«¿Cómo el destino puede ser tan despiadado?» Es lo único que viene a mi mente. Con el cuerpo de mi hijo Reso en brazos, no creo que esto suceda en realidad. Mi precioso niño murió sin que pudiese evitarlo.
Abrazo el cuerpo rígido y frío, sollozo en silencio. Me muevo hacia adelante, luego atrás cuál tortuosa melodía.
«Esto debe de ser un falso sueño enviado por los Oniros» Me aseguro, aunque sé que no es verdad. Canto con la voz quebrada, rota por el llanto, la canción favorita de mi hijo. La que siempre he cantado antes de que parta a una guerra para desearle la victoria o que, al menos, vuelva sano y salvo. Reso, para desgracia de su orgullo roto, ha fallecido mientras duerme junto a sus acompañantes. Traicionado por estos porque una parte ha dejado que el enemigo entre al campamento.
Me culpo de lo sucedido, me martirizo con ello. Si solo Apolo me hubiese dejado visitarle en su lujosa vivienda, para poder tocar la flauta y cantarle la canción de la suerte. Si solo…
Niego con la cabeza y suelto al fin el cuerpo de Reso, es hora de que Tánatos haga su trabajo. Por lo menos sé que como rey mi hijo tendrá un rito funerario apropiado. Descansará en los Campos Elíseos, ya que fue bueno.
Los meses pasan y yo no encuentro consuelo tras la pérdida de mi hijo. Desde la muerte de Reso, la música ha dejado de ser la felicidad absoluta para mí. Durante esos meses mis hermanas Musas intentaron alegrarme, quieren que sonría de nuevo y vuelva a cumplir mi cometido. Pero más que sentir felicidad la ira crece en mi interior, como si Lisa me susurrara que no es justo. Por ello insto a las otras Musas a rebelarnos contra el Olimpo, a dejar de cumplir sus órdenes y caprichos. Más, solo me apoyan Melpómene y Talía. Las otras me miran como si las Manías me hubiesen poseído.
No me importa que me crean loca, tampoco que solo me apoyen dos de mis hermanas. Allí, al pie del Monte Olimpo, toco con mi flautín una melodía desgarradora, martirizante y fúnebre para atormentar a los humanos. Sé que solo de esta manera los dioses me prestaran la atención debida, pues me volveré una amenaza.
Calíope es la primera en aparecer, usa su elocuencia para que cambie de idea y que olvide la razón de mi accionar.
—¿Es que no lo ves? La música que tocas no inspira a nadie, solo atormenta. Nos llevarás a nuestra ruina si no te detienes, hermana —afirma esta y ante mi renuencia, puesto que no detendré mi melodía, usa su poderosa voz en mi contra. Dispuesta a destruirme por el bien de esos humanos.
Mis otras hermanas aparecen tras Calíope, me miran afligidas pese a que están de su lado. Sin embargo, no les importa en lo absoluto que somos familia, no tienen reparo en usar sus habilidades de canto en mi contra.
Caigo de rodillas con el flautín en mis manos; estoy aturdida y débil sin ganas de tocar más. Las otras Musas sonríen aliviadas, parece que recuerdan nuestros lazos de sangre, pues se acercan para socorrerme.
Entonces se presenta el dios Apolo, vestido con un manto, arco y carcaj de flechas. Se le nota furioso, mientras alega que los cultivos y todo el equilibrio armónico de Iska están siendo arruinados por mi culpa.
Sonrío para mis adentros, no tengo las fuerzas para que en mi rostro se vislumbre una sonrisa. Quizás, después de todo, las Manías se apoderaron de mi cordura. Mis hermanas tratan de protegerme de la furia de nuestro jefe y amante, piden clemencia por mí. Apolo sonríe con tristeza, se acerca para acariciar mi mejilla con dulzura.
—Lo que hiciste, hermosa mía, conlleva un castigo. Es digno de halago que tus hermanas te defiendan, más —se acerca a mi oreja, aparta mi cabello para susurrar —Sabes que los dioses no toleramos este tipo de rebeldía —confiesa con voz amenazante y tiemblo un poco por el miedo; solo un dios puede herir de gravedad a otro.
Con esas palabras en mente, las lágrimas discurren por mi rostro. Apolo ha llorado las muertes de varios hijos, espero que me entienda y que el castigo no sea tan duro. Él me observa con tristeza, como si algo inminente fuese a suceder.
Melpómene se presenta junto a Talía. La primera se mueve con rapidez, apuñala de forma inesperada a Apolo con su daga ensangrentada. Todas gritamos de horror, le preguntamos con la mirada porque hizo tal cosa.
—Van a destruirte, no piensan tener clemencia contigo. Saben desde hace tiempo, por Calíope, que quieres rebelarte a los dioses —Melpómene se agacha a mi altura, toma mis manos y me mira con fijeza.
Apolo nos echa un último vistazo a sus Musas antes de desvanecerse hacia el Olimpo. Melpómene continua.
—Esta es la gota que ha colmado el vaso.
—Mel, lo que acabas de hacer nos condena a todas. Te has levantado en contra de Apolo, ¿Estás loca? —Clío la interrumpe para acto seguido acusarla con la mirada. Melpómene solo le mira con severidad, molesta porque intervino.
Mis hermanas se alejan de nosotras dos y para mi sorpresa solo se mantiene Talía de nuestra parte. Sonríe a pesar de lo tenso del momento, musita palabras que logro entender al leer sus labios.
Ella sabía que este momento llegaría, estoy segura.
Un rayo, dos, tres, comienzan a caer sobre cada una de nosotras: la ira divina de Zeus, nuestro padre. Al final logré enojarle, pero todas pagan por mi culpa.
🗡️🩸🗡️
Los rostros de mis hermanas denotan ira, rencor y el más puro odio hacia mí. Hice una locura, nos condené a todas por la muerte de mi hijo.
A mi lado, tumbada como yo en el suelo y dándome la mano, todavía está Melpómene. Pese a estar herida, sonríe de forma débil. No me echa la culpa de lo sucedido, lo demuestra al apretar mi mano con suavidad antes de cerrar los ojos.
Jamás olvido el dolor tan indescriptible que me provoca ese rayo que cayó sobre mí. Tampoco lo último que vislumbro, antes de que mis ojos pesen demasiado como para mantenerlos abiertos: Un hombre viejo, tuerto, con barba gris. Que usa un sombrero de ala ancha y un abrigo azul oscuro. Este me sonríe, pronuncia mi nombre como un halago; Euterpe.
Lo único y último que escucho antes de caer.
ESTÁS LEYENDO
El Juego de la Conquista
FantasyArmica e Iska son dos continentes a los cuales separa el mar. El primero es todo un territorio de hielo, frío y de tormentas de nieve. El segundo es un paraíso de bosques, montañas y hermosas playas. Lo que comienza con dos musas que han sufrido un...