Capítulo 12: Como en el póker

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Llevaban ya algún tiempo en el casino. El lugar estaba repleto, todas las partidas de póker se encontraban llenas a capacidad. Las mujeres se habían dividido en tres mesas distintas para así poder observar todo lo que hiciera falta sobre la seguridad del sitio. Ninguna de ellas sabía jugar muy bien el juego, pero se habían preparado para poder hacerlo esa noche. A Zulema se le estaba dando bastante bien y encontró que apostar sus fichas sin saber si iba a ganar o a perder era de hecho bastante emocionante, le daba cierta sensación de adrenalina el riesgo de perderlo todo. Mientras jugaba y observaba a su vez los movimientos del guardia de seguridad y estudiaba el protocolo de vigilancia, sus ojos se paseaban cada tanto hacia la rubia sentada del otro lado del establecimiento. Estaba llamando mucho la atención esa la noche, sobre todo porque se sentó en una mesa donde en su mayoría los jugadores eran hombres. Había uno joven sentado justo a su lado, el tío era guapo, ni como negarlo. Tenía el cabello castaño claro, iba bien vestido y desde donde estaba sentada podía notar que tenía una sonrisa de esas que hacen enloquecer a cualquier mujer. Mierda. Esperaba que el hombre no tuviese ese efecto en Maca, pero todo parecía indicar que sí, pues la rubia sonreía constantemente cada vez que el tío se le acercaba para decirle algo al oído. Un sentimiento extraño al que prefería no ponerle nombre comenzó a invadir su cuerpo. Tenía tantas ganas de levantarse de su asiento y cruzar el casino para reventarle la cabeza al imbécil ese contra la mesa y luego sacarle los ojos con sus propias manos para que dejara de mirar a Macarena como lo hacía. No, Zulema, a ti qué coño te importa quién mire a la rubia, ustedes no son nada, le dijo una voz en la parte de atrás de su cabeza. Pero otra parte de su subconsciente sabía que eso era una completa mentira. Quizá no eran nada delante de todos, pero había algo entre ellas, no tenía nombre, no lo habían consumado del todo. Pero que existía joder, y ninguna de las dos podía negarlo.

...
Maca encontraba que el juego era bastante aburrido, tal vez porque no terminaba de entenderlo del todo. Pero tampoco se estaba esforzando demasiado por hacerlo, estaba concentrada en su tarea durante esa noche, que era fijarse si los empleados llevaban algún tipo de llave o tarjeta de acceso que pudiera ser la forma de abrir la caja fuerte ubicada en una de las oficinas de la parte atrás del casino. Allí estaba el dinero por el que iban, que era mucho más del que había en la caja registradora que era atendida por una mujer. ¿Para qué conformarse con un par de miles de euros cuando podían ir a por más? El hombre sentado junto a ella la sacó de su ensimismamiento comenzando a explicarle algo sobre las cartas y las jugadas más convenientes.

—Yo es que la verdad no termino de entenderle. —le dijo devolviéndole la sonrisa que él le regalaba. —Pero gracias por intentar explicarme. —Macarena le habló con voz melosa y el hombre sonrió aun más; de reojo la rubia miró hacia una mesa lejos de allí desde la cual Zulema la observaba casi atravesándola con los ojos, lo había notado desde que la partida del juego comenzó, la morena la miraba constantemente y no se molestaba en disimular.

—¿Qué te parece si más tarde vamos a otro lugar más... privado? —preguntó el tío por lo bajo en una clara invitación a que pasara algo entre ellos.

Maca no dijo nada, solo sonrió y siguió fingiendo que la partida del juego le interesaba. No tenía interés en follar con el hombre, pero sí había estado coqueteando con él toda la noche. Porque sí, porque podía, y porque le encantaba ver como el rostro de Zulema se descomponía mientras más pasaba el tiempo. Era claro que estaba celosa, no lograba disimularlo. Aun en la distancia podía notar claramente como suspiraba y su pecho subía y bajaba en una muestra de rabia contenida. Ya se había tomado algunos whiskys de golpe y con el paso de los minutos se notaba cada vez más tensa, como si quisiera levantarse de su silla y agarrar a hostias al tío sentado a su lado.

...
Cuando Zulema terminó la partida que estaba jugando se levantó de su mesa cediéndole su lugar a otra persona que quería jugar. Ella ya había tenido suficiente póker por esa noche, y de hecho, no le fue tan mal, había ganado un poco de dinero. Nada comparado con el que robarían en unos días, claro. Miró a su hija y vio que estaba entretenida con el juego y charlando animadamente con un chico joven. Sonrió; Fátima se veía muy relajada e incluso parecía haber olvidado momentáneamente el propósito de la visita al casino esa noche. Mejor, pensó dirigiéndose a la barra ubicada en el fondo del establecimiento donde la rubia estaba sentada tomándose un martini.

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