Capítulo 26.

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Cuando siento que ya me estoy tranquilizando, noto como Steve gira su cuello para mirar hacia atrás. Hay algo a nuestras espaldas que ha llamado su atención lo suficiente como para dejar de consolarme.

Por un instante siento miedo. ¿Qué tal si me han encontrado? Sé que tanto Víctor como mi supuesto padre andan tras mis pasos; me separo de su cuerpo y lo que veo por encima de su hombro me deja bastante perplejo.

Pepper está subiendo a un taxi que acaba de detenerse en el borde del camino. ¿Por qué se va? En ningún momento ha dicho que tuviera nada que hacer durante el fin de semana. Steve me mira y se encoje de hombros.

—Parece enojada. —señala.

—Pues esta vez yo no hice nada. Lo prometo.

No nos da tiempo a acercarnos, pues la puerta del taxi se cierra de golpe y este arranca.

—Creo que debería pedir otro taxi e ir a su casa para ver qué ha pasado.

—¡Ah no! ¡Ni hablar!

—¡Oye! Que no he dicho que vaya a separarme de ti, ni a meterme en otro lío, de hecho, puedes venir si quieres, pero es mi mejor amiga y tengo que estar con ella cuando le pasa... lo que sea que le esté pasando.

A veces me pregunto, quien me manda a hacerme novio de mi ángel de la guarda, pues como dicen, su dulce compañía, no me deja solo ni de noche ni de día y eso me gusta, pero a veces también necesito que me deje ser.

—¿Y no te parece más lógico preguntar a los demás? Está claro que ella ha decidido alejarse del resto y si no ha venido a buscarte, es porque prefiere estar sola.

—Que uno se aparte no siempre significa que quiera estar solo. Yo he salido del local hace un rato, me he apartado y tú has venido hasta aquí sin que te dé permiso.
¿Te he dicho algo que te haga pensar que no quería que vinieras? A que no.

Steve quiere contestar, pero supongo que le he dejado sin argumentos, porque vuelve a cerrar la boca.

—No irás a con Pepper. —ordena finalmente.

Va a ser verdad que en su vida pasada fue capitán, porque se nota que le gusta que siempre se haga lo que él dice, pero por suerte, yo no soy un soldado así que...

Así que nada, porque de nuevo sujeta firmemente mi mano y tira de mí hacia la entrada del local. ¿Acaso no le ha quedado claro que no tengo ganas de volver ahí dentro? Creo que mi actitud ha sido bastante clara, pero no, el no me pregunta. El señor sigue con su plan sin tener en cuenta si quiero ver la cara al resto después de lo que hemos escuchado, o no.

¿Sabéis eso que dicen, de que hay personas a las que les gusta ser el centro de atención? Pues yo tengo fama de ser una de esas personas, pero la verdad es, que no en todos los casos. Sí me gusta serlo en una fiesta, si me compré ropa nueva o si doy una charla, pero no cuando son mis miserias las que me hacen ser quien llama la atención.

Encima, cuando estamos a punto de entrar, Steve casi le da con la puerta en las narices a Rhodey, el cual va saliendo con cara de pocos amigos. Unos pasos tras él, Gregory y Natasha le siguen, pero guardando las distancias.

—¿Nos vamos?—pregunta mi adonis como si no fuera algo obvio. —¿Qué haremos a partir de ahora?

Rhodey le ignora, da un par de pasos adelante y otea a su alrededor. Su rostro parece sofocado aún cuando el local cuenta con aire acondicionado.

—Nos echan. —informa Natasha.

—No nos echan, le echan. A mí no me han echado de ningún sitio en mi vida. —corrige Gregory— ¿A que es a ti a quien echan, casanova? —añade alzando la voz en dirección a mi amigo.

CAÍDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora