CAÍDO.

Capítulo 37.

«¿Qué tal si bebemos?» Léase con rintintín, porque esa frase ha sido la culpable de todo.

Cuando estás bajo los efectos del alcohol, no hace falta que te obliguen a hacer o decir cosas de las que te arrepentirás: una voz interior que bien podría ser la de tu peor enemigo, te desafía a decir y hacer todo tipo de cosas contraproducentes. Dicen, y si no lo digo yo, que el bebercio está entre los factores de riesgo de los sucesos más escabrosos, de la peleas más memorables y de las situaciones más lamentables y divertidas de nuestra vida, y que a pesar de eso es una de las cosas que más nos gusta hacer de adolescentes y también, a la que recurrimos de más mayores cuando en el afán de querer dejar a un lado los problemas, intentamos emular tiempos más sencillos.

La idea resulta haber sido del tándem Natasha/Pepper. Y no, no fue tan precipitado como parecía, de hecho, ya me estaba resultando sospechosa la rapidez, pero es que por lo visto llevaban con la idea metida en la cabeza desde la mañana.

Si os soy sincero, nunca lo habría imaginado, ya que Pepper es más de regañarme para que no beba, y también, más de vino en las comidas que de Whisky, pero ahí está; ebria de Whisky y de amor por ese tipo que saca lo peor de mi Rhodey, el cual, tiene pinta de prometer una de esas borracheras lacrimógenas e inaguantables.

Gregory por su parte, hace rato que ya no me presta atención, él tampoco es mucho de whisky, sino de coñac, por eso ha optado por ir a su mueble bar y servirse uno de esos en la típica copa de abuelo que se usa para tal menester. Al menos, con todo este follón y sobre todo con las atenciones intermitentes de su chica, parece que se ha distraído un poco y hasta a veces, sonría. Hace un rato que nos hemos trasladado al salón, él se ha apropiado del sofá relax y ahora enciende un cigarro puro y comienza a hacer círculos con el humo, recordándome que echo de menos fumar.

Yo y Adonis estaríamos perfectos en ese sofá pero, como la vida no es perfecta, compartimos alfombra con el resto de invitados. Él sonríe a mi lado, viendo como el resto bromea y bebe. La verdad es que parece estar contento con eso, aunque él no haya probado ni una gota de alcohol, de hecho, ni de agua. También con su lugar en la alfombra y entonces recuerdo, que tal vez la situación le es similar al cielo, si Gregory fuera Dios y nosotros, los angelitos sentados con las piernas cruzadas a su alrededor.

—¡Juguemos a "yo nunca he"! Y ya saben. Quien sí lo haya hecho, bebe —grita Pepper perdiendo un tanto por ciento de su habitual glamour más toda su madurez mental.

—Así beberemos demasiado. —Trato de advertirle de que ese tipo de juegos nunca nos lleva a buen puerto y es que ya se lo que va a pasar, y es que a la hora de beber, al tener yo mucha más resistencia al alcohol, suelo pasar a ser el responsable y el resto, no tanto.

—Yo no juego chicos. Mi estómago aún está un poco indispuesto. —Se excusa Adonis y el resto protestan.

—Está bien, entonces ahora eres de azúcar. —Ya no me sorprendo cuando ante lo dicho, Steve se mira a sí mismo—. Tranquilo, que sigues siendo de carne y hueso. Es un decir, porque puedes jugar sin beber. —sonríe satisfecho y yo amenazo con la mirada a todos para que nadie se ría de él. Funciona a medias. No sé si por mi amenaza o porque ya todos le conocen, así que el único idiota que ríe por lo bajo mientras rodea la cintura de Pepper en plan pulpo, es el doctor amor.

—Tú, doctor listillo. Ahora te toca empezar.

—Se llama Stephen, Tony. No te puedes olvidar porque suena casi igual que el nombre de tu novio. —Le defiende Pepper.

—Nada de eso. Mi novio se llama Adonis, ¿verdad? —pregunto a Steve alzando las cejas para que no se le ocurra dejarme en evidencia. Él me sonríe y asiente, después mira al doctor, se encoge de hombros para él, como si yo no le pudiera ver y suelta: Así es, me llamo Adonis y por lo visto, soy de azúcar.