Capítulo 30.

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Esto debe ser alguna clase de broma, ¿cómo puede pedirme algo así? ¿Este ser es Dios o me está tomando el pelo? ¿O yo tenía una idea muy equivocada de lo que representaba Dios? Eso pudiera ser, nunca nadie me explicó sobre él y, aun así, tiene tantos fans que pensé que sería todo bondad y amor, y no esté ser retorcido que me pide que salve a quien me quitó la vida.

Espera. ¿Y si le digo que lo haré y después no lo hago? ¿Hará que me caiga un rayo o peor aún, una maceta desde un balcón cuando vaya a cruzar la calle? Esa sería una muerte muy en mi línea si recapitulamos mi vida.

El tipo golpetea el suelo con su enorme pie enfundado en una especie de sandalia romana. Lo hace para que me dé cuenta de que esperara impaciente, pero yo en lugar de contestar, busco a Bucky con la mirada para que me aconseje, pero el muy desertor, ya no está por ningún lado. Creo que estamos solos Dios y yo, nada de Buckys, ni de vírgenes, ni de familiares perdidos. Tal vez, porque ni siquiera eran mis familiares realmente.

Contestarle que no, sería como renunciar a vivir de nuevo, olvidarme de mi adonis y de todo. Dejar este rompecabezas sin armar y yo, no soy de los que dejan los rompecabezas a medias. Ahora, Dios mira impaciente su muñeca, como si llevara alguna especie de reloj imaginario.

—¿Qué hora es? —pregunto por saber cuánto rato llevo aquí arriba.

—Acaban de pasar dos días.

—¡¿Desde qué subí?!

—Desde que te hice la pregunta.

Acaban de pasar dos días, repito en mi cabeza. Dos días en los que Gregory sufre por mí y se lo traga para que nadie lo note, dos días en los que Pepper y Rhodey no pueden ir a trabajar con la falta que les hace. Dos días en los que Steve puede estar conociendo a alguna otra persona mejor que yo. Alguien que no huya de él, que no le dé tantos problemas. Dos días en los que se dé cuenta de que debió amar a esa otra persona desde el principio.

—Lo haré. Con una condición.

—¿Crees estar en situación de poner condiciones, pequeño mortal?

—¿Crees tú poder soportar la humillación de que todos tengan sillas iguales a las tuyas?

—¿Y esa condición es? —pregunta con cierto fastidio.

—Hablar antes con Víctor, aquí o en la nada. En un terreno neutro donde no me pueda golpear, ni atacarme con su magia.

—¿Por qué temes su magia cuando no es mayor que la tuya, ni la vuestra mínimamente comparable con la mía? Estás hablando conmigo sin ningún problema, discutiéndome y regateando, cuando podría hacerte desaparecer con solo chasquear los dedos y ahora, resulta que temes hablar con Víctor.

—Se nota que no le conoces.

—¿Seguro?

—Es mi condición.

—Está bien, una breve charla. El reloj corre y quién sabe cuánto tardarán en convencer a Gregory de que te desconecte, por mi experiencia en estos casos te diré, que no suele ser mucho.

Su advertencia me hiela la sangre, si es que aún tengo. ¿Entonces estoy en un hospital conectado a una máquina? El muy estúpido de Greg podría desconectarme, le conozco. Siempre me ha tenido ojeriza desde que superé todas sus notas y adelanté cursos que él sacó con esfuerzo. Aunque tengo que admitir que últimamente habíamos conectado, que de algún modo había sentido que se preocupaba por mí y que me quería y eso, me da un poco de esperanzas.

—Gracias por avisarme. Seré rápido.

—Es que o te aviso, o me quedo sin pieza principal del juego. —dice sin mucha pena, volviendo a despanzurrarse en su gran silla y dando un enorme bocado a un trozo de pizza que a saber de dónde ha sacado.

CAÍDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora