CAÍDO.

Capítulo 20.

Quién diría que ayer en la mañana, comenzó oficialmente mi relación de noviazgo con Steve, luego fui secuestrado por un loco que casi me mata; más tarde, descubrí que toda mi vida era una mentira y al final del día, tuve mi gran momento con el hombre al que amo, y que jura amarme sobre todas las cosas. No quiero poner todo en una balanza, porque objetivamente sería de muy mal gusto decir que mi experiencia carnal, supera con creces el que me secuestren, casi me maten o pierda mi identidad, pero en verdad lo hace.

Lo más probable es que por eso, nada más levantarme me he sentido con las energías renovadas y me he dicho a mí mismo, que a partir de ahora, haré todo lo que esté en mi mano para poner en orden mi vida y así poder ser feliz de una vez por todas, junto a este adonis que la virgencita me ha puesto al lado, y que ahora mismo se pasea feliz por la cocina de Gregory mientras hace café y tostadas.

— Steve. —Él dirige su atención hacia mí, mientras despreocupado, introduce su mano en el segundo cajón de la cocina, para sacar uno de esos cuchillos con la punta redonda para untar la mermelada— ¿Cómo sabes dónde estaban los cuchillos?

— Siempre han estado aquí. —contesta como si le hubiera preguntado algo tonto, mientras yo, solo apoyo los codos en la mesa y dejo descansar la barbilla sobre mis manos, para así poder seguir observándole embelesado.

— Tienes razón.

Al fondo se escucha la voz de Gregory, que parece estar acercándose hasta donde estamos. No sé cómo tendré que dirigirme a él si me habla, siempre he pensado que le conocía mejor que a mí mismo y ahora, siento como si nunca hubiera sabido quien es. Aunque en realidad, quien no sé quién es, se llama Tony Stark.

Él entra en la cocina, y pasa por delante de nosotros aparentando no vernos. Parece no haber descansado bien, y toda su atención está puesta en el teléfono que trae pegado a la oreja. Al parecer, discute acerca de la póliza de seguros de la casa. Cuando al fin cuelga el dichoso aparato, espero con algo de ansiedad su primera palabra, para saber a qué atenerme a partir de ahora. Quién sabe si después de lo acontecido tendré que marcharme de aquí y no volver nunca más; tal vez me pida que le devuelva algunos recuerdos de familia que guardo en casa, o incluso que me cambie de apellido. Al fin y al cabo, según mi padre nunca di buena imagen a nuestro apellido.

No importa. Formaré mi propia familia con Steve, sé que él nunca me abandonará, que me querrá a pesar de todo, incluso si hago las cosas mal, el siempre estará a mi lado. Nos mudaremos lejos donde ni Víctor ni nadie nos encuentre y olvidaré que alguna vez amé formar parte de esta casa. Sé que no será fácil, pero con mi ángel a mi lado, seré capaz de cualquier cosa.

Aún así, no voy a negar que me encuentro expectante ante cualquier movimiento suyo. No como mi adonis, que llena tres tazas de café, como si hubiera sabido desde el principio, que Judas se sentaría entre nosotros.

Gregory toma asiento pero en lugar de hablar, o de incluso dar los buenos días, coge el periódico de ayer y esconde su enorme cabezota tras él, aparentando estar muy interesado en la lectura.

Pero yo no puedo evitarlo, me niego a seguir con esta pantomima. Si me piensa echar, que lo haga rápido.

— Ese periódico no es de hoy —espeto.

— Lo sé, no lo terminé ayer. —contesta entre dientes sin despegar su vista del papel.

— ¿Edulcorante verdad? —Steve pone una taza frente a él.

— Ya no. Ahora solo café. —contesta de un modo automático.

— Solo los psicópatas toman el café sin nada. —murmuro y él asoma su ceño fruncido por encima de la hojas.