que había terminado en el suelo junto al sofá.

—Toma. —le lanzó la cajetilla junto a un mechero luego de sacarlos del bolsillo de su pantalón; aprovechó que la rubia estaba concentrada en encender un cigarro, para ponerse su ropa.

SOCIEDAD LIMITADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora