Capítulo 57: Caóticamente hermosa

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Si alguien alguna vez le hubiera dicho a Macarena que un día iba a estar compartiendo la maternidad junto a Zulema Zahir, hubiera tachado de loco a quien se atraviese a decir semejante barbaridad. Pero eso que un día parecía una locura absurda, hoy era una realidad. Mateo apenas llevaba un par de horas de nacido, pero ya podía imaginar todo un futuro con ella y el bebé. Era increíble las vueltas que podía dar el mundo y como la vida cambiaba y tomaba rumbos inimaginables.

Luego de que los doctores revisaran al niño y le hicieran todo tipo de pruebas para comprobar que todo estuviese bien y fuese un bebé sano, lo trajeron de vuelta a la habitación con sus madres. Había llegado la hora de que Maca lo lactara por primera vez. Una enfermera lo puso en sus brazos y la ayudó a acomodarse para que el pequeño se pegara a su seno y comenzara a alimentarse de la forma más natural y hermosa que existía. Zulema miraba la escena con una sonrisa enorme en los labios, sintiéndose completamente enamorada de su esposa y de su hijo. Cuando el niño finalmente se pegó a su pecho y comenzó a tomar, la enfermera le explicó que podría llevar algún tiempo a que se adaptara del todo, pero que lo haría naturalmente cuando estuviese listo. Diciéndoles que la llamaran si necesitaban cualquier cosa, salió de la habitación y dejó a las mujeres solas con el bebé. Fátima se había marchado un rato a casa poco antes, luego de haber cargado a su hermanito y presentarse ante él como la hermana mayor, lo cual provocó la risa de su mamá y de Macarena. Y ahora estaban ellas solas con Mateo en el cuarto, compartiendo juntas ese momento tan íntimo y especial de la primera lactancia.

—Está tomando sin problemas. —comentó Zulema sentándose en una silla cerca de la cama y mirando la imagen con ternura.

—Sí, aprende rápido, tenemos un bebé muy listo. —Maca sonrió y acarició la cabecita de cabello claro de su pequeño hijo, apenas tenía unos pocos pelos en su cabeza, pero eran de un tono muy clarito, así como su piel, que tenía un color casi rosado que enamoraba a sus madres, y esa boca diminuta y su nariz más pequeña que un botón; Mateo era simplemente perfecto.

—Mira, está abriendo los ojos otra vez. —comentó la morena acercándose más a ellos y observando con encanto los ojos del niño cuando los abrió por completo; quizá era muy pronto para determinar cómo se verían en el futuro, pues a veces a los bebés suelen cambiarle los ojos un poco, pero Zulema podía jurar que eran idénticos a los de Macarena. —Dios, que es perfecto, no puedo parar de mirarlo, se parece a ti. —estiró la mano y con la punta de los dedos trazó sus delicadas facciones.

—Pero él es más lindo. —miró a Mateo y después a su esposa con una sonrisa. —Estoy tan feliz, Zulema, nunca creí que un momento así podría llegar. Yo jamás me imaginé teniendo un hijo contigo, pero ahora que lo estamos viviendo, no veo mi vida sin ti, y sin la hermosa familia que hemos construido, ahora con un nuevo integrante.

Los ojos de la mayor se humedecieron, ella tampoco hubiera imaginado una vida junto a la rubia. Pero el universo le había dado el regalo más bonito poniéndola en su camino y trazando sus destinos juntos a pesar de que un día dijeron odiarse y hasta juraron matarse. Pero algo en el firmamento, tal vez un ente más fuerte que ellas, tenía otros planes. Sus caminos siempre estuvieron unidos, pero del odio al amor había solo un paso y ellas lo habían dado. Ahora juntas habían construido lo que por años les faltó; un hogar. Zulema nunca lo tuvo, y Maca lo perdió muy pronto. Sin embargo, poco a poco habían creado uno más hermoso de lo que cualquiera de las dos hubiese imaginado jamás.

—Rubia, tú sabes que yo nunca tuve una casa, ni un sitio en el que sintiera que tenía un refugio, un hogar. Pero a tu lado he encontrado eso y más. Y tanto Fátima, como tú, y ahora Mateo, me han dado más de lo que merezco. —con el dorso de la mano se secó un par de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas. —Y no te niego que tengo miedo, de... no sé, de cagarla, de joderlo todo como siempre hago y no saber como darle el mejor futuro a este crío. Pero te juro, aquí delante de él, que voy a dedicar mi vida entera a cuidarlo, a protegerlo, y a darle todo el cariño que se merece. —seguía llorando y entre sollozos continuó hablando porque tenía que sacarse algo del pecho. —Quiero darte las gracias por darme la oportunidad de compartir esto contigo, porque otra persona no lo hubiera hecho. Yo no lo merezco, te hice mucho daño en el pasado, hice cosas que... te lastimé mucho, rubia. —bajó la mirada siendo incapaz de mirarla a los ojos. —Y que ahora me permitas estar a tu lado, no solo como tu esposa, sino como otra madre para Mateo, es algo que nunca me voy a cansar de agradecerte.

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