Capítulo 7.

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Debería tomarme unos segundos para pensar, pero no tengo tiempo de eso ahora, así que me dirijo hacia el cuarto de entrevistas, donde tienen retenido a Steve, el cual supongo, que ya estará más calmado. Así podré cantarle las cuarenta y reprocharle todo lo que se me va pasando por la mente, en los escasos segundos que tardo en llegar hasta allí.

Sí. Lo siento mucho, pero en este instante, Steve acaba de romper mi confianza. Me ha dejado mal delante del Concejal y ha formado un espectáculo lamentable en la fundación, mi fundación. La que heredé de mi madre, que siempre fue una dama intachable.

Pero para que presuponer nada, si con él siempre es todo lo contrario. Ni siquiera debería de sorprenderme cuando compruebo que Steve sigue fuera de sí al ingresar en la habitación. La estampa que me encuentro es esta; Pepper tratando de calmarle con dulces palabras las cuales no escucha, mientras Rhodey y Happy, otro de los empleados, intentan con todas sus fuerzas retenerle en una de las sillas.

—¡¿Se puede saber qué te pasa?! —Grito.

Increíble. Es escuchar mi voz y Steve, quien quiera que sea, detiene su forcejeo. Ojalá me hubiera mostrado ese respeto hace un rato, cuando casi mata a Víctor ahí afuera.

—Tony...

Su pecho sube y baja por el forcejeo, lo que me hace mirar hacia Rhodey y Happy. Ambos están exhaustos y entiendo que es normal, pues Steve parece ser bastante fuerte.

—¡Ni Tony ni nada! ¿Acaso te hice algo para que vinieras a joderme la vida?

Estoy demasiado nervioso, no suelo ser así, pero todo lo sucedido está pasándome factura.

—Tony, tranquilízate. —Esta vez es Pepper quien me habla al tiempo que me sujeta del brazo. Pero yo no quiero calmarme, así que me retiro de su agarre con brusquedad—. Deja que se explique al menos.

—¿Qué se explique? Se lanzó como un loco sobre el concejal, Pepper. ¡El concejal! ¡De quien dependen varias de nuestras subvenciones! ¿Acaso no sabéis que estamos bajo mínimos en el banco de alimentos?

—Él iba a hacerte daño. —La voz firme de Steve capta toda nuestra atención.

—¿Daño? ¡Tú le hiciste daño! ¿Sabes qué? ¡Estás loco! Sí, lo siento, pero ya lo he dicho. ¡Eres un jodido lunático!

—Yo solo.

¡Madre del amor hermoso! Ahí vamos de nuevo. Otra vez la cara de cachorrito. Creo que su expresión es la más triste que he visto en mi vida, pero ya no voy a caer. No volveré a ofrecerle mi mano para que la muerda.

—Tú solo nada. ¡Ni siquiera te conozco! No sé quién eres, Steve. ¿Por qué es ese tu verdadero nombre, verdad? Dinos de una vez, quien eres y qué demonios haces aquí.

—Yo... vine a ayudarte. Ya te lo dije.

Una lágrima rueda por su mejilla y yo, no puedo mirarle directamente, No quiero mirarle o caeré de nuevo en su hechizo. Me conozco.

—No, tú no viniste a ayudarme. Yo te ayudé. Te di un techo, te compré ropa. Tú lo único que haces es fastidiarme la vida, así que ya puedes volver a dónde demonios pertenezcas.

—Yo, no puedo volver, no sé cómo volver. —Esconde su rostro entre sus manos. No me puedo creer que un tipo tan mayor esté haciendo todo este teatro.

—Claro que puedes volver. Pepper, cómprale un billete a donde quiera que sea. Yo pago, ya puestos a hacer el imbécil por un adonis, haré la gracia completa.

—Tony, creo que te estás pasando con él. Ya sabes que Steve no recuerda de donde viene.

—¡Y un carajo! ¡Seguro que lo recuerda!

CAÍDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora