Capítulo 17.

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Víctor desaparece por la puerta y aún así, Steve no deja de apuntar en su dirección. Necesito que me mire, que me haga saber que aún estoy vivo, porque yo aun no me lo creo. Me cobijo en su amplio pecho y me suelto a llorar, todo lo que había estado reteniendo para no hacerlo delante de ese malnacido.

No soy un llorón, pero en estos últimos días batiré el récord de lágrimas de toda mi vida. No os burléis. ¿Acaso vosotros no lloraríais si hubierais tenido a un loco apuntando su arma contra vuestra cabeza?

Cuando al fin siento como los brazos de mi adonis me rodean aprisionándome fuerte contra su pecho, me doy cuenta de que todo terminó. Hasta el mundo se ha detenido a nuestro alrededor literalmente. Ya no hay más temblores, ni más truenos, solo nuestros latidos acelerados el uno contra el otro.

— ¿Estás bien? ¿Ese loco te hizo algo? — El tacto frío de sus manos acunando mi rostro, hace que vuelva a la realidad. Busco sus hermosos ojos, que a la luz del día son de un azul aún más puro. Él me mira con verdadera devoción y yo no puedo más que agradecer a todos los dioses, todas las vírgenes y todos los santos, por tenerle en mi vida.

— No, tranquilo. Estoy bien. — Finjo mi mejor sonrisa para que no se preocupe demasiado mientras él, me mira con desconfianza, tratando también de esgrimir una sonrisa para mí, pero para mi desgracia, no es tan buen actor como yo y puedo adivinar, que ha pasado mucho miedo por mi culpa.

— ¿Seguro?

— No. En serio, Adonis. Casi me cago en los pantalones, pero como no tenía, pues pensé, ¿para qué? — Me encojo de hombros, tratando de restarle importancia y él niega con la cabeza. Supongo que ambos somos transparentes el uno para el otro.

De pronto, escucho una especie de crujido, como si la puerta que da al exterior del patio, por la cual supongo que debió entrar mi adonis, se abre. Sin pensarlo dos veces, arrebato el arma que aún carga Steve para apuntar en esa dirección. Ahora voy armado y soy peligroso. Víctor ya no nos podrá hacer daño.

Ya he quitado el seguro, cuando veo que se trata de Gregory, seguido de mi hermano de otra madre, Rhodey. Ambos apuntando en mi dirección también con sendas armas. Escucho a Steve decir que me detenga y veo como Pepper, entra detrás de ellos algo despeinada, cosa extraña tratándose de ella.

— Si esto es una competición de penes, ahora sé porqué no me dieron una a mí. — Reclama Pepper, la cual parece estar jadeando, como si hubiera corrido un maratón.

— El angelito tiene una, y se supone que ellos no tienen sexo. — objeta Rhodey.

— ¿Qué angelito? — Gregory mira aún a todos lados apuntando con su arma.

— ¡Vamos Rhodey, todos vimos que si tiene! Y de buen tamaño. — Por lo que veo a Pep no se le ha olvidado la noche en que Steve llegó a nuestras vidas, o al menos esa parte.

— Más grande que la tuya, ya te lo dije. —añado— ¿Puedo bajar ya el arma?— Me siento ridículo apuntando mientras ellos hablan del pene de mi novio.

— ¡No bajaré mi arma hasta que no retires eso! ¡No es más grande que la mía!

— Todos la tienen más grande que la tuya Rhodey. Baja el arma. — interrumpe Pepper, haciendo que el moreno se sonroje hasta las orejas.

— ¡Ah no! ¡Tú no me la viste!

— ¿¡Queréis dejar de hablar de penes!?¡¿Dónde está ese tipo?! — Gregory grita enojado y entonces recuerdo las palabras de Víctor.

— ¡Tú! ¿Qué tienes que ver con ese hijo de sus mil madres? ¡No disimules! ¿En qué lió me has metido? — grito más fuerte que él, entrego mi arma a Steve y me dirijo a paso apresurado hasta mi hermano. Estoy enfadado con Gregory, aún sin saber exactamente que hizo, pero por si acaso.

CAÍDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora