Capítulo 1.

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Hoy, diez de junio del año 2000, debería de ser el día en que al fin abro los ojos, el día en que me propongo marcar un antes y un después en mi existencia, pero para mi desgracia, de nuevo no me siento capaz de coger la vida por los cuernos y darle la vuelta. Quiero que se la dé ella sola sin tener que hacer nada, que sean los demás quienes cambien, en lugar de hacerlo yo.

Pero no, esta mañana al salir de casa hacia el trabajo, de nuevo vuelvo a sentirme como una de esas alimañas que se arrastran en busca de su sustento, o mejor dicho; me siento como si fuera cuestión de vida o muerte que me arrastre desde mi cama hasta la fundación Stark, a pesar de que según mis cálculos, con mis ahorros actuales, podría quedarme en casa por un tiempo, y solamente arrastrarme del dormitorio a la cocina y tal vez, como mucho al salón; así como si fuera una mopa, o una fregona de esas que tienen tiritas que se agarran al suelo como si no quisieran avanzar.

Sí, definitivamente eso es lo que soy, como una triste bayeta que como siempre, no hace más que absorber a tipos estúpidos y que nada más intentan colgarse la medalla de que estuvieron conmigo. Y yo, que parece que necesite tener pareja para sentirme realizado, me siento aún más estúpido de lo que ellos son, por no darme cuenta hasta que es demasiado tarde. Pero claro, como siempre estoy demasiado ocupado ilusionándome y presumiendo delante de mis amigos con el imbécil de turno colgado de mi brazo.

Está bien, pues nada de arrastrarse, ni de sentirse mopa gastada, ni nada.

No me estoy arrastrando, de hecho, como está lloviendo bastante, hoy he llegado hasta el aparcamiento de las oficinas de la fundación en mi coche, en lugar de en transporte público, como todo un señor. ¡Que le den a la inflación de la gasolina! Que para eso trabajo. Y a partir de hoy, juro solemnemente por la Virgen de las cuevas, que debe ser la patrona de los que trabajan en los días de lluvia, que no volveré a caer en las garras de ningún otro imbécil con abdominales de tabla de lavar y olor a perfume de esos que duran el triple que los que encuentras en los puestos de los mercadillos. No volveré a rebajarme, ni a ponerme en ridículo a mí mismo.

Entraré por la puerta con la cara en alto y si alguien me pregunta cómo me fue anoche, saldré del paso con toda la dignidad del mundo.

—Buenos días a to. —El escalón de la entrada está mojado por la lluvia, y resbalo cayendo ridículamente de culo. ¡A la mierda mi súbito arranque de dignidad!

Ya está. Todos mis compañeros levantan la cara de sus papeles, he incluso los usuarios que esperan me miran escondiendo una risa que en ese momento a mí me parece malvada, como si les importara un pimiento la posibilidad de que me haya fracturado la rabadilla. Sólo un tipo con traje y corbata de color verde oliva, que desencaja totalmente en este lugar, se apresura a socorrerme tendiéndome su mano para ayudarme a ponerme en pie.

—¡Anthony! Espero que no se haya hecho daño. —El hombre luce una sonrisa de medio lado, que no se si interpretar como muestra de simpatía o como burla, pues estoy más concentrado en el asunto de que no sé por qué demonios sabe cómo me llamo.

—Gracias señor... Disculpe, usted conoce mi nombre pero yo no el suyo. —Me pongo en pie, suelto su mano y me espolso la ropa rápidamente comprobando que no haya desperfectos en mi hasta hace un momento, perfecta anatomía, mientras de reojo, veo como mi amigo Rhodey alza repetidas veces las cejas y sonríe maliciosamente en nuestra dirección.

—No se preocupe señor Stark, es normal. —La voz ronca del tipo con corbata me devuelve la atención hacia él—. Acaban de trasladarme a esta ciudad. Deje que me presente como es debido. Mi nombre es Víctor, Víctor Von Doom. Nuevo concejal de inmigración y extranjería, y es por eso que estoy aquí. Como imaginará me han encargado la tarea de visitar todas las organizaciones que como la suya, dan ayuda a los extranjeros que llegan a Nueva York.
Necesito conocerlas y ponerme al día de sus funciones, de cara a futuras subvenciones.

CAÍDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora