CAÍDO.

Capítulo 14.

Hoy me he levantado de la cama, pensando que es el inicio de mi nueva vida. Me siento feliz; única y genuinamente feliz y lleno de energía. Se acabaron los dramas y los errores, ya aprendí de todo eso, y solo pienso en el futuro tan maravilloso y repleto de satisfacciones que la vida tiene preparado para mí.

Me gusta esta nueva vida. Levantarme por la mañana y ver como mi Adonis se viste a solo dos metros de mí, decirle cualquier tontería sobre su escultural cuerpo y que se sonroje como un colegial, y desayunar lo que me prepara mientras él, me mira ansioso porque le dé la enhorabuena por el resultado, ya que ha descubierto, que la cocina se le da bien.

Lo sé, parezco un niño con zapatos nuevos. No, un bobo enamorado por primera vez, pero no puedo evitarlo; supongo que es lo que pasa cuando te enamoras de verdad.
Cuando salimos de casa, yo mismo coloco la gorra sobre la cabeza de mi chico, y le pongo las gafas de sol que tanto le gustan.

— ¿Así está bien, señor espía secreto?— Steve me sonríe. ¿Se ve mucho más relajado desde que hemos aclarado las cosas entre nosotros, o tal vez solo es así, porque yo también le sonrío todo el tiempo? A veces, me gustaría poder leer su mente.

— No soy un espía secreto.

— Sí, lo sé. Eres Steve. — "Bobito mío."

— No, me refiero a que solo quiero pasar desapercibido para mis compañeros.

¿Compañeros? ¿Acaso ha recordado donde trabaja o estudia? Me asusto un poco, porque me acabo de dar cuenta de que ahora, ya no quiero que recuerde nada, ni a nadie. Lo que quiero es quedármelo para mí solo hasta el final de nuestros días, así que cojo las llaves y sujeto con firmeza su mano para salir de casa.

— ¿Qué compañeros? — Termino preguntando. Definitivamente mi boca no conecta con mi cerebro.

— Mis compañeros de ahí arriba. — Dice con un leve movimiento de cabeza, como quien trata de disimular cuando habla —. Imagínate, que alguien me reconoce y de pronto, todos quieren bajar también. ¡Eso está prohibido! — Respiro aliviado, prefiero quedármelo así, tal y como está.

— Claro, tus compañeros de trabajo, ¿no? Les entiendo; tu jefe debería darles aunque sea unas vacaciones de vez en cuando. Digo, para ir donde quisieran y eso. — Hoy le he dicho que iremos caminando hasta el trabajo. Me apetece un tiempo solo para los dos, antes de encerrarnos entre aquellas cuatro paredes por lo que nos resta de mañana; luego, no me regañéis, pero quisiera presumirle un poco frente a mis amigos. — ¿No dijiste algo de que allí arriba eras luz? ¿Cómo te van a reconocer? — Levanto su mano y beso el dorso, para quitarle importancia a mi pregunta, pero es que, comienzo a encontrar divertido esto de señalarle sus incoherencias. Al menos, si se enfada, le diré que es que estoy muy atento a todo lo que me cuenta.

— Supongo que tienes razón, pero Dios si sabe que estoy aquí. Lo sabe desde el principio, ¿o no viste los rayos? y los demás, se preguntarán donde ando metido. Podría ser que me reconocieran, porque voy contigo todo el tiempo. Ellos saben que eres a quien cuido, porque te presumo todo el rato; bueno... casi todo el tiempo, menos cuando no me escuchas y metes la pata; pero el caso es que podrían reconocerme, porque ellos te conocen, y saben cómo me comporto, o no sé. No quiero arriesgarme.

Creo que nunca va a dejar de sorprenderme, como habla con tanta seguridad sobre el cielo y todo eso; parece además, el tema que mejor domina, porque es la primera vez, que dice tantas palabras seguidas.
¡En fin! Creo que podré acostumbrarme. Al final, siempre será más entretenido que cuando tu pareja se dedica a tareas de oficina, o a conducir un autobús, por decir algo.

Ningún trabajo podría compararse a ser un ángel de la guarda. ¿No? Bueno, el de guardaespaldas a lo mejor, pero extrañamente, nunca salí con uno de esos, aun cuando en casa de mis padres, siempre hubo algunos contratados —. ¿Y los de ahí arriba saben que te besas con tu novio? — Le pregunto cortándole el paso. Estamos paseando por una avenida, y a nuestro lado, hay una gran arboleda, así que no voy a encontrar un lugar mejor en todo el camino. Rodeo su cuello con mis brazos y me acerco demandando un beso.