Capítulo 4: Rencor

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Maca suspiró cuando finalmente Zulema se marchó de la lavandería. Todavía no podía creer que la hubiese buscado para proponerle que se asociaran en algo tan descabellado como convertirse en un par de ladronas. Era realmente flipante que le propusiera algo así después de todo el daño que le había hecho, y que de alguna manera se habían hecho mutuamente. No tenía sentido iniciar una sociedad con el ser a quien más se odia en el mundo. Es por eso que le había dicho que no, aunque la morena insistió en que lo pensara y le dijo que le daría un par de días para que tomara una decisión. Pero la decisión ya estaba tomada. La respuesta era no. No quería ser su socia, no luego de que por su culpa perdiera todo lo que alguna vez tuvo. Sus padres, su familia, su paz mental, todo. Para Macarena, Zulema era la culpable de que ahora su vida se viese reducida a trabajar en una mierda de curro como el que tenía, completamente sola y sin nada de lo que solía tener antes de que ella con su obsesión de ser libre le arrebatara todo. Jamás aceptaría asociarse con ella, menos para convertirse en una criminal nuevamente. No quería terminar otra vez en la cárcel y perder lo único que le quedaba; su libertad. Sin embargo, tenía que admitir que cuando Zulema le hizo la propuesta, algo dentro de ella saltó de gusto y su corazón comenzó a bombear con más fuerza. Había tenido una descarga de adrenalina impresionante con tan solo unas palabras de la otra mujer. Casi se sintió como si hubiera consumido la droga más poderosa del mundo y estuviera experimentando un subidón de esos que te hacen olvidarte de todo. Eso representaba Zulema para ella, peligro, emoción, adicción, electricidad... todo lo prohibido.

Fue la voz de Fátima lo que sacó a Maca de su estado de éxtasis y la trajo de vuelta a la realidad. Había olvidado por completo que la chica seguía en la lavandería. Zulema le provocaba eso, que olvidará todo a su alrededor y solo pudiera concentrarse en ella. La odiaba más por eso que por cualquier otra cosa que le haya hecho.

—Escuché voces. —dijo la pelinegra acercándose a ella.

—Sí... eh, de alguien que conozco, no me esperaba su visita.

—Lo siento, no pude evitar escuchar parte de tu conversación con esa mujer. ¿La conoces de la cárcel?

Macarena respiró hondo al escuchar la pregunta y se tomó unos segundos antes de responder.

—Sí, estuvimos juntas en prisión. —hizo una pausa. —Estuve presa, es una larga historia, no quiero que pienses que...

—Yo también estuve en la cárcel, Maca, no te preocupes. —se apresuró en decir cuando notó que la rubia intentaba justificarse.

—¿Tú, en la cárcel? —frunció el ceño sin poder creer lo que escuchaba.

—Sí... y la mujer que se acaba de ir, yo la conozco.

—¿A Zulema? —ahora sí que no entendía nada.

Hubo silencio durante unos segundos. Luego Fátima pronunció unas palabras que Macarena jamás pensó que escucharía.

—Zulema es mi madre.

—¿Qué? —Maca sintió que de repente el mundo se paralizaba, no estaba segura de haber escuchado bien, le tomó algún tiempo procesar lo que la otra mujer había dicho, y aun así dudaba que fuera cierto lo que acababa de oír. —¿Has dicho que Zulema es tu madre?

—Sí, Macarena. Yo soy Fátima Zahir, y Zulema Zahir es la mujer que me dio la vida.

—Pero... no sabía que... perdón, pero es que no me esperaba esto. Llevo ya un par de semanas trabajando contigo y lo que menos imaginé es que fueses la hija Zulema.

—Pues lo soy.

—¿Y por qué no saliste a verla cuando te diste cuenta que estaba aquí? —preguntó todavía intentando procesar la reciente información.

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