Capítulo 22: No puedo resistirme a ti

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Con la aceptación interna de sus sentimientos vinieron las dudas, los miedos y las luchas contra ellas mismas.

Para Macarena no había sido tan sencillo aceptar que estaba enamorada de Zulema, la misma mujer que alguna vez la hizo sufrir tanto. Podría parecer que lo había olvidado todo, y que lo pasado se había quedado donde correspondía; en el pasado. Pero lo cierto era que una parte de ella se reprochaba a sí misma que se hubiera permitido sentir esto que sentía por la mujer mayor. Ni siquiera sabía en qué momento sus sentimientos habían cambiado tanto y pasó del odio intenso a un sentimiento inexplicable que la quemaba por dentro recordándole que en cuestiones del corazón nadie manda. A causa de la obsesión de la morena por su libertad sufrieron demasiadas personas, incluida toda su familia. También perdió un hijo a manos de Zulema, y durante mucho tiempo la odió con todas sus fuerzas y demasiadas veces quiso verla muerta. Por eso ahora no entendía cómo es que de sentir eso, en estos momentos lo único que quería era abrazarse a ella y que sus brazos no la soltaran jamás. Se preguntó si había algo mal en su cabeza, tal vez era una predisposición suya ir siempre a por la persona que iba a joderle el corazón hasta dejárselo hecho mierda. Lo mismo le había pasado con su antiguo jefe, por el que entró a la cárcel y toda su desgracia comenzó. Desde el primer momento Maca supo que esa relación no le convenía, y aún así se lanzó de cabeza a ella y al final terminó pagándolo muy caro. Quizá con Zulema estaba repitiendo la historia, cayendo en la tentación de lo prohibido, lo complicado, lo tóxico. Probablemente algún día se arrepentiría de querer estar a su lado, como lo hacía todos los días de haberse dejado enamorar por aquel hombre. O tal vez no, quizá esta vez fuese diferente y las cosas no terminarían tan mal. En realidad no podía saberlo, porque este sentimiento por la morena era tan inesperado como todo lo que había pasado en su vida desde que puso un pie por primera vez en Cruz del Sur. Desde ese día su vida había sido una jodida montaña rusa de eventos y emociones donde muchas veces terminó con el corazón hecho cachitos. Las dudas ahora la invadían, se preguntaba si Zulema era capaz realmente de estar con ella como le había dicho que quería. No podía negar que le asustaba pensar que tarde o temprano algo saldría terriblemente mal y sufriría las consecuencias de haberse dejado llevar, e ir incluso por encima de esa parte de su cerebro que le enviaba señales de alerta. Pensó en sus padres muertos y se sintió muy mal, se cuestionó qué sentirían ellos al saber que estaba traicionando sus recuerdos por entregarse en cuerpo y alma a la persona que directa o indirectamente había sido la causante de su muerte. Sin embargo, todas esas dudas y sentimientos de lucha contra sí misma quedaban a un lado cuando miraba los ojos de la morena y se perdía en ellos como si allí se encontraran todas las respuestas del universo. Luego cuando sus labios cálidos la besaban se sentía incapaz de pensar más y simplemente se dejaba llevar, no siendo capaz de resistirse a esa fuerza casi magnética que la otra mujer ejercía sobre ella.

Las dudas de Zulema no eran muy diferentes a las de Macarena, claro que, eran vistas desde otra perspectiva y eso por supuesto cambiaba un poco las cosas. La morena era consciente del daño que le había hecho a Maca, y era precisamente esa consciencia lo que la distinguía de los monstruos. No se consideraba a sí misma uno, porque al menos reconocía cuando hacía algo mal y hasta se sentía mal por ello. Siempre decía que la culpa era el sentimiento más inútil de todos, pero eso no significaba que fuera incapaz de sentirlo. En su vida había jodido a mucha gente, de manera directa e indirecta, a veces a posta y en otras ocasiones como simple daño colateral. Pero en su paso por la tierra había hecho sufrir a demasiadas personas. Su hija, su gitana, Hanbal, y Macarena. Eso por mencionar solo algunos, porque sabía que eran muchos más de los que podía contar. No era buena para las relaciones, y eso lo tenía muy claro. Cada una de las que tuvo con las personas antes mencionadas las había arruinado de alguna manera u otra. La mayor parte del tiempo no se le daba bien hacer de madre, ni de novia, y tampoco de amiga. Por eso temía a lo que ahora estaba sintiendo por la rubia, estar enamorada de ella podría ser un problema si no lo manejaba bien. El último novio que tuvo había terminado muy mal, y ella había sido la culpable. Su miedo era que terminara dañando a Macarena de alguna forma, bueno, de hacerle más daño del que ya de por sí le había hecho. Se arrepentía de haberla hecho llorar y sufrir tanto en el pasado, realmente hubiera querido echar el tiempo hacia atrás y cambiar todo lo que hizo. Pero a la misma vez sabía que la parte animal de sí misma probablemente no dudaría en volver a lastimarla si llegara a ser necesario. Porque así era ella, había nacido con el veneno adentro y la vida tan jodida que había tenido se había encargado de sacarlo todo hacia afuera. Lo que más le aterraba era entregarse a una relación con la mujer más joven y que si las cosas se ponían difíciles, ella acabara haciéndole algún daño. Eso no se lo perdonaría jamás, no ahora que su corazón latía diferente por la puta rubia que tenía junto a ella. La había hipnotizado con esos ojos tan bonitos y los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando sonreía. Por momentos la miraba y todas sus dudas y temores parecían desaparecer. Era como si en ella hubiera algo tan bueno y bonito que complementaba su maldad y el veneno que llevaba por dentro. Casi como el antiguo concepto del taoísmo del ying y el yang; dos fuerzas opuestas que se complementan para crear un círculo perfecto.

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