Holandés
Mi daga vuelve a cortar el aire, de igual manera que la espada curva en busca de mi cuello. Pese a la neblina, a la sensación de que todo da vueltas, intento no seguir en el mismo lugar. Las órdenes del policía se repiten en mi cabeza. Río a carcajadas al recibir un corte en la espalda, giro e ignoro el escozor.
—¿Qué es aquello que olvidaste? —la voz de aquel que pregunta se torna un eco.
Trato de localizar el sonido y voy entonces hacia este. Distintos puntos de la neblina cobran la forma de mi madre, reemplazan a quien he de considerar mi contrincante.
—Me has decepcionado —no llego a escuchar lo último que dice.
Lucho contra la necesidad de cerrar los ojos. Retrocedo con dificultad para evitar los veloces cortes de una espada. La voz de mi madre, la del policía y los gritos de una mujer aumentan mi dolor de cabeza.
—Callaos —consigo bloquear la espada curva del inmortal ante mí.
Nos enfrascamos en un choque de espadas que comienzo a sentir familiar. La neblina se vuelve el desierto en pleno amanecer, le acompañan los vítores de un grupo de niños.
—Haced que pruebe la derrota, Zeiza —los iris ámbar de aquella niña, iguales a los del inmortal con el que lucho, brillan burlones.
La nostalgia amenaza con dominar sobre la furia que hace hervir mi sangre. ¿Cuánto ha jugado la diosa de la memoria con mi mente? La respuesta se convierte en recuerdos, que uno tras otro, consiguen que no esquive una estocada a tiempo.
—Permite que la ira de Lisa te domine —Zeiza realiza un corte profundo cerca del corazón —Vuelve a ser el Holandés que conozco.
La sangre brota de la herida recién abierta. Pese al dolor, consigo disipar la neblina negra al crear un remolino. La onda de poder lanza tanto a inmortales como a Escudos de plata al suelo. Advierto que el policía se encuentra a solo unos pasos, respiro hondo mientras avanzo a toda velocidad. Jamás llego a donde se halla porque Atticus me detiene.
—No deberías morder la mano de tu amo, chico.
El collar que ostento en mi cuello, aumenta su agarre y provoca una quemadura. Al retroceder, advierto que nos rodean dos inmortales a los que no les ha afectado el remolino.
«Acaba con esos traidores, esclavo»
Cuando el policía gira el anillo en su dedo, vuelvo a ser el títere que desea matarle. Maldigo por lo bajo, me posiciono detrás de aquel que ha resultado ser un viejo amigo. Aprieto los dientes, le causo un corte en el codo porque ha tardado en girarse.
🗡️🩸🗡️
El bosque en el que se halla, provoca escalofríos a más de un mortal. El gélido viento y la niebla que allí residen, le hacen compañía a los llantos ocasionales que se oyen. Los pueblos y ciudades próximas de los centauros, cuentan que las almas errantes transitan libres. Son mortales, incapaces de cruzar el río que lleva al Inframundo, atados por el peso del remordimiento.
Tras hacerse visible, Autólico bosteza y camina sin cautela por el bosque. Actúa de dicha manera a propósito, espera con ansias la aparición de la dueña de estos dominios. Una blanquecina luz, que emana a medias de una hermosa mujer, da paso al cortejo de fantasmas. No puede evitar sonreír, puesto que se encuentra ante la diosa Melíone. Los susurros de sus acompañantes, protagonizan muchos de los cuentos nocturnos de los humanos.
—Desconozco cuánto ha transcurrido, desde que alguien se ha atrevido a visitar mi bosque —Melínoe le dirige una mirada carente de emoción —Autólico, el mismísimo lobo, ¿prefieres acaso que adivine los motivos de tu presencia?
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El Juego de la Conquista
FantasiArmica e Iska son dos continentes a los cuales separa el mar. El primero es todo un territorio de hielo, frío y de tormentas de nieve. El segundo es un paraíso de bosques, montañas y hermosas playas. Lo que comienza con dos musas que han sufrido un...