Capítulo 12.

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No puedo creer lo que estoy haciendo. Podíamos habernos quedado más tiempo en casa de Pepper, bebiendo y charlando o lo que fuera, pero después del temblor y del abrazo,(sobre todo del abrazo) no lo he aguantado más. No puedo seguir engañándome a mí mismo, convenciéndome de que puedo estar cerca de Steve, y que él me sea totalmente indiferente, porque no lo és. Así que siguiendo con mi patetismo habitual, he fingido que estaba asustado y que quería irme a casa.

¡Vamos! Que como os imaginareis, y por las miradas que me han echado mis amigos, no se lo ha creído nadie; pero como decía mi padre. Disparen, apunten, fuego.

Y todo este teatro, solo porque he pensado, que tal vez se haya abierto la veda de más abrazos por parte del rubio. ¿Quién sabe? Hablando de mi padre de nuevo, también decía, que hay que aprovechar las oportunidades que la vida te pone delante, y yo, creo que ahora tengo una.

— ¿No deberíamos habernos quedado para ayudar a recoger a Pepper? — Él siempre tan desesperadamente correcto.

— No es necesario. Esta vez se queda Rhodey, ya nos quedaremos nosotros otro día. Funciona así ¿sabes? Son normas sociales.

— No nací ayer, Tony. Sé perfectamente que no funciona así.

— Tú solo sabes lo que te interesa. — Le sonrío y empujo a mi rubio hasta el ascensor, haciéndole entrar antes de que pueda pensarlo y negarse a ello.

Me siento optimista, y también un poco audaz; o sea, al angelito le faltan tres hervores, sí; pero ya no le veo ni tan desvalido, ni tan perdido como hace un día o dos, así que supongo, que un poco de acoso por mi parte, no estará tan mal visto.

Vale. Ya lo sé. No os he engañado ni por un momento, ¿verdad? Tenéis razón. Mis prisas no se deben solo a que mis sentimientos por el rubio, van en aumento a cada día que pasa, sino también, a que sin querer, el abrazo ha despertado a mi amiguito de ahí abajo, y ante eso, no vale de nada ninguna otra excusa que pueda inventar.

¿Qué? No me juzgueis. Ya sabéis que llevo al menos una semana en dique seco, pero eso, no hace que mis sentimientos sean menos reales.

Por cierto, Adonis no sabe lo de mi "urgencia", y espero, que mis amigos tampoco lo hayan notado.

— ¿Puedo abrazarte de nuevo? Me da miedo que el ascensor, vuelva a dar enviones o algo. — Una vez dentro del habitáculo, me acerco todo lo que puedo a él, y le hablo con voz melosa, sonriéndole, pero a la vez tratando de darle la suficiente lástima como para que me diga que sí.

— ¿Estás bien? — Steve me sujeta de la barbilla para que le mire a los ojos. A fruncido el ceño, y rezo para que no sea porque no me cree. Sí, he dicho rezo, porque bueno... antes le prometí que iba a darle el beneficio de la duda —. Ahí dentro también dijiste que estabas asustado. ¿Es por mí? — ¡Pero qué bonito es cuando me mira a los ojos de esa manera! Creo que estoy babeando — Si es por mí, no te preocupes. Sólo me sentí mal un momento. Me puse nervioso, pero ya se me pasó. No debí dejar que me convencierais de beber. Eso es todo. — Ojalá me atreviera a besarle.

— No, es como dije. Por el temblor. — Trato de abrazarme a su cuerpo de nuevo. Pero él me separa hacia atrás y pone una mano en mi frente.

— ¿Temblor? ¿Tienes fiebre?

— No, claro que no. El temblor de tierra. ¿De qué temblor quieres que hable? — Le contesto un poco fastidiado, porque como siempre, parece estar a mil años luz de mis intenciones; pero entonces el ascensor da un pequeño envión y se detiene abriendo sus puertas. Steve suelta mi rostro y agarra mi mano para hacerme salir.

— No sé de qué temblor me hablas. En llegar a casa te prepararé un café. ¿Eso sirve para curar lo temblores? — Como mis intentos de acercarme de nuevo, sigan a este ritmo. No solo perderé el calentón que llevo ahora, sino que preveo que no se me levantará en un mes.

CAÍDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora